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La Asamblea Nacional china sellará el giro autoritario de Xi Jinping

El Parlamento orgánico del régimen, que empieza este domingo, lo renovará como presidente del país y reforzará aún más el control del Partido Comunista sobre el Estado y la economía

                              Xi Jinping es recibido en el Gran Palacio del Pueblo en Pekín AFP

 

Tras perpetuarse en el poder durante el XX Congreso del Partido Comunista celebrado en octubre, donde incluso expulsó de la sala a su antecesor Hu Jintao, el presidente de China, Xi Jinping, culmina ahora su deriva autoritaria y personalista. Continuando el proceso que arrancó en dicho cónclave, lo hará en la Asamblea Nacional Popular, la reunión anual del Parlamento orgánico del régimen chino que empieza este domingo y durará hasta el lunes 13. En el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, mismo escenario del Congreso del Partido Comunista, sus casi 3.000 diputados reelegirán a Xi Jinping como presidente de la República Popular China. Para ello, en 2018 ya reformaron la Constitución y abolieron el límite de dos mandatos de cinco años que regía desde la década de los 90 con el fin de dar paso a una nueva generación y evitar los desmanes de la época de Mao Zedong.

Metiendo la marcha atrás a China, Xi no solo no se retirará del poder como sus predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao, sino que aspira a elevarse como un nuevo ‘Gran Timonel’ en pleno siglo XXI. Convertido ya en el dirigente más poderoso desde Mao, en esta Asamblea renovará como presidente y, además, sacará adelante una serie de «reformas institucionales» para reforzar aún más el control del Partido Comunista sobre los órganos del Estado y la economía.

Según informa la agencia estatal de noticias Xinhua, así lo recoge una propuesta del Comité Central del Partido que será enviada a la Asamblea Nacional para su aprobación. «La reforma será orientada, intensa y de amplio rango, afectando a intereses muy arraigados», ordenó Xi al Comité Central. Aunque no han trascendido sus detalles, se prevé una «reestructuración profunda» del sector financiero y más controles sobre la ciencia y la tecnología, sectores clave en la «guerra de los microchips» abierta con Estados Unidos.

Influencia en empresas privadas

Junto a los cambios que se esperan en ministerios y agencias gubernamentales que han fomentado el extraordinario crecimiento económico de China desde su apertura al capitalismo a finales de los 70 y principios de los 80, Xi Jinping avanzó una mayor influencia del Partido Comunista en empresas privadas, asociaciones industriales y cámaras de comercio.

«2023 es el primer año para implementar completamente los principios del XX Congreso del Partido Comunista. El Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para la Nueva Era debe ser implantado concienzudamente, y se debe defender con firmeza la autoridad y el liderazgo unificado y centralizado del Comité Central con Xi Jinping como su núcleo», clamó Xinhua con la pomposidad habitual de la propaganda.

A la espera de que se concreten las medidas, estos cambios llegan en un momento trascendental para China. El objetivo ahora es la reactivación económica tras el abrupto final de las restricciones de la política de Covid 0, que el año pasado mermaron el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) a solo el 3 por ciento, una de las cifras más bajas del último medio siglo.

Con una batería de medidas de estímulo, el primer ministro saliente, Li Keqiang, anunciará este domingo ante la Asamblea su objetivo de crecimiento para este año, que estará en torno al 5 por ciento. Algunos medios estatales incluso elevan la previsión al 6 por ciento, pero la economía china se enfrenta a serios problemas. Entre ellos destacan el consumo interno insuficiente, la falta de confianza del sector privado, la crisis inmobiliaria, la elevada deuda de las administraciones locales, el frenazo a las exportaciones y las tensiones geopolíticas por la guerra de Ucrania y el apoyo implícito de China a Rusia.

Para que la economía repunte, Xi Jinping se rodeará del grupo de leales a los que aupó durante el último Congreso del Partido Comunista. Con algunos de ellos acompañándole en el Comité Permanente del Politburó, entre ellos destaca su número dos y antiguo secretario del Partido en Shanghái, Li Qiang, quien previsiblemente será designado primer ministro. Junto a él, los diputados de la Asamblea nombrarán a otros cargos del Consejo de Estado (Gobierno) y demás instituciones del Estado.

Además de Li Qiang, todo apunta a que también se encargará de la economía He Lifeng, quien se postula para reemplazar a Liu He como viceprimer ministro y a quien ‘The Wall Street Journal’ sitúa como comisario del Partido en el Banco Popular (Central) de China.

Leales contra tecnócratas

Aunque Xi prima a los leales sobre los tecnócratas para dirigir la economía, los expertos confían en que finalmente se imponga el pragmatismo de los dirigentes chinos para seguir adelante con su reforma y apertura al mundo. Pero, desde la pandemia de Covid y la guerra de Ucrania, soplan nuevos vientos en contra de la globalización y cada vez son más las voces, sobre todo en EE.UU., que apuestan por el desacoplamiento para que ni la energía ni el comercio de las democracias occidentales dependan de países con regímenes políticos rivales como Rusia o China.

«Algunos países han abusado de la extraterritorialidad de sus leyes domésticas violando las normas internacionales con el objetivo de eliminar a entidades e individuos extranjeros pensando solo en sus propios intereses», respondió este sábado el portavoz de la Asamblea, Wang Chao, cuando le preguntaron en la rueda de prensa de presentación por las relaciones con la Casa Blanca. Sin citar expresamente a EE.UU., insistió en que «China se opone con firmeza a esos actos y ha promulgado una serie de leyes para contrarrestar esos intentos de contención, supresión e injerencia en asuntos internos».

Su discurso cambió por completo cuando un medio ruso le preguntó por los lazos con la Unión Europea. «Ambas partes han acordado trabajar por el desarrollo de las relaciones bilaterales y rechazado una nueva Guerra Fría, la confrontación de bloques y el desacoplamiento económico», explicó Wang, quien aseguró que «entre China y Europa no hay desacuerdos estratégicos fundamentales ni conflictos». Aunque admitió que «alguna gente sostiene que China y Europa son rivales sistémicos y alertan de la amenaza china», advirtió de que «tal caracterización no beneficia a nadie» y recordó que «China siempre ve a Europa como un socio estratégico integral». Apelando a la economía para salvar las diferencias, señaló que «juntos, China y Europa pueden aumentar el comercio y las inversiones».

Ucrania y Taiwán

Al revuelto escenario internacional se suman las tensiones por Taiwán, la isla independiente ‘de facto’ pero reclamada por Pekín, que ha prometido reunificarla incluso por la fuerza si es necesario. Mirándose con miedo en el espejo de Ucrania, Taiwán teme una invasión china en los próximos años, por lo que ha estrechado sus lazos militares con EE.UU., su principal aliado y proveedor de armas.

En medio del rearme que se está viviendo en Asia, como se aprecia en Taiwán, Japón y la India, este año se espera un nuevo aumento de los gastos militares de China. El año pasado, la subida fue del 7,1 por ciento hasta alcanzar oficialmente los 1,45 billones de yuanes (197.000 millones de euros). Aunque los expertos sospechan que la cifra es mayor, los medios chinos recuerdan que el presupuesto del Pentágono para este año es cuatro veces más, 817.000 millones de dólares (768.000 millones de euros), y que EE.UU. y otros países de la OTAN presentan unos gastos militares por encima del 2 por ciento del PIB y Pekín los mantiene en torno al 1,3 por ciento. Con las espadas en alto y el miedo a una guerra en Taiwán, arranca la Asamblea Nacional china para sellar el giro autoritario del presidente Xi Jinping.

 

 

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