Política

La debacle del «TrumpRyanCare»

La acción de revocar la «Ley del Cuidado de Salud Asequible» , del gobierno de Obama, estaba destinada a ser la primera demostración de la potencia y la eficacia de un gobierno republicano unificado. Ha resultado ser una muestra de incompetencia y de crueldad.

Los líderes republicanos retiraron su propuesta de Ley de asistencia médica estadounidense antes de una votación prevista para el viernes por la tarde después de que quedó claro que ellos no tenían los votos para aprobarla. Muchos conservadores de extrema derecha se opusieron al proyecto de ley porque no habría derogado por completo el ACA, u Obamacare. Y algunos republicanos más moderados dijeron que no votarían a favor porque el proyecto de ley podría causar un daño inmenso – 24 millones de personas perderían el seguro de salud en los próximos 10 años y millones de personas se verían afectados con primas más altas y mayores costos para su bolsillo-. Sin duda, muchos de ellos también estaban pensando en una reciente encuesta de la Universidad Quinnipiac, donde se indicaba que el 56 por ciento de los votantes estadounidenses se oponía a la nueva legislación y sólo el 17 por ciento la apoyaba.

Cuando Barack Obama era presidente los miembros republicanos de la Cámara votaron decenas de veces para derogar la ley de salud en un ejercicio simbólico destinado a apelar a su base. Pero nunca presentaron  un plan que mejorase la ley para sus sus votantes. Aún así, los líderes del GOP imaginaron que con la Cámara, el Senado y la Casa Blanca en sus manos, lo que había sido una vez una amenaza hueca podría convertirse en política real. Que no hayan logrado este esfuerzo legislativo también puede afectar el resto de su agenda – recortes de impuestos para los ricos, el cambio de la estructura del impuesto de sociedades y el nuevo gasto en infraestructura-. La debacle le indica al Presidente Trump y Paul Ryan, el presidente de la Cámara, que no pueden contar con mayorías republicanas automáticas, especialmente cuando están ofreciendo una propuesta destructiva, incoherente.

Que es en buena medida lo que pasó aquí. A pesar de sus ataques incesantes a la Ley de Salud que Obama firmó en marzo de 2010, Trump, Ryan y sus colegas nunca han tenido un plan alternativo y viable que pudiera obtener el apoyo de una mayoría en el Congreso. Es por ello que se apresuraron en presentar un improvisado proyecto de ley, sin pasar por el laborioso proceso de celebrar audiencias y crear coaliciones. Las carreras de última hora no lograron disimular el propósito subyacente y cada vez más evidente, que era reducir los impuestos para los ricos mediante la reducción de beneficios para los más necesitados.

Mientras tanto, el gran negociador en la Casa Blanca fue completamente ineficaz. Trump pasó unos días engatusando y amenazando legisladores para a continuación hartarse y decir que había hecho todo lo posible y que ahora se dirigía a otros asuntos. Grupos que representan a los médicos y los hospitales, así como grupos de interés público como la AARP y la Unión Americana de Libertades Civiles, lucharon duro, e incluso gobernadores republicanos como John Kasich de Ohio y Brian Sandoval de Nevada se opusieron al proyecto de ley.

De hecho, mientras se acercaba el momento de la votación, el apoyo público a Obamacare subió – el 49 por ciento de los encuestados este mes por la Fundación de la Familia Kaiser tenía una opinión favorable de la ley, frente al 43 por ciento en diciembre. Obamacare, aunque no sin defectos, ha hecho mucho bien. El porcentaje de estadounidenses que no tienen seguro de salud ha caído a 9,1 por ciento, desde un 16,3 por ciento en 2010. Un estudio de Kaiser de 2016, a personas que obtuvieron un seguro en California, encontró que el 77 por ciento de ellos dijeron que sus necesidades de salud se están cumpliendo muy bien o bastante bien. En comparación, sólo el 49 por ciento de las personas señalaron que sus necesidades ya se cumplían tres años antes.

No hay duda de que se necesitan mejoras. Los deducibles y las primas son demasiado altos para muchas personas, y son muchos los jóvenes que no tienen seguro. Unos subsidios más generosos para las personas con ingresos modestos podrían disminuir el coste de la asistencia sanitaria con un gasto relativamente pequeño para el gobierno.

