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La democracia y el liderazgo en la postmodernidad (I)

Un nuevo humanismo y el reto de la educación

José Ignacio Moreno León / Mayo francés: estudiantes contra el autoritarismo – América 2.1

 

Los procesos de cambios que ha experimentado la humanidad desde los tiempos más remotos hasta la revolución industrial que condujo hacia la  era moderna, se sucedieron en lapsos históricos que acumularon más de 10 mil años. Sin embargo, la dinámica de transformaciones que caracteriza a las nuevas realidades del presente siglo se está imponiendo a velocidades exponenciales, con cambios inéditos que permiten afirmar que ya nada es predecible, lo único seguro es el cambio. Y es así como dejamos en el pasado el tiempo de la Guerra Fría y la modernidad y la sociedad global se encamina, al impulso de la revolución digital, rumbo a la era postmoderna.

La postmodernidad que ya está empezando a desarrollar sus especiales características con paradigmas que están sustituyendo aceleradamente a los de la modernidad que marcaron las características de la cultura occidental o judeocristiana durante más de trescientos años, está planteando serios cuestionamientos a fundamentos de valores modernos como los que sustentan el estado nacional y su definición territorial, ahora confrontando los condicionantes de un mundo multipolar con mercados globales y una economía multinacional. Igualmente este proceso de cambios de la era postmoderna está configurando un modelo de sociedad basado en las diferencias y el pluralismo lo que está marcando nuevas pautas de conducta en la sociedad global.

Con las nuevas realidades impulsadas por la revolución digital se está generando la explosión de la nanomecánica, nanorobótica, la inteligencia artificial y la realidad virtual, con técnicas de producción industrial masiva ya en aplicación con el uso de las impresoras 3D y la robotización de muchas actividades y procesos con nuevos desarrollos de la cibernética . Todos estos adelantos están marcando una gran transformación epocal con un acelerado ritmo de cambios de lo analógico a lo digital y a lo que se estima como un futuro de sociedad cuántica en la que la conciencia y no la materia será la base de lo que exista como un mundo virtual o metaverso. En este acelerado ritmo de cambios se está  configurando  una cibereconomía global que ya no va a estar sustentada en la tradicional explotación de materias primas y recursos naturales,  sino en el aprovechamiento del conocimiento y la innovación científica y tecnológica, con la incorporación del comercio digital y trabajos virtuales, todo lo cual hará que surjan nuevas profesiones y desaparezcan actividades y profesiones tradicionales, con influencia distorsionante en la conducta individual y en el comportamiento del ser humano en sociedad con tendencias que ponen en peligro valores y principios éticos.

Por todo la dinámica de cambios referidos  se hace imposible predecir el comportamiento del ser humano en las próximas décadas  y tampoco se puede señalar la forma como operará en esa sociedad de entornos virtuales  la burocracia de los gobiernos, los sistemas políticos y las fuerzas armadas, es decir que influencia van a marcar estos cambios en la democracia tradicional,  en el liderazgo político y en el ámbito militar que deberá revisar sus conformación organizacional y explorar novedosos conceptos del patriotismo y la defensa nacional.

Hace más de seis décadas Jacques Maritain (1881-1973), el filósofo católico francés y uno de los más notables exponentes del humanismo cristiano,  señalaba que “La tragedia de la democracia moderna consiste en que aún no ha conseguido realizar la democracia“; y en su obra “Cristianismo y Democracia”(1942) advertía que “…los enemigos del ideal democrático no se han desarmado nunca”. Ahora en pleno desarrollo de la postmodernidad, las sentencias de Maritain mantienen plena vigencia,  la democracia adolece aún de notables debilidades que impiden su plena realización, pero con el agravante de que este sistema político debe enfrentar serias amenazas y enemigos  que ponen en grave riesgo su viabilidad futura.

Frente a esos retos de un futuro que ya se está haciendo presente, la libertad y la democracia confrontan amenazas internas y externas. Entre las más resaltantes fallas propias o internas se destacan el resquebrajamiento del sistema de partidos y su liderazgo y la ineficiente gobernanza que se expresa en la incapacidad para resolver problemas sociales críticos como la desigualdad y la pobreza. Con frecuencia  se señala   Igualmente la crisis de valores y principios éticos,   reflejada en manipulaciones perversas de los operadores políticos y en escandalosos casos de corrupción con el consiguiente deterioro del apoyo ciudadano a este sistema político.

