La Era de las Redes
El siglo XX terminó en noviembre de 1989 con la caída del muro de Berlín. El siglo XXI, extraoficialmente, se inició en 1993, con la primera difusión en gran escala de Internet. No hay duda: la llegada de la «Red global» anuncia una época sin precedentes: la Era de la Red. Internet es una red cuya circunferencia es ilimitada y cuyo centro es la nada. Este medio descentralizado, interactivo, horizontal, que se conecta a sus usuarios a la velocidad de los electrones, establece una especie de cerebro planetario cuyas neuronas son los individuos conectados. Millones de personas ya han entrado en esta sociedad de comunicación global, que supera fácilmente las fronteras y los controles. Cada mes, un millón de nuevos «contactos» se unen a este sistema. En las «info-autopistas», donde la escritura, el sonido y la mezcla de imágenes se convierten en un lenguaje numérico único, un nuevo mundo se está levantando, un «mundo cibernético», poblado por «ciber-ciudadanos». Ni los gobiernos ni los políticos hasta ahora han entendido la medida exacta y las consecuencias de este fenómeno.
Cada evolución tecnológica crea su propia ideología, y esta ideología impulsa el cambio social. En las sociedades tradicionales, las relaciones humanas eran principalmente territoriales y tenían lugar en una dimensión espacial continua. La urbanización modificó profundamente este modelo. La praxis social ha permitido, en relación a la disyuntiva entre el lugar de trabajo y el lugar de residencia, el hecho de que todos los días se pueda salir del propio domicilio (multilocalización). El espacio se convierte una propiedad como cualquier otra, que puede ser vendido, amasado o intercambiado. El advenimiento de las transformaciones propiciadas por la Red acelera este proceso. Aunque la comunicación se convierte en el motor esencial de las relaciones sociales, la extensión de la red contribuye a la fragmentación y la «uninstitucionalizacion» de la sociedad. No hay más pertenencias, no más adhesiones: «estar en línea» es el imperativo categórico. Los partidos políticos o los sindicatos ya no representan un medio eficaz para el logro de los individuos, mientras que las asociaciones cívicas y los movimientos monotemáticos les abruman. En el mundo de la Red no hay más naciones o poblaciones, sino múltiples y prolijas pertenencias e identidades: tribus, clanes o la diáspora.
Dispositivos y móviles son herramientas, entre muchos otras, que contribuyen a liberar al hombre. «Mañana, calles y plazas —señala Alain Finkielkraut— serán invadidos por mutantes ocupados hablando con ellos mismos». De este modo se crea una sociedad nómada —nomadismo de las herramientas, de los valores y de los hombres— que privilegia una modalidad transversal de la comunicación, aplanando las estructuras institucionales y piramidales clásicas. Un mundo virtual, sin distancias y sin caducidad está creciendo: un mundo de la Red encriptada incontrolable, en la que objetos inmateriales circulan y regresan sin materializarse al final del proceso; están involucrados en un mundo que también podría convertirse en una jungla financiera, donde las bolsas de valores se transforman en casinos electrónicos.
Internet es una herramienta de comunicación, pero su forma de comunicación suprime las dimensiones de espacio y tiempo, que son (eran) el contexto en el que, hasta ayer mismo, se expresaba la libertad humana. De esta manera, la Red aprisiona al individuo en un ámbito privado que está cada vez más limitado al abuso de un mando a distancia o del teclado. El progresivo de deslizamiento del lugar de trabajo hacia la dirección electrónica (teletrabajo) va en esta misma dirección. Si el mundo ya está prácticamente descubierto, ¿qué nos queda sino el hogar? El filósofo Paul Virilio pregunta: ¿por qué debemos salir? Por último, la Red pone de relieve todas las características esenciales de este siglo: el estado de ánimo de inmediatez (es decir, el zapping), el olvido de la historia, de los valores y de la razón, en el que el disfrute se concibe como una forma privilegiada de acceso a la experiencia. La libertad de expresión es cada vez más restringida en su forma comercial, reducida a la soberanía absoluta del consumidor. Bill Clinton definió el comercio electrónico como el «Far West de la economía en su conjunto». En un universo en el que todo es accesible a través de un peaje (mercado global), sólo el mercado todavía sustrae a la gente de la soledad.
El advenimiento de la Red también crea lazos de un nuevo tipo. Cuando 300.000 personas se reunieron en París para el día «Gay Pride», cuando las Jornadas mundiales de la Juventud reúnen a un millón de jóvenes católicos, cuando cientos de miles de personas participan en Bélgica en una «marcha blanca», cuando dos millones de vascos protestan en la plaza pública en contra de los ataques del terrorismo, cuando un millón de alemanes participan en Berlín en un «desfile del amor», cuando un millón de italianos se manifiestan en Milán contra la división de su país, cuando una multitud innumerable se reúne en Londres para el día de la ascensión en el paraíso de lady-D, ex Madonna de los tabloides y de inmediato proclamada santa y mártir. Los sociólogos se refieren a los «movimientos populares no identificados». Estos enormes montajes, más o menos espontáneos, representan realmente el tipo de manifestación que se corresponde con el mundo de la Red.
Además de la diversidad de motivaciones obvias, todos ellos son un fenómeno único: las formas posmodernas de la afirmación de un sentimiento, una creencia o una forma de vida compartida, ubicados dentro de la tendencia actual de la afirmación de las identidades comunitarias, que van más allá de los límites de los sentimientos de pertenencia habituales.
Así, los nuevos flujos reemplazan a los territorios en todo el mundo.
Internet es sólo la forma más visible e inmediata de esta desterritorialización. Nosotros sólo estamos contemplando el comienzo de un fenómeno, y el que crea que puede ser reversible en corto plazo está probablemente equivocado. El futuro desarrollo del mundo de Internet es una cuestión difícil. El estado del mañana dependerá de la forma en que seamos capaces de darle una respuesta.