La crisis de la reforma de las pensiones de Macron encumbra a Marine Le Pen en intención de voto
La extrema derecha ganaría las elecciones con el 55% de los votos, según una encuesta
Si el próximo fin de semana se celebraran elecciones presidenciales en Francia, Marine Le Pen sería elegida presidenta de la República y su partido, Agrupación Nacional (AN), se confirmaría como la formación política más votada por los obreros y las clases sociales más modestas.
En las presidenciales de abril y mayo del año 2022, Emmanuel Macron fue elegido con el 58,55% de los votos emitidos en la segunda vuelta, eliminando a Marine Le Pen, quien sólo fue elegida por el 41,45% de los votantes. Un año más tarde, según un sondeo de Elabe para la BFMTV, la primera cadena de información permanente (privada), Le Pen se haría con el 55% de los votos, derrotando a Macron, quien solo obtendría el 45%. En doce meses cortos, la candidata de extrema derecha habría ganado 13,55 puntos en intención de voto, mientras que el presidente actual habría perdido la misma proporción de apoyos.
La crisis de las pensiones ha favorecido considerablemente a la extrema derecha en Francia. Sin embargo, el ascenso de AN y su presidenta y fundadora es muy anterior. Asistimos a la culminación de un proceso histórico que viene de muy lejos, aunque acelerándose de manera llamativa desde las elecciones europeas de 2019, cuando la extrema derecha se convirtió en el partido más votado en Francia.
El hundimiento
En aquellos comicios, la formación de Macron sólo consiguió el 22,42% de los votos, los ecologistas se quedaron en el 13,48%, Los Republicanos (LR, derecha tradicional) obtuvieron un 8,48%, La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda) consiguió el 6,31 %, el PS tuvo el 3,27% y el PCF quedó diluido en una insignificancia absoluta. El ascenso de la extrema derecha coincidía ya entonces con el hundimiento histórico de la derecha, el socialismo y el comunismo tradicionales. Se abría una nueva página en la historia de Francia.
Las legislativas del 2022 confirmaron esa tendencia de fondo y gran calado: Macron consiguió el 27,85% de los votos, seguido de Marine Le Pen con el 23,15% y Mélenchon (extrema izquierda) con el 21,95%. Eso se tradujo en que Renacimiento, el partido de Macron, consiguió 170 escaños, seguido de la Agrupación Nacional de Le Pen con 89 escaños. Se trataba de un aldabonazo en la historia parlamentaria de Francia, confirmado de manera espectacular once meses más tarde.
Culminando esas tendencias de fondo, Marine Le Pen no solo podría ser elegida presidenta el fin de semana que viene, si hubiera elecciones, sino que su partido mejoraría de manera evidente su implantación social.
La extrema derecha es el primer partido obrero de Francia desde hace más de veinte años, votado del 30 al 35% de ese sector poblacional. Todos los estudios sociológicos confirman que ha seguido creciendo entre las clases sociales menos favorecidas, cuando el PS y el PCF dejaron de ser partidos obreros hace años y cuando la extrema izquierda está bien implantada entre los jóvenes de las periferias urbanas.
Paradójicamente, la ascensión de Marine Le Pen coincide con una disputa contra su propio padre, Jean-Marie Le Pen y contra su sobrina, Marion Maréchal, que aspiraba a liderar el partido político ‘familiar’ hasta confesar su derrota y militar en un grupúsculo de extrema derecha liderado sin éxito por Éric Zemour.
Disputa familiar
La extrema derecha comenzó a crecer de manera llamativa, cuando Marine decidió «recentrar» el partido fundado por su padre, Frente Nacional (FN, heredero de las antiguas corrientes neo nazis y neofascistas), para defender una extrema derecha menos radical. Su padre, Jean-Marie, denunció el giro político de Marine, diciendo que su hija había convertido el partido familiar en un «partido de mariquitas».
Marine no dudó en utilizar un puño de «hierro» para expulsar a su propio progenitor de la antigua FN, reconvertida en AN. El patriarca, ahora hospitalizado de gravedad, decidió apoyar a su sobrina para intentar desestabilizar a su propia hija. Marine también ganó esa guerra familiar que hoy divide a los Le Pen.