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La estupidez de los alacranes

El alacrán exhibe una de las características más elaboradas de la estupidez: “ignorar las causas y consecuencias de las cosas”. Es la insensatez en pleno

                                                                      ORLANDO VIERA-BLANCO

Paul Tabori fue un psicoanalista húngaro que escribió “La Historia Natural de la Estupidez Humana”. Para Tabori, un estúpido es una persona que no padece ninguna afectación en su cerebro o sus capacidades mentales, es una persona normal, pero que no razona adecuadamente por fallas imputables a la responsabilidad del sujeto. A Papá no le gustaban algunas palabras [imbécil, bastardo, maldito, idiota, estúpido]. Sólo las escuché decir para exigir que no las repitiera. Pero me llamó la atención la obra de Tabori, por su profundidad y una semántica elaborada para analizar la estupidez.

El estúpido-alerta Tabori-no indaga, no escucha, no analiza. “Queda atrapado en las trampas del ego-vanidad, soberbia, narcisismo o se deja vencer por vicios como la pereza, la ira o la lujuria, incapaz de controlar emociones como el miedo o la ansiedad, o en sentido contrario, la euforia”. En la política, la estupidez, puede llegar a ser perversa y muy peligrosa.

Alacranes con apariencia de ardilla
En la política ha surgido el fenómeno del alacrán. Es hincar ponzoña a sus partidarios a sabiendas que la traición los hundirá a todos. Veremos en este ensayo que es un acto de estupidez muy desdeñosa y servil. Porque servir de mula para secuestrar partidos, inhabilitar o cohabitar “no se trata de una incapacidad mental sino de una irresponsabilidad moral enteramente imputable”.

Carlo Cipolla, en su obra “The Basic Laws of Human Stupidity” [Las leyes básicas de la estupidez humana] dice que “la estupidez es por definición. Irracional […] Las personas que actúan sobre una base racional tenderán siempre a subestimar la relevancia de los estúpidos, tanto en su número como en el impacto de sus acciones”. Así a la estupidez no damos crédito. Aquí reposa el peligro de los estúpidos con apariencia de ardilla, laboriosos, buenos. Porque tal irracionalidad vacía de ética es capaz de producir los más inadvertidos trastornos en términos sociales y ciudadanos. Estos [los alacranes] que además son asillas, sujetadores, gorgojos que parasitan con el establishment dominante.

El alacrán exhibe una de las características más elaboradas de la estupidez: “ignorar las causas y consecuencias de las cosas”. Es la insensatez en pleno. Ignorar que no significa desconocer. Ignorancia deliberada y criminal cuyos actos de cooperación pérfida producen graves daños a la sociedad.

Ese acto traidor de ignorar adrede, al decir del Dr. Feldmann [distinguido alumno de Freud] es un divorcio entre el instinto y la razón, entre el pensamiento y la intuición, que genera una negación primitiva y antihumana. Y se actua como animales, como insectos, como alacranes, con una propensión tan maléfica que no descarta su propia desgracia.

No es un defecto del cerebro. Es un ego indómito
Bastará un ligero examen para comprender que el estúpido no tiene un cerebro defectuoso. Nos comenta Feldmann: “No es la boca del hombre la que come; es el hombre que come con su boca. No camina la pierna; el hombre usa la pierna para moverse. El cerebro no piensa; se piensa con el cerebro. Y el que no piensa con el cerebro carece de mesura. ¿Qué es entonces un estúpido? El ser humano, nos dice el Feldmann, “a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, cuyo instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente. El defecto reside, por lo tanto, no en el instrumento, sino en su usuario, el ser humano, el ego humano que utiliza y dirige el instrumento”.

Existe un ego ‘bueno’ que si piensa. Que toma nota acertadamente de los deseos instintivos sabiendo elegir qué hacer con ellos. El ser que domina su instinto, lo amolda. El estúpido alacrán no controla su esencia malandrina. Lo hunde un ego que le impide pensar. Al estúpido es fácil convertirlo en tonto útil porque su pensamiento paralizado, inhibe sus emociones por los demás. Elimina el instinto, aquel que impide ver la normalidad, la espiritualidad, la discrecionalidad.

