La carrera presidencial recién empieza
Los candidatos deberán dedicarse las próximas semanas a convencer a un electorado descontento y preocupado por el camino por el que va Chile y no dar por hecho que el resultado de la contienda ya está decidido.

Aunque la comentocracia nacional hace meses ha estado profundamente inmersa en la campaña para la elección presidencial del 16 de noviembre, los votantes recién empiezan a poner a atención a las propuestas y atributos de personalidad de los ocho candidatos que aspiran a suceder al Presidente Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda. El debate presidencial organizado por Chilevisión el miércoles 10 de septiembre fue la primera oportunidad en que todos los candidatos se pararon en un mismo plató.
Si bien siempre ayuda ir arriba en las encuestas, sería un error que los que actualmente ocupan el primer y segundo lugar en intención de voto, el derechista radical José Antonio Kast y la militante comunista Jeannette Jara, equivocadamente crean que tienen asegurado su paso a segunda vuelta. Precisamente porque los electores quieren que quede claro que son ellos, con su voto libre y soberano, quienes elegirán a la persona que ocupe la presidencia del país entre marzo de 2026 y marzo de 2030, los candidatos deberán dedicarse las próximas semanas a convencer a un electorado descontento y preocupado por el camino por el que va Chile y no dar por hecho que el resultado de la contienda ya está decidido.
Las elecciones de noviembre tendrán una serie de particularidades que la harán muy distinta a comicios anteriores. A diferencia de la contienda de 2021, cuando el país estaba embriagad o por el fervor constituyente, la contienda de 2025 será una oportunidad para que la gente castigue a los que irresponsablemente nos hicieron ir por un camino que no llegó a ninguna parte. Seis años después del estallido social, el malestar de los chilenos sigue alto, pero además se suma la frustración del fallido doble intento por redactar una nueva Constitución.
En la contienda de noviembre habrá votación obligatoria con inscripción automática por primera vez en la historia de las elecciones presidenciales en el país. Nadie sabe muy bien qué harán esos más de 6 millones de electores que irán a las urnas a votar por primera vez en una contienda presidencial. Si bien sabemos más o menos cómo votan los que históricamente han participado en elecciones presidenciales -los otros 7,5 millones de electores- ese enorme caudal de votantes primerizos bien pudiera darnos una sorpresa. Esos electores que irán obligados a votar están menos interesados en la política y tienen menos apego a los partidos tradicionales. Esos votantes tienen más probabilidad de creer que todos los políticos son corruptos y que la clase política defiende más sus propios intereses que el bienestar de la gente común. Pero no sabemos cómo va a votar ese electorado.
Ya que los electores primerizos serán los decisivos, hay buenas razones para pensar que las próximas nueve semanas determinarán cuáles de las opciones disponibles serán las que más atraigan a aquellos votantes.
Los candidatos que actualmente lideran en las encuestas, José Antonio Kast y Jeannette Jara, naturalmente preferirían que las cosas se mantuvieran como están ahora y que los electores nuevos se comporten de la misma forma que lo que ahora dicen las encuestas. Pero el querer mantener el statu quo de la campaña pudiera llevar a Kast y a Jara a olvidarse de su tarea de convencer a los votantes y demostrar a los electores que los candidatos entienden que la gente es la que toma la decisión final sobre quién va a gobernar. Si los candidatos se esconden de los debates o sólo asisten a eventos entre los que ya tienen decidido su voto, el electorado indeciso y que todavía puede cambiar de opinión castigará la falta de coraje y la comodidad de aquellos que creen que ya tiene el pasaje asegurado para la segunda vuelta.
Las personas saben que tienen pocas herramientas para influir en lo que hace la clase política. Pero la gente también sabe que el voto en la elección presidencial es una herramienta poderosa para premiar o castigar a la clase gobernante. Si bien las encuestas muestran que una mayoría de los chilenos está con ganas de castigar al gobierno izquierdista saliente y que la gente en realidad sigue molesta con las élites del país, no está claro todavía en qué forma esa enorme masa del electorado va a canalizar su castigo. No sabemos si la gente está más molesta con el gobierno saliente, que representa Jeannette Jara, o con la élite empresarial, que representa más bien Evelyn Matthei aunque, de forma creciente, también José Antonio Kast. No sabemos si el malestar popular es contra toda la élite política -y por lo tanto los candidatos que no han vivido de la política pudieran tener más apoyo- o sólo contra los representantes de los partidos tradicionales.
Los candidatos que puedan demostrar que entienden la rabia de la gente y que sean capaces de dibujar una hoja de ruta para llevar al país por un mejor camino recibirán el premio de un electorado que se siente insatisfecho, descontento y decepcionado de la clase política. Los candidatos que en las próximas semanas se comporten como si ya tienen asegurado su paso a la segunda vuelta arriesgarán ser receptores también del descontento popular que se anticipa como el gran factor que definirá al ganador de esta elección.