La alta abstención demuestra que el descontento crece en Cuba a pesar del miedo
La incógnita que no puede despejar la dictadura es cuál es la proporción de los que no se atrevieron a abstenerse, a anular o a dejar en blanco su boleta, que todavía aprueban la gestión de los gobernantes
. . «Colegio electoral» en La Habana, este 27 de noviembre. (14ymedio)
Quizás el único resquicio que tienen en Cuba los ciudadanos respetuosos de las leyes para manifestar su descontento se abre frente a las urnas, bien sea en los referendos o en los procesos electorales, sean estos los municipales o en los que se acude para admitir o rechazar la candidatura de diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).
El resultado del sufragio realizado el domingo 27 de noviembre, donde quedó expuesto un récord de abstención, según los datos oficiales, de un 31% –a lo que se suma ese otro 11% de boletas en blanco o anuladas–, es una prueba inequívoca de que el descontento crece a pesar del miedo.
La incógnita que no puede despejar la dictadura es cuál es la proporción de los que no se atrevieron a abstenerse, a anular o a dejar en blanco su boleta, que todavía aprueban la gestión de los gobernantes, que todavía creen que el socialismo es el camino. ¿Cuántos son los simuladores?
Si la campaña de «Yo no voto» cobra más adeptos para ese momento, se podría producir un desplome de la legitimidad del régimen que no habría manera de ocultar, por muchos ajustes que hagan
Recientemente pronostiqué que en esta oportunidad las abstenciones superarían el 30% y advertí que hacía rato que se había acabado el entusiasmo y que ya empezaba a acabarse el miedo. Quizás hubiera sido más acertado decir que el miedo está cambiando de bando, porque los que se ponen nerviosos son aquellos que durante años han expuesto la participación ciudadana en estos eventos como una prueba del respaldo de la ciudadanía al Partido Comunista.
Ahora podrán argumentar que en la Florida, Estocolmo o París la abstención suele ser mucho más elevada, pero en estos lugares donde no hay frecuentes apagones ni cola para comprar pollo ni presos políticos, la abstención es tenida como una señal de higiene mental (o higiene ciudadana) porque la política, sea de una u otra tendencia, no le cambia significativamente la vida a las personas.
Lo que les preocupa ahora a los que mandan en Cuba, después de esta prueba de fuerza de los inconformes, es qué va a pasar en el proceso electoral para aprobar las propuestas de la Comisión de Candidaturas para rellenar los puestos del Parlamento en 2023, en el cual es un requisito que los candidatos cuenten con más del 50% de los votos de los electores.
Si la campaña de «Yo no voto» cobra más adeptos para ese momento, se podría producir un desplome de la legitimidad del régimen que no habría manera de ocultar, por muchos ajustes que hagan con los números. Para evitar semejante descalabro, los que mandan en Cuba tendrían que hacer numerosas concesiones, entiéndase: liberar a los presos políticos, permitir que los campesinos produzcan y vendan según las leyes del mercado, aceptar el fracaso de la empresa estatal socialista, abrir las fronteras a los exiliados y terminar con la lista de «regulados». Tendrían que cambiar todo lo que realmente necesita ser cambiado, pero, si lo hacen, es el fin.