La encuesta Latinobarómetro: Los latinoamericanos están desilusionados con la democracia
Los votantes de toda la región están cada vez más insatisfechos con la política de sus países. Eso es preocupante.
La democracia en América Latina está en problemas. Ese es el mensaje de la encuesta de opinión de este año en 18 países realizada por Latinobarómetro, una corporación no gubernamental con sede en Santiago de Chile. La proporción de personas insatisfechas con el funcionamiento de la democracia ha pasado del 51% en 2009 al 71%. La proporción de personas satisfechas ha descendido del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que se inició la encuesta hace más de dos décadas (véanse el gráfico 1 y el gráfico 2).
Eso no significa que la mayoría de los latinoamericanos estén dispuestos a deshacerse de la democracia, que se ha convertido en la norma en toda la región sólo desde la década de 1980. Más de la mitad dice que es mejor que cualquier otro sistema, aunque ha disminuido en 13 puntos porcentuales en los últimos ocho años. Los demócratas desilusionados se inclinan por la indiferencia. La proporción de personas neutrales ha aumentado del 16% en 2010 al 28%, mientras que el apoyo al gobierno autoritario se mantiene constante, en torno al 15%. «A la gente no le gusta la democracia que está viviendo«, dice Marta Lagos, directora de Latinobarómetro.
En los dos países más grandes de América Latina, Brasil y México, ese sentimiento ha dado lugar a la elección de presidentes este año que hasta hace poco se consideraban demasiado radicales para dirigir sus países. Si la desilusión se agudiza, las futuras elecciones podrían traer presidentes que pongan a prueba las normas democráticas de la región.
Desde noviembre del año pasado, nueve países han reelegido o elegido nuevos presidentes. La mayoría de estas elecciones fueron libres y justas, pero hubo notables excepciones. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, fue prorrogado en mayo en una votación amañada. La reelección de Juan Orlando Hernández en Honduras el pasado mes de noviembre fue ampliamente vista como un error. Cuba simplemente transfirió el poder de un dictador a otro en abril. La mayoría de los latinoamericanos, sin embargo, viven en países donde sus votos son contados con precisión. Eso no significa que estén contentos, como lo demuestran las 20.000 entrevistas de Latinobarómetro, realizadas entre mediados de junio y principios de agosto de este año.
Los votantes tienen muchas razones para quejarse. El crecimiento del PIB por persona ha caído bruscamente desde la crisis financiera mundial de 2009. La economía venezolana ha sufrido una implosión y Brasil ha sufrido la peor recesión de su historia entre 2014 y 2016. La percepción de que la renta se distribuye con justicia ha caído del 25% en 2013 al 16%. Esa creencia puede estar equivocada; el coeficiente de Gini, una medida de la desigualdad, ha estado cayendo en los países más grandes. Pero, a nivel individual, la percepción de la desigualdad de una persona es uno de los factores más fuertes de su insatisfacción con la democracia.
En la mayoría de los países, las preocupaciones económicas ocupan el primer lugar entre las inquietudes de los ciudadanos. Sólo en Venezuela más de la mitad de la gente dice que no tiene suficiente para comer. La media regional, sin embargo, sigue siendo un sorprendente 27%. El crimen es la segunda queja principal, liderando la lista de preocupaciones incluso en algunos países relativamente seguros, como Chile y Uruguay. La corrupción es otra gran queja. Dieciocho ex presidentes y vicepresidentes han estado implicados en escándalos de corrupción, entre ellos en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. La proporción de latinoamericanos que piensan que sus países están yendo en la dirección equivocada excede en ocho puntos a la de los que piensan que están progresando, la mayor brecha negativa desde 1995.
Esto ha dañado la credibilidad de las instituciones. Sólo las fuerzas armadas y la iglesia, instituciones poderosas antes del advenimiento de la democracia de masas, conservan mucho respeto (véase el gráfico 3). La mitad de los latinoamericanos cree que todos o casi todos los presidentes y legisladores están involucrados en la corrupción. La proporción de personas que piensan que las élites gobiernan para su propio beneficio ha aumentado constantemente en la última década; en ninguna parte cae por debajo del 60%. Cada vez más, los votantes están desvinculados de la política. Por tercer año consecutivo, el número de los que dicen que no votarán por ningún partido político es mayor que el número de los que dicen que votarán por uno.
