La encrucijada del PP
Génova debe elegir entre tener la razón o el poder
Conocí a uno que, faltándole una pierna, jugaba al fútbol que no veas. Yo, que no he pegado una patada a un balón en mi vida, me fijaba mucho en él. ¡Cómo mareaba al contrario en endiablados regates! Parecía que llevara la pelota pegada al pie. Era un jugador de una superioridad física innegable y daba cosa acercarse a él y hacerle una entrada, y no era por el ‘woke’, sino porque pegaba unos trallazos inmensos y, como te diera un balonazo, no se te quitaba la marca hasta los próximos sanfermines. Esto pasaba porque, al sumar las dos muletas, en lugar de una pierna, el chaval jugaba con tres. Ando acordándome de aquel magnífico cojo ahora que Sánchez ha renegado de todos sus principios y va por ahí toreando, mientras al Partido Popular se le perla de sudor la frente por acercarse a los nacionalistas y se inventa cuadraturas del círculo como la de «un Junts sin Puigdemont» que enunció Juanma Moreno en el Foro ABC.
Junts sin Puigdemont es el Pacma con banderilleros: un constructo absurdo, pero da medida del corsé de la coherencia al que se obliga la oposición frente al sanchismo, que es un guayabo que, como dijo Pérez-Reverte, vende a tu madre y la pagas tú. El presidente del Gobierno no engaña a nadie; la gente sale ya engañada de casa y, si asegura que algo no va a suceder, es señal de que ya prepara la manera de hacerlo. La traición de Sánchez sería que cumpliera con su palabra y, frente a eso, va el PP penando, enredado en los remilgos sobre la coherencia a los que se le obliga. El Partido Popular responde por su idea de España, de las sociedades liberales, del constitucionalismo, de la inmigración, del europeísmo, las instituciones, el medio ambiente y la España vaciada, sus visiones del feminismo, los intereses de España en el extranjero, los pensionistas, lo de Eurovisión y el Bombero Torero. Sánchez solo responde por su pellejo. La batalla es desigual, así que tendrán que decidir cuál es su prioridad: defender sus principios o llegar al Gobierno para aplicar sus principios. Génova debe elegir: tener la razón o el poder. El dilema se entiende perfectamente con el tema de la inmigración que compromete en algunos ámbitos la seguridad y el Estado del bienestar. Núñez Feijoo debe ocuparse frontalmente de los problemas que acarrea la llegada de personas de otros países pese a verse incómodamente señalado como xenófobo pues, si no lo hace, la derecha radical ocupará su espacio y será peor.
Para cuidar de los inmigrantes, tiene que meterle mano al asunto de la inmigración. Para terminar con el sanchismo, necesita hacerse un tanto sanchista, pues las reglas han cambiado y el árbitro se llama Cándido Conde-Pumpido. Tendrán que elegir: llegar al Gobierno a costa de su pureza o permanecer en una postura política perfectamente aseada, pero condenada a la oposición indefinidamente.