Los peligros externos que amenazan la libertad y la democracia están estrechamente vinculados con la dinámica de  cambios que hemos referido y que impulsan al proceso de la globalización contemporánea, con una tendencia economicista que está operando en forma asimétrica y excluyente, haciendo más pobres a los países pobres y generando bolsones preocupantes de pobreza aún en los países industrializados, todo lo cual está generando reacciones globales  que alimentan el populismo, las tendencias autoritarias de gobierno y otros movimientos enemigos de la libertad y la democracia. A estas amenazas antidemocráticas y liberticidas se suma la agenda globalista que persigue suprimir la independencia y soberanía de las naciones y los valores culturales que las sustentan para transformarlas en simples protectorados, reemplazando el estado-nación por una especie de estado mundial y un Nuevo Orden Mundial (NOM). Como dogmas del globalismo se auspicia la ideología de género con programas de adoctrinamiento ya incorporados en sistemas educativos de algunos países, además se promueve un agresivo proyecto político empeñado en impulsar por todo el planeta el colectivismo, el imperio de la tecnocracia y el nihilismo.

El progresismo es otro proyecto global liberticida y antidemocrático, penetrado por el neomarxismo gramsciano y de la Escuela de Frankfurt,  que con pretensiones de hacer del progreso su patrimonio propio, se promueve como dogma no solo entre los tradicionales movimientos de izquierda, sino igualmente entre las históricas corrientes de derecha, para romper con el pasado, con la historia, con la tradición y valores occidentales con la excusa de construir un supuesto orden moral y político nuevo. Esta corriente coincide con el globalismo en el empeño de destruir la familia e impulsar el colectivismo, la tecnocracia y el nihilismo mundial, así como acabar con el esfuerzo educativo y la promoción de los valores para lograr una sociedad marginal de incapaces, fácilmente manipulables. Por todo esto ya luce extemporánea el contraste entre derecha e izquierda,  válido en los tiempos de la Guerra Fría. Ahora se impone el debate global entre las corrientes humanistas judeocristianas promotoras de la libertad y la democracia y las tendencias antidemocraticas y liberticidas encarnadas en el globalismo y el progresismo.

La democracia y la libertad están igualmente bajo la preocupante amenaza  que para la civilización judeocristiana representa el terrorismo islámico como ideología religiosa inspirada por Al Qaeda y el Estado Islámico con objetivos destructores de los  principios y valores de la cultura occidental, que son precisamente soportes fundamentales de la institucionalidad democrática y de la defensa de los valores humanos.

La defensa de la democracia liberal  y de la libertad debe sustentarse en la sabia referencia de Winston Churchill cuando afirmaba que este sistema político ha sido históricamente el menos malo de todos. Igualmente debe reconocerse que junto con el capitalismo y, a pesar de la crisis que enfrentan ambos sistemas, la inteligencia humana aún no ha sido capaz de aportar un mejor modelo para impulsar, en libertad,   el desarrollo de los pueblos no solo en el sentido económico sino incluyendo la dimensión humana integral del proceso y las adecuadas consideraciones medioambientales, es decir el desarrollo humano sustentable. La experiencia parece señalarnos que lo que está en crisis, tanto en la democracia como en el modelo económico capitalista que la acompaña – no hay ninguna referencia de un sistema democrático exitoso divorciado del capitalismo como modelo económico-, es el deterioro de los valores que los soportan, especialmente los fundamentos éticos y morales y el déficit de ciudadanía o de capital social que es indispensable para practicar la democracia y la gobernanza del sistema y para participar en una economía de mercado que, como lo señalaba Adam Smith, se fundamente en la concepción filosófica del individualismo, la libertad y la responsabilidad personal.

Superar la crisis de la democracia y del modelo económico que la sustenta requiere entonces fortalecer los principios y valores humanistas, Ya que como lo señalaba Juan Pablo II  “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como lo demuestra la historia”. Requiere además que la libertad y los principios democráticos se promuevan, con la educación, en la norma de conducta ciudadana y de la sociedad civil como herramientas claves para asegurar una democracia de ciudadanos y participativa  que opere con transparencia  y capaz de enfrentar los retos de la posmodernidad, con un sistema sociopolítico y económico  basado en el exitoso modelo de Economía Social y Ecológica  de Mercado que opere eficientemente para solventar, con la participación de todos  las necesidades de todos, es decir con objetivos incluyentes y de justicia social, tomando en cuenta que la pobreza, la ignorancia, el egoísmo y la desigualdad social representan graves amenazas a la estabilidad democrática.

Para el logro de esos objetivos como soportes del estado-nación, de la democracia y de la libertad, se requiere un gobierno defensor del patriotismo y que gobierne no solo para los ciudadanos, sino fundamentalmente con los ciudadanos. Un gobierno que promueva un enfoque integral y holistico para resolver los problemas del desarrollo y que opere con transparencia, preservando la libertad individual y la dignidad de la persona humana como valores irrenunciables.

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Las consideraciones sobre el nuevo humanismo, el liderazgo de la posmodernidad y el reto de la educación serán materia de la próxima entrega. 

 

 

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