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La cruzada por el voto

María Corina Machado encabeza la lucha en defensa del voto en Venezuela. Este esfuerzo, en realidad, comenzó varios años atrás.

                                             Foto: Carlos DíazCC BY 2.0, via Wikimedia Commons

 

Hace casi veinte años la cruzada de María Corina Machado por los derechos electorales de la ciudadanía venezolana apenas comenzaba.

La coyuntura actual que atraviesa mi país no ha alcanzado aún su ápex pero no es imprevista, está preñada además de consecuencias de gran calado histórico, estoy seguro que irreversibles para el inmediato futuro político de nuestra América. No será ocioso, ante ello, volver a andar el camino recorrido por una excepcional lideresa civilista latinoamericana, una gran reformadora del tipo aristotélico que Albert Hirschman describió en su momento.

Los promotores de la cruzada fueron Machado y una pequeña dotación de expertos en diversas disciplinas científicas y ya curtidos en la gerencia pública. Gran parte de ellos eran compañeros de generación de María Corina. Pusieron acento en las problemáticas electorales, en las taras y acechanzas que minan la democracia en nuestra región. Con esas miras se agruparon en una onegé y la bautizaron “Súmate”.

Inicialmente, y ello solo en el mejor de los casos, obtuvieron condescendencia y deseos de buena suerte de parte de la clase política opositora, conformada en aquel entonces por la planas mayor e intermedia de los partidos nacionales que la irrupción de Chávez había puesto fuera de combate –esto no es una imagen manida– a finales del siglo pasado.

Pero la recepción de la “iniciativa Machado” –así la llamaré para mayor agilidad argumentativa– fue de rechazo por parte de los cogollos de la vieja política. El motivo primordial era una cruza del espíritu de cuerpo ante una criatura extraña como Súmate y de la misoginia pura y dura. Un relente de esta percepción podía sentirse todavía hasta hace poco en la valoración que los barones de la oposición partidista venezolana daban a la hoy indiscutible jefa política del cuadro opositor.

Providencialmente, Súmate echó a andar y muy pronto hizo sus primeras armas. En 2004, la oposición venezolana se hallaba exhausta luego del fracaso del putsch de abril de 2002.

Este no es sitio ni momento para una digresión forzosamente compleja sobre todo lo ocurrido desde entonces. Diré solo que una coalición de partidos y de oenegés promovieron un referéndum revocatorio del mandato de Chávez previsto en la Constitución.

Súmate coordinó la recolección de firmas que, de acuerdo a la Constitución, debían acompañar la solicitud ante la autoridad electoral.

En agosto de 2003 la oposición recabó 3.2 millones de firmas que fueron rechazadas por el Colegio Electoral, alegando maliciosamente un tecnicismo legal. En noviembre, se obtuvo en tiempo récord la cantidad de 3.6 millones de firmas. De nuevo, el organismo oficial rechazó la solicitud alegando que tan solo 1.9 millones de las firmas eran válidas. La protestas que siguieron causaron 14 muertes y más de quinientas detenciones.

Fueron innúmeros los obstáculos que se tendieron para embarazar la realización del referéndum que al final fue ganado por Chávez en agosto de 2004 con una razón favorable de 59.1% mientras que la oposición obtuvo un 40.6%, según la relación oficial.

En el proceso se registró la más perversa torsión de la norma electoral que haya padecido la población venezolana: en febrero de aquel año, en su programa de televisión, Chávez pidió al organismo electoral que hiciera públicas las firmas que solicitaban el referéndum.

Un base de datos con los nombres de más de 2.4 millones de ciudadanos fue expuesta en una páginas web. Quienes figuraron en esa base de datos fueron despedidos de sus cargos, si eran funcionarios públicos, o inhabilitados para contratar con el Estado. Una incalificable violación del secreto del voto. Un oprobioso apartheid se tendió sobre la vida pública venezolana.

Hasta aquel tiempo se remonta la ojeriza del régimen contra María Corina Machado, quien no pudo postularse como candidata a la presidencia de la República en las recientes elecciones en virtud de una arbitraria inhabilitación.

Su indoblegable determinación en pro del respeto a todas las provisiones constitucionales que en una democracia deben rodear al voto ciudadano ha triunfado en toda la línea. Los resultados de la elección de 28J son inobjetables, dan por elegido a Edmundo González Urrutia, están ya en el dominio público, por sobre cualquier fraudulento amaño de última hora.

Y no acompañan a Maduro. ~

 

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