Los pobres están más distanciados que los ricos y la clase media. Las personas que se encuentran en una situación difícil están atrás de los prósperos en más de diez puntos porcentuales en lo referente a su nivel de apoyo a la democracia. Los jóvenes son más escépticos que los ancianos, lo que no augura nada bueno para el futuro de la democracia. Unos 200 millones de latinoamericanos con bajos niveles de educación, cerca del 30% del total, son los votantes más propensos a arremeter contra políticos y partidos establecidos, y a elegir líderes que prometan resolver problemas con una «varita mágica», escribe Latinobarómetro en una nota analítica que acompaña a los resultados. La encuesta, que tiene un margen de error del 3% por país, es publicada exclusivamente por The Economist.
En Brasil, donde la satisfacción con la democracia es la menor entre los 18 países, la desilusión abrió el camino para que Jair Bolsonaro, un ex paracaidista que ensalza la dictadura de 1964-85, ganara la presidencia el mes pasado. Tuvo un fuerte apoyo de brasileños con buenos niveles de educación.
En julio, México eligió a Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda cuyo partido Morena participó en sus primeras elecciones en 2015. Sin ser un fanático de la dictadura, propone cambiar la forma en que funciona la democracia mediante la entrega de más decisiones a los votantes a través de referendos. A la Sra. Lagos le preocupa que la democracia en Argentina sea vulnerable. Su economía está entrando en recesión y la proporción de personas que se autodenominan de clase media cayó en 14 puntos entre 2013 y 2018, la mayor disminución de este tipo en la región.
En los países cuyos líderes están desmantelando la democracia, los ciudadanos la aprecian más. Aunque sólo el 12% de los venezolanos están satisfechos con el funcionamiento de su «democracia«, el 75% prefiere la democracia a cualquier otro sistema. En Nicaragua, donde el régimen cada vez más dictatorial de Daniel Ortega ha estado reprimiendo las protestas desde abril, la satisfacción con la democracia se redujo del 52% el año pasado al 20%, pero más de la mitad de la población sigue apoyando el sistema. Es alentador que la buena gobernanza también refuerce el apoyo a la democracia. Los prósperos Uruguay, Costa Rica y Chile, donde el estado de derecho está relativamente bien establecido, son los países más satisfechos con el funcionamiento de la democracia.
La mejor esperanza para apuntalarla reside en los líderes que no pretenden poseer varitas mágicas. Varios han tomado posesión de su cargo recientemente. Entre ellos se encuentran Lenín Moreno en Ecuador y Martín Vizcarra en Perú, que han emprendido campañas contra la corrupción. Sebastián Piñera, presidente de centro-derecha de Chile desde marzo, está tratando de reformar la economía y los programas sociales. El presidente de centro-izquierda de Costa Rica, Carlos Alvarado, derrotó a un cristiano fundamentalista y está tratando de arreglar el sistema tributario. Iván Duque, el presidente conservador de Colombia, acaba de empezar. Si tienen éxito, aumentarán los índices de aprobación de la democracia, así como los suyos propios.
Traducción: Marcos Villasmil
EL ENLACE A LA PÁGINA DE LA CORPORACIÓN LATINOBARÓMETRO, DONDE PUEDE VERSE EL ‘INFORME 2018″:
Informe Latinobarómetro 2018
NOTA ORIGINAL:
THE ECONOMIST
The Latinobarómetro survey
Latin Americans are dejected about democracy
Voters across the region are increasingly dissatisfied with politics in their countries. That is worrying
emocracy in latin america is in trouble. That is the message of this year’s survey of opinion in 18 countries by Latinobarómetro, a pollster based in Santiago, Chile. The proportion of people who are dissatisfied with how democracy works has jumped from 51% in 2009 to 71%. The share that is content has dropped from 44% to 24%, its lowest level since the survey began more than two decades ago (see chart 1 and chart 2).
That does not mean most Latin Americans are ready to dump democracy, which has become the norm across the region only since the 1980s. More than half say that it is better than any other system, though that has dropped by 13 percentage points over the past eight years. Disillusioned democrats lean towards indifference. The share who are neutral has risen from 16% in 2010 to 28%, while support for authoritarian government is steady, at about 15%. “People don’t like the democracy they are experiencing,” says Marta Lagos, the head of Latinobarómetro.
In Latin America’s two biggest countries, Brazil and Mexico, that sentiment has resulted in the election of presidents this year who until recently would have been widely considered too radical to lead their countries. If disillusionment deepens, future elections could bring presidents who test the region’s democratic norms.
