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La Europa del desorden y la América del caos

«La ausencia de liderazgo político, la partitocracia y el aumento de la corrupción contribuyen al desmoronamiento de las instituciones, cuando no a su ocupación»

 

 

La Europa del desorden y la América del caos

Ilustración de Alejandra Svriz.

 

El mes de julio ha sido históricamente escenario incipiente de grandes mutaciones en la política mundial. En 1776, el día 4, tuvo lugar la declaración de independencia de las colonias británicas en los Estados Unidos, y trece años más tarde, el 14, los revolucionarios franceses tomaron la Bastilla de París. También Argentina conmemoró su independencia ayer mismo, cuando se inauguraba en Washington una importante cumbre de la OTAN. En ella se van a abordar decisiones fundamentales respecto al rearme de los ejércitos europeos. Sublime ironía, o quién sabe si intencionada burla, pues desde hace casi un cuarto de siglo la ONU proclamó el 9 de julio como el Día mundial de la destrucción de armas de fuego, en contribución a las políticas de seguridad y paz.

Dichas celebraciones son coetáneas de un apretujado ciclo electoral en Europa. Este ha dado un vuelco espectacular al ejercicio del poder en el Reino Unido; conjurado la amenaza de la ultraderecha en Francia, aunque su influencia se ha visto reforzada en las instituciones europeas; y devuelto algunas esperanzas a los maltrechos partidos socialistas del continente. Todo esto invita a revisitar las tendencias visibles en la reestructuración del viejo orden mundial, que llegó a pronosticar el fin de la Historia y el triunfo perdurable del imperio unipolar americano. Predecir el futuro es cosa de brujos y la ciencia política es muy poco científica, como han demostrado las proyecciones electorales en las legislativas francesas. Pero los hechos demuestran un creciente desorden en la gobernación europea, llamada a convivir con el esperpento de la campaña electoral americana. En el entretanto, las víctimas mortales de la guerra de Ucrania se cuentan ya quizás por cientos de miles; en Gaza y Sudán del Sur, por decenas de miles; y millones de personas se han visto desplazadas de sus casas y están amenazadas por la hambruna en un mundo cada vez más desigual. En los países desarrollados, portaestandartes de la democracia, la ausencia de liderazgo político, la ineficacia de su gestión, la partitocracia  y el aumento de la corrupción contribuyen pertinazmente al desmoronamiento de las instituciones, cuando no a su ocupación furtiva. No es de extrañar la creciente desconfianza de los pueblos respecto a quienes les gobiernan.

Sobre lo sucedido estos días en los Estados Unidos, aparte del sainete interpretado por Biden, merece la pena   comentar la decisión del Supremo de conceder inmunidad penal al presidente en ejercicio sobre sus decisiones oficiales. La jueza Sotomayor y otros dos miembros del tribunal ejercieron su voto discrepante en términos especialmente duros, y el propio Biden comentó que con esa decisión Trump no podría ser juzgado por animar a una turba armada a ocupar el Capitolio como de hecho sucedió.  La Constitución española declara también que el Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad. Pero en nuestro caso el monarca no tiene poder alguno y todos sus actos oficiales han de ser refrendados. Los responsables son quienes los refrendan. En opinión mayoritaria entre los juristas, el monarca no está protegido, sin embargo, respecto a sus actos personales, pero sería de desear que esto se esclareciera en una próxima revisión del texto constitucional.

Lo más preocupante del proceso americano es la personalidad de los candidatos, con evidentes deficiencias para ejercer un liderazgo digno de la primera potencia mundial. La demagogia populista de Trump y las ausencias cognitivas de Biden, que él niega, suponen una amenaza para el orden internacional en momentos de extrema tensión bélica y de retorno a los tiempos de la Guerra Fría. O no tan fría. Por lo demás, la ocupación del Tribunal Supremo llevada a cabo por los amigos de Trump se parece demasiado a la de España, en lo que se refiere al control del Constitucional por los amigos de Sánchez. Recientes decisiones que han modificado sentencias del alto tribunal sobre antiguos dirigentes socialistas amenazan a la independencia del poder judicial y a la seguridad jurídica. Políticos togados que indultan o amnistían a otros políticos, sean compañeros de partido o cómplices necesarios en la ocupación del poder, no es la mejor manera de demostrar la madurez de nuestra democracia.