El estúpido alacrán es incapaz de expresar su propio dolor por lo que no le importa el dolor ajeno. ¿No es estúpida la traición cuando el traidor sabe que las consecuencias de su apostasía lo pueden llevar igual o peor que al traicionado? La inteligencia del ser humano nos permie expresar nuestra belleza o nuestra oscuridad, nuestras virtudes o carencias; nuestro dolor con discreción y sin blasfemia. Incluso un malvado-no estúpido-sabe expresarse, manipular, piensa e intuye. No priva sus emociones por lo cual encanta. El estúpido alacrán no se atreve a expresar su propio yo, su propio sufrimiento. Prefiere infringirlo a otros, a sus propios aliados. Es taciturno, sigiloso, torpe, porque su aparato pensante ha cesado al punto que no sabe ni sobrevivir.

Concluye Feldmann: “el individuo estúpido no puede ver u oír directivas impartidas por sus propios instintos”. ¿Existe vida más peligrosa que aquella incapaz de controlar su propio yo, comprometiendo su propia existencia? Bienvenido al reino de la estupidez

Nuestra moderna corona de espinas: la duda
Dietrich Bonhoeffer fue un teólogo alemán contra el régimen nazi hasta que fue capturado por la Gestapo, encarcelado y ejecutado en un campo de concentración en 1945. Mientras estaba en la cárcel no dejó de escribir y sus escritos se convirtieron en el libro, Cartas desde la Prisión.

En una de sus cartas elaboró lo que se conoce como la Teoría de la Estupidez de Bonhoeffer. Explica cómo habría sido posible que una población educada y culta se hubiese dejado arrastrar por la irracionalidad y maldad, hasta el punto de enterrar sus principios éticos y religiosos, cooperar con el mal, denunciar a sus vecinos, apropiándose de sus bienes o participando directamente en su encarcelamiento o ejecución. ¿Historia parecida?. Según la teoría de la estupidez de Bonhoeffer la estupidez llega a tope cuando no basta obedecer sino favorecer. Es el salto a la anomia que alimenta el totalitarismo, a diferencia de la dictadura, que se fundamenta en el terror. El estúpido que sabe que coopera con una tiranía totalitaria y aterradora, cancela sus emociones y cancela toda desobediencia ética. Diría Kant “es la confinación de la lógica que cede ante las máximas presiones”. ¿Cobardía?

Hannah Arendt profundizó el estudio del totalitarismo. Cita en su estudio el caso de Lawrence de Arabia, sus descripciones sobre el imperialismo británico, y su visión del caso Dreyfus bajo la óptica de Marcel Proust. Para Arendt , el sentido de diversidad de un apasionado como Lawrence, podía controlar sus instintos, obedecer sin cooperar, porque respetaba la capacidad del pueblo árabe de vivir en la ensoñación, en la contemplación y la admiración por la serenidad. Lawrence sometía su ego y articulaba. No era tonto. Menos traidor. Arendt reconoce en el diplomático, arqueólogo militar y escritor [los siete pilares de la sabiduría] como uno de esos “Caballeros del imperio” que, a pesar de imbuirse en la cultura beduina, no renunció ser un engranaje entre la civilización europea y el mundo árabe.

Escribió Lawrence: “[Los aldeanos árabes] despreciaban la duda [de occidente], nuestra moderna corona de espinas. No comprendían nuestras dificultades metafísicas, ni nuestra introspectiva forma de interrogarnos” André Malraux sentenció que Lawrence pertenecía al “linaje de los sueños”. “Quizás por eso nos cuesta tanto entender su necesidad de vivir entre la ensoñación y la realidad, el frenesí de la guerra y la serenidad de contemplación, el entusiasmo más puro y la desolación más profunda.” Arendt veía en esta visión soñadora, lirica, romántica, la virtud conductora a la más elevada razón del ser humano: la pluralidad. “Al fin y al cabo todos somos iguales, somos seres humanos, y por lo tanto no somos iguales a otros que haya vivido, vivan vivirán”. Este sentido humanista de la igualdad es el gran pilar de la moralidad, de la piedad, del respeto a la vida. La estupidez no sabe de eso.