Since last November nine countries have either re-elected presidents or chosen new ones. Most of these elections were free and fair but there were notable exceptions. Venezuela’s president, Nicolás Maduro, had his term in office extended in a rigged vote in May. Juan Orlando Hernández’s re-election in Honduras last November was widely seen as flawed. Cuba simply transferred power from one dictator to another in April. Most Latin Americans, though, live in countries where their votes are counted accurately. That does not mean they are happy, as Latinobarómetro’s 20,000 interviews, conducted from mid-June to early August this year, make clear.
Voters have many reasons to grumble. Growth in gdp per person has dropped sharply since the global financial crisis in 2009. Venezuela’s economy has imploded and Brazil’s suffered its worst-ever recession from 2014 to 2016. The perception that income is distributed justly has plunged from 25% in 2013 to 16%. That belief may be wrong; the Gini coefficient, a measure of inequality, has been dropping in the biggest countries. But, at an individual level, a person’s perception of inequality is among the strongest predictors of his or her dissatisfaction with democracy.
Economic worries are at the top of citizens’ concerns in most countries. Only in Venezuela do more than half the people say they do not have enough to eat. The regional average, though, is a still startling 27%. Crime is the second main gripe, leading the list of worries even in some relatively safe countries, such as Chile and Uruguay. Corruption is another big complaint. Eighteen former presidents and vice-presidents have been implicated in corruption scandals, including in Argentina, Brazil, Ecuador and Peru. The share of Latin Americans who think their countries are going in the wrong direction exceeds the proportion who think they are progressing by eight points, the largest negative gap since 1995.
This has battered the credibility of institutions. Only the armed forces and the church, powerful institutions before the advent of mass democracy, retain much respect (see chart 3). Half of Latin Americans believe that all or almost all presidents and legislators are involved in corruption. The share of people who think the elites govern for their own benefit has risen steadily over the past decade; nowhere does it fall below 60%. Increasingly, voters are disengaged from politics. For the third year running, the number who say they will vote for no political party is bigger than the number who say they will vote for one.
Poor people are more alienated than the rich and middle class. People who are badly off lag behind prosperous folk by more than ten percentage points in their level of support for democracy. The young are more sceptical than the old, which bodes ill for democracy’s future. Some 200m Latin Americans with low levels of education, about 30% of the total, are the voters most prone to lash out at established politicians and parties, and to choose leaders who promise to solve problems with a “magic wand”, writes Latinobarómetro in an analytical note accompanying the results. The survey, which has a margin of error of 3% per country, is published exclusively by The Economist.
In Brazil, where satisfaction with democracy is lowest among the 18 countries, disillusionment opened the way for Jair Bolsonaro, a former paratrooper who extols the dictatorship of 1964-85, to win the presidency last month. He had strong support from well-educated Brazilians.
In July Mexico elected Andrés Manuel López Obrador, a populist of the left whose Morena party fought its first election in 2015. No fan of dictatorship, he proposes to change the way democracy works by handing more decisions to voters through referendums. Ms Lagos worries that democracy in Argentina is vulnerable. Its economy is heading into recession and the share of people who call themselves middle class dropped by 14 points from 2013 to 2018, the biggest such decline in the region.
In countries whose leaders are dismantling democracy, citizens appreciate it more. Although just 12% of Venezuelans are happy with how their “democracy” functions, 75% prefer democracy to any other system. In Nicaragua, where the increasingly dictatorial regime of Daniel Ortega has been repressing protests since April, satisfaction with democracy plunged from 52% last year to 20%, but more than half of the people still support the system. Encouragingly, good governance also bolsters support for democracy. Prosperous Uruguay, Costa Rica and Chile, where the rule of law is relatively well established, are the countries most satisfied with how democracy works
The best hope for shoring it up rests with leaders who do not claim to possess magic wands. Several have recently taken office. They include Lenín Moreno in Ecuador and Martín Vizcarra in Peru, who have embarked on campaigns against corruption. Sebastián Piñera, Chile’s centre-right president since March, is trying to reform the economy and social programmes. The centre-left president of Costa Rica, Carlos Alvarado, defeated a fundamentalist Christian and is trying to fix the tax system. Iván Duque, Colombia’s conservative president, is just getting started. If they are successful, they will boost democracy’s approval ratings as well as their own.