La derecha soberbia
La reunificación del centro-derecha llegará antes o después, pero por la imposición de un electorado harto
No está desencaminada la teoría de que si Pedro Sánchez gobierna desde 2019 no es por su mérito de lograr 120 diputados, una cifra raquítica para garantizar la legislatura con un mínimo de desahogo, sino por culpa de una derecha incapaz de renunciar a sus compartimentos estancos, al control férreo de sus listas, a los egos personales, y a la aniquilación de la competencia directa. Sánchez siempre fue secundario porque lo prioritario en la derecha desde la salida de Mariano Rajoy del Gobierno ha sido desguazarse en público sin misericordia. Además, su propio elector ideológico lo ha jaleado con saña hasta anular cualquier opción de proporcionalidad suficiente con la ley electoral, para satisfacción de una izquierda que asiste a este espectáculo de soberbia e hiperventilación derechista con fruición. Por eso ganó Sánchez. Porque la derecha se lo permitió fracturándose en tres partidos empeñados en hacer incompatible su propia coexistencia y en anularse mutuamente con exhibición sobreactuada de odio recíproco.
Los sondeos llevan ya meses pronosticando que el PP y Vox sumarían con comodidad los escaños suficientes para gobernar con mayoría absoluta. Difícilmente conformarían una coalición si mañana se convocasen elecciones porque Pablo Casado y Santiago Abascal, antiguos buenos amigos, demuestran hoy una descarnada indiferencia el uno por el otro. Incluso, un desprecio personal irreversible. Tampoco Ciudadanos está para mucho más que refundaciones de supervivencia, sopitas y buen vino. Jamás habrá una reunificación de la derecha en una sola formación porque sus líderes se han empecinado en impedirlo. Y es legítimo, pero improductivo. Arrimadas, allá sus apuestas, se niega a ser absorbida por el PP. Abascal ve prioritario fortalecer a Vox en las autonomías antes de cometer los mismos errores que penalizaron a Albert Rivera. Y el PP está a la expectativa. La inercia de los tiempos le favorece, pero jamás consentirá un reparto del centro-derecha ajeno al control absoluto de Génova. Y eso solo pasaría por una rendición de Vox y Ciudadanos. Imposible.
La reunificación de la derecha frente a Sánchez se producirá antes o después. Sí. Pero solo podrá venir dada por imposición de su electorado a los partidos, y por la consideración del voto útil como único modo de superar al sanchismo y romper en las urnas su alianza sistémica con el independentismo. Si los partidos eluden su responsabilidad ideológica de construir una alternativa sólida y prima la soberbia sobre la lógica demoscópica, será un electorado hastiado de mentiras y vapuleado en su bolsillo quien reaccione. Casado, Abascal y Arrimadas tienen la obligación de preverlo porque el ciudadano conservador -y el progresista frustrado también, como 100.000 de ellos han demostrado en Madrid- podrá no entender los recovecos de la ley D’Hondt, o no calcular los votos exactos que garanticen un tercer escaño en Soria. Pero ya ha entendido que, hecha añicos, la derecha es solo una marioneta en manos de Sánchez. Una inutilidad. Su crisis de gobierno no fue solo una guillotina. Fue su primer acto preelectoral, por si alguien toma nota.