Democracia y Política

La extrema derecha alemana, hundida en las encuestas, hará campaña con un programa social

AfD cerró el pasado domingo su congreso con 600 participantes en plena pandemia

Ha bastado media legislatura en el Bundestag para que el partido antieuropeo y antiextranjeros Alternativa para Alemania (AfD) toque techo y comience un descenso en picado. Según el último sondeo del Instituto Forsa, solo obtendría un 7% si hubiera elecciones hoy mismo, su peor resultado desde julio de 2017 y lejos del 15% que disfrutó en el momento más agudo de la crisis de los refugiados.

Una vez encauzada la situación migratoria y en medio de una pandemia global –en la que Alemania compra vacunas junto con el resto de socios europeos para obtener así mejores condiciones de mercado– su oposición sistemática a Bruselas es percibida como tendencia suicida. Además Bruselas ha dejado de ser un ente abstracto, lejano y oscuro para muchos descontentos desde que la cristianodemócrata (CDU) Ursula von der Leyen preside la Comisión y hace periódicas y cristalinas declaraciones en alemán explicando la política comunitaria, que muchos seguidores de AfD han descubierto como no tan lejana como creían.

El partido ha intentado reaccionar a esta decadencia y ha celebrado este pasado fin de semana un congreso presencial en Kalken, con 600 delegados y con el objetivo de recuperar la iniciativa política gracias a una batería de promesas electorales de carácter social. A la espera de los efectos demoscópicos de ese giro, al que se ha plegado con obediencia el ala más liberal del partido, el congreso ha evidenciado la ruptura manifiesta entre una serie de familias políticas formadas por matrimonios de conveniencia y que no superan el test de estrés ideológico. Este congreso ha sido el escaparate de la división entre los líderes de las facciones «moderada» y «el ala» (Die Flügel).

Gestos «moderados»

Hace solo un año, AfD se habría convertido en el partido más fuerte en los Bundesländer orientales, donde radica su facción más extrema, liderada por Björn Höcke, líder de Turingia. Pero esa era dorada ha sido también fugaz. AfD ha pasado del primer lugar en las encuestas al tercero. En los mismos distritos en los que en octubre de 2019 obtenía el 24% de los votos, un 1% por delante de la CDU de Merkel, hoy apenas roza el 18%, tras una CDU con el 30% y Die Linke (La Izquierda) con el 19%. Los socialdemócratas del SPD han revivido en el este alemán con hasta un 13% del voto, mientras AfD se hunde en las trifulcas entre sus componentes.

El grupo parlamentario ha expulsado recientemente a su portavoz de prensa Christian Lüth después de unos comentarios «inhumanos» sobre los inmigrantes en un documental de televisión. En mayo, la ejecutiva nacional retiró la membresía del ex presidente del estado de Brandeburgo, Andreas Kalbitz, por sus pasados y no confesados contactos con grupos neonazis. Kalbitz fue el artífice del 24% obtenido en las regionales de Brandeburgo, el Land que envuelve Berlín, y se ha llevado con él sus votos. A escala federal, las encuestas más favorables no dan a AfD más de un 11% y desvelan que sus votantes se desplazan con pies ligeros a la CDU, que anota un 35%.

 

 

Una imagen del congreso de AfD, que contó con 600 participantes
Una imagen del congreso de AfD, que contó con 600 participantes – EFE

 

 

Ese es el motivo por el que el copresidente moderado, Jörg Meuthen, haya insistido en este congreso en la necesidad de desmarcarse y tomar distancia tanto de movimientos negacionistas, que engrosan sus manifestaciones contra la gestión gubernamental de la pandemia, como de grupos neonazis. Pero las intervenciones de Meuthen han sido interrumpidas por abucheos y por acusaciones de «daños irreparables» al partido. Meuthen, que lleva meses confrontado con los radicales de «el ala», una corriente oficialmente desmantelada pero igualmente presente, ha recriminado a ese sector el que estén tachando de «dictadura sanitaria» a la Alemania actual. «Si fuera una dictadura, no estaríamos aquí», ha defendido, al tiempo que criticaba el hecho de aplicar el término de la ley que en 1933 dio plenos poderes aAdolf Hitler para referirse a la recientemente aprobada reforma de la Ley de Protección de Infecciones para sostener legalmente las restricciones por la pandemia. Tales alusiones «nos hacen atacables», ha advertido.

El hombre que hasta ahora mantenía unidas a las diferentes facciones de AfD, Alexander Gauland, de 79 años de edad y cuya familia desea desde hace tiempo que se retire, abandonó el congreso del partido en ambulancia a causa de «una vena sangrante en la nariz», después de una intervención en la que trató de poner orden, acusando por un lado a Meuthen de polarizar el partido y al ala radical de su falta de visión estratégica. Antes de ser evacuado, dejó una vez más unos mínimos cerrados. Casi el 89% de los delegados votó el Concepto Social y los moderados prevalecieron en las elecciones parciales para la junta ejecutiva federal.

El presidente federal Tino Chrupalla fijó las líneas de precampaña, de cara a las elecciones de 2021. «Garantizaremos a todas las personas que han trabajado toda su vida, una pensión adecuada», dijo, señalando la «necesaria libertad en el momento de la jubilación, la abolición de las pensiones de los políticos y la previsión de vejez para los autónomo». AfD llevará en su programa electoral un reembolso de 20.000 euros por cada hijo a los padres en forma de contribuciones al seguro de pensiones. La propuesta de una renta mínima universal de 500 euros para los alemanes, a la que optarían solamente los extranjeros con permiso de residencia y que hayan cotizado durante al menos 10 años en el país, ha sido objeto de debate y queda finalmente en abierto. En política de salud, AfD quiere fortalecer los seguros médicos obligatorios y privados, mejorar la atención ambulatoria a los pacientes, reducir el IVA sobre los medicamentos y mantener la atención médica hospitalaria en las zonas rurales.

 

 

 

 

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