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La argentinización de Chile

'Los chilenos quieren imitar a su fracasado vecino… y ya lo están logrando, al menos en materia monetaria.'

El presidente argentino Alberto Fernández (izq) y su homólogo chileno, Gabriel Boric.
El presidente argentino Alberto Fernández (izq) y su homólogo chileno, Gabriel Boric. TELAM

 

 

En Más allá del principio de placer,Freuddescribe la pulsión de muerte o thanatos como tendencia «de todo lo vivo» a retornar a un estado de calma negativa, una tendencia a terminar conflictos internos, no mediante una solución enriquecedora (síntesis, en términos hegelianos), sino yendo a un idílico estado mental de desintegración corpórea donde no existen o están inertes las tensiones del conflicto presente. Es una huida hacia atrás, una involución «histérica» que somatiza en comportamientos sadomasoquistas y autodestructivos.

Pareciera que, en esa obra de 1920, Freud estuviese diagnosticando lo que se haría Chile a sí mismo casi exactamente un siglo después, cuando en estallido violento erupcionaron los latentes atolladeros de una sociedad que vive acomplejada de su propio éxito, traumatizada por un injusto reparto de riquezas hecho en dictadura que la democracia no ha sabido corregir, un pecado original que la nueva izquierda ha manipulado para emponzoñar la convivencia.

Sin desmerecer los dramas que arrastra aquel país, es obvio que las generaciones actuales ponderan muy poco el valor de lo logrado, y para corregir reales o imaginarias injusticias pasadas, parecen dispuestos a desechar los fundamentos liberales que marcaron la diferencia institucional entre Chile y el resto de América Latina, que son a su vez, la razón de una prosperidad inigualada en el continente y muy superior a la de su vecino «más» querido, Argentina.

Chile supera a Argentina en ingreso per cápita; la inflación rara vez supera el 3% anual mientras la argentina roza el 40%; el déficit no sobrepasa el 2%, teniendo muy consolidada la situación fiscal y monetaria con una estabilidad reconocida internacionalmente, cuando Argentina se muestra en universidades de todo el mundo como ejemplo de lo que no debe hacer un gobierno. La prosperidad chilena ha permitido invertir 25 veces más en Argentina de lo que esta ha podido invertir en Chile.

Pero si algún dato es importante es el siguiente: en 2006 tanto Chile como Argentina tenían un 29% de pobreza; en 2018, la de Argentina había aumentado al 32%, ¡mientras la de Chile cayó al 8%! ¿Hay alguna duda sobre qué país debe imitar al otro? Pues los chilenos parecen tenerlo claro, ellos quieren imitar a su fracasado vecino… y ya lo están logrando, al menos en materia monetaria.

Cuando recientemente la Reserva Federal norteamericana subió los tipos de interés provocando una devaluación automática de las monedas latinoamericanas, las dos que peor se comportaron fueron la argentina y la chilena.

Que el peso argentino se devalúe es lo normal, viene pasando desde que el estatismo se instaló en la siquis colectiva de la nación gaucha haciéndola víctima de demagogias de izquierda y derecha, pero que se devalúe el peso chileno sí es novedad, e indica un cambio cualitativo en la inserción de Chile en la economía mundial.

Antes del triunfo de esta nueva izquierda chilena —Presidencia y Convención Constitucional— si por alguna razón aumentaba el atractivo de repatriar dólares hacia EEUU, y algunos capitales salían apresurados provocando una devaluación del peso chileno, casi simultáneamente, otros capitales llegaban al país para aprovechar el circunstancialmente favorable tipo de cambio.

Chile salía ganando, se deshacía de inversores cortoplacistas y recibía a los dispuestos a arriesgarse y buscar oportunidades reales de negocios en un marco legal confortable, lo que enriquecía al país.

Ese mecanismo automático de regulación del valor del peso chileno sin casi intervención de su Banco Central, mecanismo que estaba respaldado por el volumen de inversión extranjera per cápita más alto del continente, no está funcionando ahora, y por primera vez en la historia un dólar llegó a costar 1.000 pesos chilenos.

¿Por qué? Hay muchas explicaciones técnicas, entre ellas una amenazante reforma fiscal, pero en el fondo, es porque los inversores y empresarios temen que el cambio en Chile rebasará la legislatura del actual presidente Boric. Los chilenos parecen estar optando por un nuevo marco institucional más «social e inclusivo», corriendo el eje de poder desde el mercado hacia el Estado… como en Argentina.

Chile estaba muy cerca de convertirse en un país del Primer Mundo como lo estuvo antes Argentina, pero en ambos casos el thanatos, la pulsión de muerte, ha sido irresistible, y si a Argentina hay que perdonarle su error y posterior decadencia porque «no lo sabían», ¿cómo justificarán los chilenos de hoy, ante las futuras generaciones, la argentinización de su país y sus predecibles consecuencias, teniendo a su desastroso vecino de ejemplo?

Esperemos que antes de septiembre, cuando los chilenos decidirán en urnas si argentinizarán su Constitución, haya tiempo para que muchos de ellos pasen por el sillón de un buen sicoanalista, preferiblemente uno argentino.

 

 

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