Pintura de Augusto Ferrer-Dalmau sobre la batalla de Covadonga.ABC
No se presenta Don Pelayo a las municipales por Oviedo, ni Abderramán I quiere quedarse con Gibraltar. Y, por lo que se sabe hasta el momento, el último rey de los francos no tiene la menor intención de abandonar su tumba para ir de la mano de Le Pen a las europeas. Los grandes personajes y episodios de la Edad Media están muertos y enterrados,objeto de interés de historiadoresy no de encuestadores, a pesar de que la actualidad política se empeñe en hablar de cosas que ocurrieron hace cientos y cientos de años en vez de en el precio de la luz o de la subida de las pensiones. Si la Guerra Civil suena lejos para unos, a otros lo que les parece es demasiado cercana.
La Edad Media es el periodo que más lejos permite volar la imaginación debido a la falta de documentos y la presencia de tantas leyendas. Una especie de érase una vez de los cuentos que da lugar a defender una cosa y también la contraria. Su propia imprecisión, el auge de partidos con nuevos y viejos hitos yla obsesión catalanistapor buscar naciones en el corazón de la Edad Media han colocado a este periodo tan en apariencia inofensivo en el foco de la actualidad.
«En esa época es donde se debate la existencia de España y también en donde buscan su justificación los actuales proyectos separatistas de fragmentación de España. Surgen entonces los argumentos principales de sus proyectos etnolingüísticos, con unos fundamentos historiográficos, arqueológicos y lingüísticos lo suficientemente vagos y ambiguos como para que su negación histórica sea, cuando menos, dudosa. La Edad Media deja margen, o más margen, a la leyenda y el mito que la Edad Moderna o la Contemporánea», señala el filósofo Pedro Insua, que acaba de publicar ‘Cuando España echó a andar‘ (Ariel), un libro que bucea en los orígenes de la historia de España como sujeto político y cultural.
Como ocurre desde 2018, el curso empezó con la tradicional polémica en torno ala Toma de Granadapor los Reyes Católicos, que Vox viene celebrando con gran estruendo (la fiesta es una tradición con siglos de historia al que se le quiere añadir ideología) y los grupos vinculados a Podemos calificando de fiesta del «genocidio». Luego llegaron con puntualidad las controversias sobre la existencia de España, las alabanzas habituales sobre la España musulmana, la pertinencia o no del concepto de Reconquista y hasta una discusión acalorada en torno a la batalla de Covadonga. El nuevo cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau, ‘La primera victoria’, que retrata con ayuda de asesores históricos cómo pudo ser el combate de Don Pelayo, fue objeto de una agria controversia donde hasta la presencia casual del color rojo y amarillo fue violentamente criticada. Hasta allí llegó el disparate.
Políticos, activistas y opinadores prenden la chispa a pleitos que inevitablemente acaban chamuscando las barbas de historiadores y académicos que se acercan al periodo con intenciones puramente científicas. «Me provoca una profunda desazón. Es triste y, sobre todo, peligroso que se politice nuestra historia. Es algo que se lleva haciendo en España como mínimo desde el 36 por ambos extremos y siempre ha sido nefasto para el conocimiento y para nuestra identidad como nación», advierte José Soto Chica, profesor de la Universidad de Granada y uno de los mayores expertos en España de la Alta Edad Media.
«Estoy preocupado. Ya hace casi treinta años que investigo sobre historia medieval y no había visto nunca nada igual. Algunos están creando un ambiente irrespirable en el que se señala a compañeros de profesión por sus ideas u opción historiográfica», alerta Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo.
El fuego de la Reconquista
Uno de los debates más incendiarios es si el término Reconquista, con una gran carga ideológica pero aceptado por la mayoría de la historiografía, es pertinente para definir 800 años de choque. «Aunque durante los últimos añosla vigencia del concepto de Reconquistaha experimentado un declive académico muy considerable, existe un debate en torno a su operatividad y conveniencia. Hay un amplio consenso sobre la idea de que la Reconquista es un concepto historiográfico moderno, radicalmente distinto a los ideales medievales de recuperación del territorio. Esa diferencia es fundamental para entender que la llamada Reconquista no fue una lucha de liberación nacional de ocho siglos de duración», opina el historiadorAlejandro García Sanjuan, muy activo en redes sociales hablando de estos mismos temas.
Este profesor de historia de la Universidad de Huelva definió hace pocos días en Twitter como «nueva exaltación del relato sagrado de la España medieval, con el inestimable patrocinio de Vox», un congreso de medievalistas que se va a celebrar a mediados de mes en Valladolid con el título ‘La España medieval’. «Basta con mirar el programa para darse cuenta de quién está detrás de la organización de ese encuentro académico. La inauguración corre a cargo del vicepresidente del Gobierno de Castilla y León, y la conferencia inaugural a cargo de otro consejero de Vox. Más aún, entre los ponentes hay académicos vinculados a Vox. La relación de participantes revela un fuerte y antiacadémico sectarismo que, por otra parte, es típico de la ultraderecha», afirma García Sanjuan.
