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La encrucijada del centro político chileno

Evelyn Matthei aparece como una figura interesante. Conocedora del Estado, pragmática, con visión de futuro y una postura clara sobre temas sociales, representa una derecha moderna que podría dialogar con el centro político no militante.

 

 

Chile se aproxima a una elección presidencial marcada por la incertidumbre. La cifra de 450 personas que buscan postularse como candidatos independientes a la presidencia de Chile en 2025 es simplemente patética y, según los registros disponibles, no tiene precedentes en la historia electoral reciente de otros países. Este fenómeno es en sí un revelador de un sinsentido político y de la profunda desafección hacia los partidos e instituciones políticos tradicionales y una creciente fragmentación del sistema político chileno.

Más allá de los nombres en competencia, lo que se juega es la redefinición del eje político del país, especialmente del centro, ese espacio que en décadas pasadas fue vertebral y que hoy es un terreno en disputa, difuso y sin verdaderos liderazgos nítidos. La otrora poderosa Democracia Cristiana, que articuló la política nacional por más de medio siglo, ha prácticamente desaparecido de la escena política. Desde su seno, han emergido pequeños intentos de reconfiguración como los partidos Amarillos y Demócratas, que aún no logran consolidarse como una fuerza con identidad y peso electoral propio.

Definir a quién apoyar no es sólo una necesidad táctica, sino un imperativo ético en tiempos donde el país vive fragmentado, desencantado y vulnerable a promesas vacías o proyectos refundacionales que no dialogan con la realidad. En este contexto, hay preguntas que deben hacerse con profundidad y sin ambigüedades.

Jeanette Jara, carta del Partido Comunista, no engaña a nadie: su gobierno respondería a una visión doctrinaria clara, con un Estado más omnipresente, reformas estructurales antisistema de corte igualitarista, una mirada crítica al modelo actual y una política exterior que fragilizaría nuestros acuerdos comerciales y relaciones internacionales.

Gonzalo Winter, representante del Frente Amplio, ofrece la continuidad del gobierno de Gabriel Boric, al que define como exitoso, desconociendo el juicio de una ciudadanía donde el 70% desaprueba su gestión.

Carolina Tohá, figura hábil y articulada, representa una incógnita mayor: ¿Es posible que una ex ministra de la cartera más importante del actual gobierno, que además defendió la fallida Constitución de 2022 y que ha operado junto al PC y el Frente Amplio, pueda liderar una alternativa distinta de la actual coalición y gobernar sin ellos?

Marco Enríquez-Ominami reaparece cual mago con su pyme electoral como en cada elección, sin mayor opción, pero con la persistencia del que se niega a, sin otra opción, que no sea ocupar un espacio para sus intereses personales.

En el extremo opuesto, José Antonio Kast sostiene una postura valórica claramente conservadora, a contramano de la evolución societal. No esconde lo que piensa, esta -aunque polarizante- lo posiciona en coherencia con un integrismo tradicionalista como abierto al diálogo y las reformas. La gran incógnita está en los extremos libertarios: ¿tendrá Franco Parisi, o incluso Johannes Kaiser, la honestidad intelectual de reconocer que gobernar requiere algo más que un ideario economicista y una pulsión antisistema?

En ese mapa, Evelyn Matthei aparece como una figura interesante. Conocedora del Estado, pragmática, con visión de futuro y una postura clara sobre temas sociales, representa una derecha moderna que podría dialogar con el centro político no militante. Sin embargo, carga con sombras: sus declaraciones recientes en una entrevista radial con Checho Hirane dolieron a muchos y podrían restarle apoyos claves. Aun así, parece representar quizás la última oportunidad de una centroderecha capaz de articular gobernabilidad y no sólo oposición.

Chile necesita una coalición que no se agote en trincheras ideológicas. Una alternativa que combine experiencia, sensatez y talento, y que integre lo mejor de las distintas miradas. El centro político no debe ser sólo una zona geográfica entre los extremos, sino una voluntad real de encontrar puntos de convergencia comunes, de gobernar sin dogmas y con sentido de futuro. El país no puede permitirse otra administración de ensayos y errores. La hora de definiciones ha llegado.

 

Economista. Ex embajadora de Chile en Uruguay

 

 

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