La deserción de los derechos humanos
Argentina, al disociarse del Pacto del Futuro se niega a debatir el futuro de la Inteligencia Artificial, el mundo tecnologizado con sus ventajas y amenazas; pero, en realidad, se desentiende de los derechos humanos, que son los que están en el espíritu de esos documentos tan llenos de palabras y buenas intenciones de las Naciones Unidas.
Yo misma, por prejuicios o ignorancia, como periodista, con el dedo acusador en alto y el ingenio de la frase que sintetiza los problemas, solía ironizar sobre la burocracia de los organismos de Naciones Unidas, y me burlaba de sus Cumbres, tan parecidas a las del otrora poderoso partido comunista, que se reúnen para convocar y convocan para reunir. Palabras y reuniones.
Mi apresurada conclusión, que extraje por haber cubierto varias como corresponsal sudamericana de la revista española Cambio 16. En Rio de Janeiro, en 1992, asistí a la Cumbre de la Tierra, que reunió al mayor numero de Jefes de Estado, Presidentes, monarcas, ambientalistas de todo el planeta.
Había caído el muro de Berlín y el mundo vivía la ingenuidad del fin de la Historia y la democracia eterna. Un clima de esperanza que promovió los convenios más progresistas en defensa del medio ambiente, como el de la Biodiversidad, y conceptos nuevos, como los de sustentabilidad y cambio climático.
Nunca olvidé la imagen del final de la reunión con las montañas de papel desechadas como basura, y una conclusión: “Las guerras futuras van a ser por el agua”. Una sentencia que parecía una burla, ya que se trataba de los poderosos del mundo que en lugar de prometer que evitarían la falta del agua, nos anunciaban las guerras futuras.
Regresé veinte años después a la otra Cumbre de la Tierra, en la festiva Rio de Janeiro. El clima internacional era otro, y la nueva reunión, a los ojos de los ambientalistas, fue decepcionante, con ausencias importantes como las de Obama y Angela Merkel o David Cameron. Aún cuando se podían distinguir los intereses económicos en los “papers científicos”, diferentes a los de los años ‘90, la conciencia ambiental fue creciendo y la participación ciudadana en defensa del medio ambiente obligó a la reconversión de las industrias.
Como sucede con las soberbias, las ignorancias y los prejuicios, terminé burlada. Fue en la política donde descubrí y recibí la real ayuda de los organismos de Naciones Unidas frente a la complejidad del Estado y nuestro atraso cultural en relación a las cuestiones ambientales.
“Atenta contra las fuentes de trabajo”, escuche toda vez que se debatieron proyectos de leyes ambientales; o los falsos argumentos de un federalismo mal entendido, invocado por las provincias para no aprobar esas leyes de protección ambiental, que, en realidad, son derechos humanos que por tener jerarquía constitucional están por encima de la ley local.
Fueron mis frustraciones legislativas. Con todo, conseguimos para Córdoba, en las tierras militares, dos Reservas Naturales de la Defensa para proteger los bosques serranos en vías de extinción y los acuíferos escondidos en sus montañas. Una provincia que taló arboles a niveles africanos y cada año vemos incendiarse como prueba irrefutable del cambio climático.
Fue en el Observatorio de Derechos Humanos donde recibí la asistencia de los organismos de Naciones Unidas para ayudar a mejorar la calidad legislativa, concordante con los Tratados internacionales de Derechos Humanos incluidos en nuestra Constitución reformada.
Mucho se le puede criticar a las Naciones Unidas, como que no tengan una mujer en la secretaría general, pero en materia de infancia, refugiados y medio ambiente, sus documentos y organismos son fundamentales cuando se trata de legislar a conciencia para proteger la vida. Resulta paradójico que en nombre de la libertad, ahora, nuestro país se aísle y quedemos junto a las tiranías del mundo.
¡Que paradoja! Fueron los países de la orbita soviética los únicos que se abstuvieron de votar la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Desde entonces, los comunistas y la izquierda no democrática contraponen la igualdad a la libertad, con lo que desnudan la concepción autocrática y la superioridad moral de erigir a sus gobernantes como los dadores de los derechos cuando son inherentes a la condición humana, y los gobernantes están obligados a garantizar.
Por la apropiación que hizo el kirchnerismo de los derechos humanos surgió la confusión de verlos como una ideología del “progresismo”. Por eso perturba que en un momento en el que el mundo recupera su lógica armamentista, crecen los cantos de las guerras digitales con corporaciones tecnológicas más poderosas que los estados, nuestro país se aísle del debate global y quedemos como parias, al lado de las tiranías a las que molesta tener sobre sus torturas y asesinatos ya no solo las denuncias internacionales sino las posibles condenas del Tribunal de la Haya.
Argentina puede disociarse del Pacto del Futuro, lo que no debe es desertar del respeto a los derechos humanos porque en una democracia plural nos pertenecen a todos y forman parte de nuestra sufrida conquista democrática.
Publicado en Clarín el 27 de septiembre de 2024.
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