La preocupación ahora, para los defensores de los estadounidenses con bajos ingresos y de los enfermos, es que la administración Trump podría tratar de socavar la Ley de Cuidado de Salud a través de medidas administrativas. Por ejemplo, los funcionarios podrían intentar reducir los subsidios que ayudan a las personas que obtienen ingresos apenas por encima de la línea de pobreza federal, para que tengan que cubrir los gastos de su bolsillo. Los republicanos en la Cámara de Representantes demandaron a la administración de Obama en 2014 para bloquear esos subsidios. Ese caso está aún pendiente, y la administración Trump podría decidir dejar de defender las subvenciones. Tal medida sólo llevaría a agravar los errores cometidos al intentar acelerar un proyecto de ley elaborado solo a medias.

El resultado del viernes es bueno para el país, pero humillante para los líderes republicanos. Para Trump es más bien un recordatorio brutal de que la campaña electoral es la parte más fácil de la política.

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The New York Times

The TrumpRyanCare Debacle

The Editorial Board

Repealing the Affordable Care Act was meant to be the first demonstration of the power and effectiveness of a unified Republican government. It has turned out to be a display of incompetence and cruelty.

Republican leaders withdrew the American Health Care Act before a vote scheduled for Friday afternoon after it became clear that they did not have the votes to pass it. Many far-right conservatives opposed the bill because it would not have completely repealed the A.C.A., or Obamacare. And some more moderate Republicans said they would vote no because the bill would cause immense damage — 24 million people would lose health insurance over 10 years and millions of others would be hit with higher premiums and higher out-of-pocket costs. Surely, many of them were also thinking about a recent Quinnipiac University poll showing that 56 percent of American voters opposed the legislation and just 17 percent supported it.

When Barack Obama was president, Republicans in the House voted dozens of times to repeal the health care law in a symbolic exercise meant to appeal to their base. But never did they present a plan that could improve on the law for their constituents. Still, G.O.P. leaders imagined that with the House, Senate and White House in their hands, what had once been a hollow threat could become actual policy. That they failed in this legislative effort could well affect the rest of their agenda — tax cuts for the rich, changing the corporate tax structure and new infrastructure spending. The debacle shows President Trump and Paul Ryan, the speaker of the House, that they can’t count on automatic Republican majorities, especially when they’re offering a destructive, incoherent measure.

Which is pretty much what happened here. Despite their ceaseless attacks on the health care act since Mr. Obama signed it into law in March 2010, Mr. Trump, Mr. Ryan and their colleagues have never had a workable plan that could gain the support of a congressional majority. That is why they rushed their turkey of a bill to the floor without going through the laborious process of holding hearings and building coalitions. The last-minute wheeling and dealing did nothing to disguise the bill’s underlying and increasingly obvious purpose, which was to reduce taxes for the wealthy by cutting benefits for the needy.

Meanwhile, the great dealmaker at the White House was completely ineffectual. Mr. Trump spent a few days cajoling and threatening lawmakers, then threw up his hands and said he had done all he could and was now moving on to other matters. Groups representing doctors and hospitals, as well as public interest groups like AARP and the American Civil Liberties Union, fought hard, and even Republican governors like John Kasich of Ohio and Brian Sandoval of Nevada opposed the bill.

In fact, as Republicans moved closer to a vote, public support for Obamacare went up — 49 percent of those polled this month by the Kaiser Family Foundation had a favorable view of the law, up from 43 percent in December. Obamacare, though not without flaws, has done a world of good. The percentage of Americans who do not have health insurance has fallen to 9.1 percent, from 16.3 percent in 2010. A 2016 Kaiser study of people who gained insurance in California found that 77 percent of them said their health needs were being met very well or somewhat well. By comparison, only 49 percent of those people said their needs were being met three years earlier.

There is no doubt that improvements are needed. Deductibles and premiums are too high for many people, and too many young people are forgoing insurance altogether. More generous subsidies for people with modest incomes could bring the cost of health care down at a relatively small expense to the government.

The worry now among advocates for lower-income Americans and the sick is that the Trump administration might seek to undermine the health care law through administrative steps. For example, officials could seek to reduce subsidies that help people earning just above the federal poverty line pay for out-of-pocket costs. Republicans in the House sued the Obama administration in 2014 to block those subsidies. That case is still pending, and the Trump administration could decide to stop defending the subsidies. Such a move would only compound the mistakes it made by trying to rush a half-baked bill through the House.

Friday’s outcome is good for the country, but humiliating for the Republican leadership. For Mr. Trump, it is a rather brutal reminder that campaigning is the easy part.

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