Saltando al Reino Unido, el Labour ha obtenido un resultado espectacular con una arrolladora mayoría absoluta frente a la derecha, lo que fortalece las esperanzas de los socialdemócratas europeos. La otra buena noticia es que el partido ha regresado a la moderación que la realidad impone y parece consciente de que su abrumador triunfo no es coherente con la evolución del número de sus electores. Han pasado de obtener el 32 por ciento de los votos en las anteriores elecciones al 34. Pero el sistema mayoritario, unido a la fragmentación de la derecha, les permite controlar más del 60 por ciento de los asientos en los Comunes. La extrema derecha de Farage es ya el tercer partido en votos, aunque solo obtuvo cinco escaños, frente a los más de setenta de los liberales, que tuvieron menos votantes. Tony Blair ha felicitado a su sucesor Starmer, pero públicamente le ha instado a que «cierre las vías» a la derecha populista manteniendo los duros controles sobre la inmigración. Y es que este es un tema que afecta fundamentalmente al comportamiento de los votantes europeos. En él se han apoyado Le Pen en Francia, Orban en Hungría y Abascal en España, integrantes de la ultraderechista tercera fuerza del Parlamento Europeo, que no ha cesado de crecer en los últimos años.

«La evolución de Europa en general y de la guerra de Ucrania en particular aportarán señales sobre si habrá alivio temprano para el actual desorden»

Tras la victoria laborista en Inglaterra, el Nuevo Frente Popular francés, encabezado por Melenchon y sus insumisos, se ha postulado como el vencedor de las elecciones y demandado su derecho a gobernar. Pero nuevamente, como en el caso británico, las cifras desmienten los excesos voluntaristas. Es una buena noticia que el conjunto de partidos, a derecha e izquierda, fieles a la tradición republicana, hayan evitado la mayoría absoluta de la extrema derecha, partido más votado en las europeas y con esperanzas de ser el mayoritario en las legislativas. El Frente Popular es ahora el grupo con mayor número de escaños en la Asamblea Nacional, pero también una alianza de izquierdistas y ecologistas que en ningún caso representa un programa común ni en los problemas a resolver ni en sus soluciones. El conjunto de voto a las izquierdas no llega al 28 por ciento, mientras que Le Pen y sus aliados han obtenido el 37%. La distribución de escaños en la segunda vuelta no refleja de nuevo, como en el caso de Inglaterra, el peso real del electorado. En opinión del ex primer ministro Manuel Valls, la izquierda ha vuelto a obtener una victoria mediática en la interpretación de los resultados, pero también un fracaso electoral, que incluso empeora el número de sufragios obtenidos en las recientes elecciones europeas. El temor más extendido en la comunidad internacional es la ingobernabilidad del país, dividido en tres bloques parlamentarios de difícil colaboración entre sí.

Un desgobierno en Francia afectaría profundamente a toda Europa, sumida ya en el desconcierto, abandonado el sueño de su autonomía frente a los Estados Unidos, convertida como está en una delegación de la Alianza Atlántica y el despliegue imperial norteamericano. Ha tenido que ser Jacques Attali, consejero áulico de Mitterrand y uno de los intelectuales galos más sagaces e influyentes, quien recordara que su país es la cuna de la razón ilustrada, por lo que habrá una solución que tranquilice los ánimos. Frente a quienes piensan que estas elecciones son un nuevo descrédito para Macron, muchos progresistas moderados creen que el presidente tiene buenas cartas que jugar. A comenzar por el hecho de que la legislatura está garantizada por un año en el que no puede haber elecciones y una moción de censura triunfante es improbable. En opinión de Valls, la buena noticia es que Le Pen ha sido claramente derrotada; pero los motivos de sus anteriores éxitos son la identificación de los problemas reales y el sentimiento de los ciudadanos en lo referente a la inmigración, la seguridad ciudadana y el deterioro del poder adquisitivo. En Francia es el presidente de la República quien designa al primer ministro y no lo hará con probabilidad hasta la vuelta del verano. La evolución de Europa en general y de la guerra de Ucrania en particular aportarán señales sobre si habrá alivio temprano para el actual desorden. Al menos, mientras aguardamos la solución americana al caos institucional que sus dos grandes partidos han provocado.

 

 

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