Referido al caso Dreyfus o Eichman, Arendt se pregunta: “¿Por qué el antisemitismo encontró base para transformarse en una doctrina social? ¿Cómo el antisemitismo pudo convertir al judío en una figura antihumana? ¿Cómo descendimos a niveles de barbarie tan insólitos? ¿Por qué aceptamos un crimen de tal magnitud y por qué después toleramos que se banalizaran sus consecuencias?”. Y nosotros, ¿por qué aceptamos vivir así?

Debemos insistir en este punto: Nos señala Tabori: “Estúpido no es el hombre que no comprende algo, sino el que lo comprende bastante bien, y sin embargo procede como si no entendiera”. ¿Acaso el alacrán no sabe lo que hace, no mide las consecuencias? Creo que lo comprenden bastante bien. «Es [la estupidez] la inteligencia defectuosa de hombres de talento. La percepción inmadura. La escasa capacidad de juicio. La desatención, las asociaciones torpes, la mala memoria. La torpeza, la simplicidad. La megalomanía, la vanidad. La temeridad, la sugestionabilidad. La egolatría. La estupidez y la edad; la estupidez y el sexo; la estupidez y la raza; la estupidez y la profesión; la estupidez, el medio, el fin y el poder. La estupidez en la vida económica y social; en el arte y la literatura; en la ciencia y la política.”

La deslealtad en el amor-por ejemplo-se repite si no se va al fondo del origen. No es el hecho desleal en sí, sino el desprecio de no importar la tragedia. Igual que el desamor a la patria condicionado a socialismo y muerte. Parafraseando a Feldmann. No es el corazón el que ama u odia. Es el hombre que no usa el corazón para amar sino para odiar. Eichman sabía perfectamente las dimensiones de su barbarie y las consecuencias de sus actos. Lawrence por su parte, mantuvo sus lealtades imperiales sin porner de lado el linaje de los sueños beduinos. Contenía su ego, sus dudas, por no perder su contemplación, su serenidad.

Mientras los estúpidos nos colocan coronas de espinas en nuestra cabeza, ellos cooperan hasta que el celestino los desecha…como los que usan para “entender” mejor a Hamas que el derecho de Israel de vivir en paz.

Nuestra lucha. Cuidado con los falsos héroes
Qué decir de la estupidez de la idolización del héroe. El fundamento de todos los gobiernos totalitarios. Ni siquiera los alemanes experimentan amor por la tiranía y la opresión. Pero cuando la estupidez del instinto gregario infecta y ponzoña la política, cuando el masoquismo nacional se generaliza, surgen los Hitler, los Mussolini, los Stalin; las páginas tétricas de Mein Kamp [Mi lucha], siendo la verdadera la lucha desmitificar a los falsos héroes.

Durante los últimos veinte y cinco años hemos pagado el precio del silencio, la obediencia, la cooperación de pocos y la duda de muchos contra la destrucción. Concluye Tabori: “la estupidez es como una luz negra, que difunde la muerte en lugar de la vida, que esteriliza en lugar de fecundar, que destruye en lugar de crear. Sus expresiones forman legión, prejuicios y sus síntomas son infinitos”.

Evitemos la duda que esteriliza. Soñemos con la libertad que fecunda. Seamos iguales por ser plurales. Como en Los pilares de la Sabiduría de Lawrence, no incurramos en tópicos, cegueras, en interrogarnos a nosotros mismos. Démosle luz al pensamiento, a la contemplación, a la sana intuición, que concede el don de la serenidad, para pensar y no dejarnos arrastrar por el reino de la estupidez de los alacranes.

@ovierablanco

vierablanco@gmail.com
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