No obstante, Alejandro Rodríguez de la Peña, uno de los ponentes, califica de «exageración» las palabras de su colega historiador y niega que el apoyo de la Junta de Castilla y León signifique el de Vox: «Con la misma lógica se podría decir que un congreso financiado por la Junta de Extremadura es un congreso organizado por el PSOE. Parece mentira que haya que aclarar cosas básicas». Asimismo, este catedrático explica que el congreso, que reúne a los mayores expertos del país, ni siquiera está centrado en la Reconquista: «Se va a abordar de manera muy puntual, si se mira el programa se verá que hay pocas intervenciones sobre el particular».
Rodríguez de la Peña aprecia que las trincheras ideológicas en el ámbito académico respecto a este y otros conceptos han aparecido en fechas recientes levantadas por quienes no quieren investigar sino hacer política. «Coincidiendo con el creciente protagonismo de Vox, un sector de la historiografía más a la izquierda, asustado quizá porque Vox ha introducido cuestiones de identidad en su agenda política, ha reaccionado incluyendo políticas de memoria en el mundo académico en relación al concepto ‘Reconquista’, estableciendo trincheras y haciendo listas negras en las que los que usamos este término somos señalados como reaccionarios, neofranquistas o simpatizantes de Vox. La realidad es que su uso abarca todo el espectro ideológico», recuerda.
«Hay un amplio consenso sobre la idea de que la Reconquista es un concepto historiográfico moderno, radicalmente distinto a los ideales medievales de recuperación del territorio»
ParaSoto Chica, que está inmerso en la búsqueda de la verdadera ubicación de la batalla de Guadalete, hay historiadores de ambos espectros que viven de inyectar carga ideológica a la Historia: «Aquí mucha gente lo que está labrando es un futuro en universidades españolas, que son sistemas muy endogámicos, donde la política y la ideología tiene su peso. Es decir, que mucha gente alienta este debate totalmente artificioso no desde un punto de vista intelectual, sino sabiendo que está sembrando para recoger luego sus frutos. No te voy a dar nombres, pero seguro que los sabes».
La izquierda, en negativo
En los últimos meses han salido, entre otros, libros como ‘La Reconquista contada para escépticos’ (Planeta), de Juan Eslava Galán, o ‘Reconquista: La construcción de España'(La Esfera de los libros),este último escrito por Iván Vélez,investigador con una importante obra sobre Hernán Cortés y director de la Fundación Denaes. «España libra su batalla cultural en relación a este periodo. La idea de Reconquista, que presupone una conjunción de fuerzas, que tiene un trasfondo religioso, es inadmisible para diversas facciones que, o tratan de balcanizar España, disolviendo sus partes en la Europa sublime, o mantienen una fobia a la religión católica por atribuirle un fanatismo que, sin embargo, no perciben en otras religiones», señala Vélez, un autor vinculado directamente a Vox.
Si parte de la derecha y los nacionalistas parecen instalados en la exageración de muchos de estos episodios, gran parte de la izquierda está situada en la negación y solo le interesan aquellos acontecimientos que se imagina opuestos a España. «A cierta izquierda le pasa que ha derivado a posiciones de izquierda indefinida, desde las que no se sabe muy bien qué hacer con el Estado. Es decir, comprende que España, a partir de una lectura muy sesgada del marxismo, es producto de una conspiración de clase, y, por lo tanto, con la llegada de una ‘verdadera democracia’, España debe desaparecer. Claro, Al-Ándalus es la gran perdedora, la gran sacrificada en esa historia de España, y entonces es una sociedad bien vista, la gran víctima de la oligarquía española. España surge sobre el cadáver de Al-Ándalus, que la izquierda redentorista actual tiene que salvar, exigiendo que España pida perdón por su mal comportamiento histórico», considera Insua, que políticamente está alineado con una izquierda jacobina.
«A cierta izquierda le pasa que ha derivado a posiciones de izquierda indefinida, desde las que no se sabe muy bien qué hacer con el Estado»
La España musulmana aparece en el relato progresista clásico como un espacio idealizado donde convivieron en concordia las tres religiones, cristianos, judíos y musulmanes, en contraste con la barbarie del norte. «No veo que quieran reivindicar hitos o personajes medievales, salvo algunas figuras contraculturales puntuales y algunas mujeres por la cuestión de la historia de género. A la izquierda más sectaria la civilización del Occidente medieval le produce rechazo por lo que tiene de cristiana y preilustrada, luego encuentran poco que reivindicar, más allá de que les parezca una época interesante de estudio. Otra cosa para ellos es Al-Ándalus: una sociedad vista con mucha mayor indulgencia por lo general en esos sectores, cuando en realidad casi todo lo censurable y lo reivindicable es común a ambas civilizaciones. Percibo dos varas de medir», apunta Rodríguez de la Peña.
García Sanjuan, sin embargo, cuestiona la vigencia del mito mismo del Al-Andalus como lugar de paz: «Solo es el hombre de paja de quienes pretenden seguir denigrando esa parte del pasado medieval. Aunque ambos son igualmente falsos, el mito de la Reconquista está mucho más extendido que el mito de la tolerancia, y además cuenta con una tradición académica mucho más consistente».