El humanismo cristiano obliga a considerar a la persona humana como el centro motor y sagrado de la organización social. Ser cristiano obliga a cumplir el mandamiento nuevo que nos dejó Jesucristo , al decirnos que tenemos la obligación moral de amarnos los unos a los otros como Él nos amó.
El camino propio iniciado por la Democracia Cristiana es un reflejo natural de consecuencia con los valores humanistas y cristianos que la identifican y puesto que la acción política de la Nueva Mayoría ha incomodado al alma de miles de militantes, quienes han buscado en la base del partido la fuerza que nace de la esperanza, mediante la entrega generosa y desinteresada, en el afán de servir a los más pobres y desprotegidos de la sociedad, siguiendo el ejemplo de Jesús. La Nueva Mayoría no ha sido capaz de encarnar estos valores.
Hubo que pedir perdón, puesto que muchos dirigentes se apartaron de las conductas que hicieron grande a la DC, precisamente al no llevar a cabo a través de la acción política, las obligaciones morales que emanan de los fundamentos del humanismo cristiano que la diferencian de otros grupos que desarrollan una acción política.
«Las exigencias éticas e históricas del humanismo cristiano no están en el mercado de las astucias y del pragmatismo que las ignora o las desprecia, pero que trata de utilizarlas de los labios para afuera, para encubrir conveniencias inmediatistas o intereses creados o por crear dentro y fuera del Partido, dentro y fuera del Gobierno, porque entonces el oportunismo político la transformará rápidamente en una feria de intereses personales cuando no bastardos».
Estas fueron las últimas palabras de un hombre íntegro que despertaba la admiración de la juventud chilena, con un mensaje que le nacía del corazón y que abría esperanzas de un Chile mejor. Fue el último mensaje que Radomiro Tomic envió a su partido, la Democracia Cristiana, en octubre de 1991, en pleno gobierno de su amigo Patricio Aylwin, a poco menos de tres meses de su muerte ocurrida el 3 de enero de 1992.
La Nueva Mayoría no encarnó las exigencias éticas e históricas del humanismo cristiano y hubo que pedir perdón por parte de la presidenta del Partido, senadora Carolina Goic, delante del féretro de Patricio Aylwin, un gran Presidente, quien con sencillez y coraje, fue capaz de mostrar a Chile su consecuencia con esos valores trascendentes.
Radomiro Tomic con esa admirable capacidad de adelantarse a los hechos, entregó su última enseñanza moral a los «miles de militantes que no serán nunca personajes y cuyos nombres y fotografías no saldrán en los periódicos. Porque nadie buscó hacer sombra a nadie, pudimos preservar la unidad en el ideal común , la solidaridad en la conducta, la participación y la confianza de todos con todos» , nos decía Tomic. El egoísmo en procura del poder a cualquier precio destruye la base moral de cualquier organización.
Hubo que pedir perdón.
Hoy día si de pretende lograr cargos de poder mediante alianzas espúreas que no reflejan el ideal común, se estaría menoscabando el enorme esfuerzo moral que está efectuando Carolina, cuya candidatura representa genuinamente un retorno a los valores del humanismo cristiano. Es mucho más valioso el reencuentro con esos valores que disponer de un senador o un diputado más, puesto que «las exigencias éticas e históricas del humanismo cristiano no están en el mercado de las astucias o del pragmatismo que las ignora o las desprecia», como nos predicaba Tomic.
Los humanistas cristianos se encuentran nuevamente frente a una izquierda que desconoce la gran tarea llevada a cabo por la Concertación, de la que hemos sido eficaces protagonistas y a una derecha insaciable por el poder y dinero.
Ser consecuentes con los principios constituye un paso de gran envergadura para demostrar que los humanistas cristianos no claudicaremos ante los arrullos del poder, traicionando esos principios. Por el contrario, tenemos el deber de luchar Incansablemente por ellos. El poder viene por añadidura como lo demostraron los líderes fundadores de la Democracia Cristiana.