Gente y SociedadHistoriaPolítica

Krauze: El verdadero hijo del 68

El valor esencial del 68 fue la libertad. El régimen actual busca reprimirla.

Foto: Archivo El Universal

 

Para Paco Calderón.

 

Julio de 1968. Un estudiante de 16 años venido de Mexicali adscrito a la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (situada a pocos metros de la Ciudadela), ha fundado con algunos compañeros el grupo “Emiliano Zapata”, dedicado a leer poesía y discutir de política. Son opositores a la Federación de Estudiantes Técnicos (FNET) que acaba de apoderarse de la representación en una elección fraudulenta. De pronto, las noticias de la rebelión de mayo en París comienzan a reverberar en México. Un incidente enciende la mecha. El estudiante lo vive en carne propia. Treinta años después, lo evocaba así:

[…] ocurrió precisamente en la escuela donde yo estudiaba, creo que fue un lunes 22 de julio, cuando hay un pleito sin ninguna connotación política entre estudiantes de la Voca 2 y una preparatoria particular, Isaac Ochoterena. Y al otro día, martes 23 de julio, este pleito da pie a una intervención policiaca… Arremete la policía contra ese grupo de personas. Habíamos tratado de explicarles que no había ningún problema. Este acto de fuerza […] da lugar a una expresión muy fuerte de inconformidad, ya no solamente en la Ciudadela sino en todo el Politécnico… Y precisamente, en esa presencia de los granaderos, uno de los jóvenes que fueron golpeados fui yo.

“Desde entonces, emotivamente me involucré mucho”, recordaba el joven. ¿Qué significaba el movimiento estudiantil para él? Una lucha apasionada por la libertad:

Creo que ese era un concepto esencial, la libertad… La democracia no era una bandera central del movimiento del 68. Por su orientación de izquierda, muchos compañeros no creían en la democracia.

El movimiento fue aniquilado el 2 de octubre en Tlatelolco, pero le dejó una huella profunda: “para muchos jóvenes que estuvimos cerca, participamos o vimos a algunos compañeros terminar en la cárcel o en otras circunstancias, fue una experiencia decisiva”. Cuando en marzo de 1969 el joven ingresó a la Escuela de Economía del IPN, aún se percibían las secuelas de la represión:

Si en los tres años que asistí regularmente a la escuela tuvimos cinco días completos de clase, eran muchos […] la escuela pasaba por una crisis académica […] el trauma del 68 causó una gran descomposición… Era un momento muy traumático, muy difícil, había muchos compañeros que estaban en la cárcel o que habían pasado a otra vida.

Ese fue el bautizo político del joven cuyas fotografías (hablando con cinco granaderos; cubriéndose el rostro del inminente culatazo que le propinaría uno de ellos) se volverían emblemáticas de aquel tiempo ciego y tiránico. Veinticinco años más tarde, ese joven llamado Ernesto Zedillo llegaría a ser –sin buscarlo, en realidad– presidente de México y llevaría a cabo una reforma política cuya transcendencia sería solo comparable a la Constitución liberal de 1857 que la generación de Juárez puso en práctica por escasos diez años (1867-1876) y que Madero restauró, fugazmente, de noviembre de 1911 a febrero de 1913.

Aquellos experimentos concluyeron trágicamente, por un golpe de Estado. Ochenta años después, en 1994, gracias a la iniciativa de Zedillo, con el concurso de todos los partidos y amplios sectores de la sociedad civil, México volvió al origen. Intentaríamos, por tercera vez en nuestra historia, ser en la realidad lo que dictaba la letra y el espíritu de nuestra Constitución: una república, representativa, democrática y federal.

Ahora, al ver la inminente destrucción de la obra que labró con otros muchos mexicanos de buena fe, Zedillo ha levantado patrióticamente la voz: “México transita de la democracia a la tiranía”. Probablemente su llamado a detener la “reforma judicial” (ese acto final de demolición) no haga mella en el poder que se autoproclama “heredero del 68”. Ostentación ridícula: nada tienen que ver este régimen y su partido con el 68: avalan a las dictaduras de América Latina y ahora mismo firman tenebrosos “convenios de cooperación” con el gobierno cubano. Ni el expresidente (que proviene del rancio PRI) ni su sucesora (cuya participación en huelgas universitarias no legitima su supuesta filiación con el 68) creen en la democracia, ni en la división de poderes, ni en la justicia ni en la libertad.

Vivimos el tercer golpe de Estado a la democracia y la libertad. Que el régimen lo sepa: los mexicanos no esperarán ochenta años para recobrarlas. En la larga cuenta de la historia, golpeado entonces y ahora por la autoridad, fiel a la verdad, Ernesto Zedillo tendrá la razón final. ~

Publicado en Reforma el 11/V/25.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba