La dudosa originalidad de la espada de Bolívar que fascina a Petro y la izquierda bolivariana
Considerada un símbolo de la independencia de Colombia frente España, la mayoría de los historiadores aseguran que es imposible determinar si perteneció realmente o no al conocido 'Libertador de América'
No es la primera vez que se desata la polémica con la espada de Simón Bolívar en Colombia. Se trata de uno de los símbolos más importantes de la lucha contra la colonización de América por parte de los españoles, hasta el punto de que el grupo guerrillero M-19 decidió robarla, en 1974, para reivindicar la figura del libertador e iniciar así su largo historial de secuestros, asaltos y combates, con la famosa toma del Palacio de Justicia de por medio, en 1985.
La tizona vuelve a estar hoy de actualidad por las críticas vertidas contra el Rey Felipe VI, que ha permanecido sentado en la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia, al paso de la espada que, supuestamente, el ‘Libertador’ uso en la guerra de independencia. El primer instigador ha sido Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, al que le han seguido representantes de los partidos independentistas catalanes.
«Los generales valientes, aún cuando son derrotados, rinden homenaje a los que les han vencido en buena lid. Que el Rey Felipe VI se quede sentado cuando todo el pueblo decente de Colombia vibra de pie cuando llega la espada de Bolívar es triste. Respeto», ha escrito Monedero en su perfil de Twitter. Jordi Salvador, diputado de ERC en el Congreso, ha señalado por su parte: «Es un impresentable digno heredero de muchos impresentables. Un hombre que ha renunciado a ser persona para ser un digno sucesor de una monarquía golpista, corrupta y profascista».
La presencia de la espada en la jura como presidente fue la primera orden de Petro tras tomar posesión de su cargo. El arma tiene un especial simbolismo para el nuevo mandatario, pero no por su supuesta relación con Bolívar, sino porque él pertenecía al M-19 cuando la guerrilla la robó en aquel primer acto de insurgencia. El nuevo Gobierno la considera, desde que fue devuelta y trasladada a la Quinta de Bolívar en 1990, como un símbolo de libertad, paz y de reconciliación.
Sin embargo, son muchos los historiadores que piensan que es prácticamente imposible determinar si esta espada que ha obsesionado a muchos dirigentes latinoamericanos de izquierdas en las últimas décadas, incluido Nicolás Maduro, perteneció o no a Simón Bolívar. El ‘Libertador’ usó muchas en tres décadas de milicia y, además, acostumbraba a regalarlas después de cada batalla a sus amigos y ayudantes de campo. A esto hay que sumar que, de las que sobrevivieron, se han hecho muchas réplicas.
El mismo Gabriel García Márquez advirtió, tanto en sus novelas como en las diferentes entrevistas que concedió a lo largo de su vida, que todo lo que rodeaba a Bolívar era contradictorio e incierto. De hecho, la poca certeza de que pertenezca al miliciano está presente desde que fue inventariada en 1924, aunque sea la que mayor fuerza simbólica tiene de todas en Colombia, como consecuencia del robo de 1974. El hijo de Pablo Escobar, Juan Carlos, aseguró en más de una ocasión que jugó con ella cuando el grupo guerrillero se la regaló a su padre por el apoyo que este les habría brindado en la toma del Palacio de Justicia, pero todas estas anécdotas están todavía envueltas en un aura de leyenda.
La espada tiene un escudo en relieve de la Gran Colombia, decoración vegetal y las tres estrellas del general. Es visitada cada año por más de 120.000 personas, la mayoría de ellos estudiantes. Lo que la mayoría de estos no saben es que la original, la que supuestamente perteneció a Bolívar, está guardada en la cámara de seguridad del Banco de la República. Las que se exhiben en la Quinta de Bolívar en Bogotá y en la de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, son réplicas cuyo molde de silicona fue destruido.
El mismo Bolívar no debió prestar tanta importancia como algunos políticos actuales a su espada, precisamente por lo que simbolizaba, a juzgar por las palabras que le escribió en 1829 al irlandés Daniel O’Leary, su amigo estratega: «Yo conozco que la actual república no se puede gobernar sin una espada y, al mismo tiempo, no puedo dejar de convenir que es insoportable el espíritu militar en el mando civil».