La extrema derecha, primer partido obrero de Francia
Le Pen consiguió el 47% del voto obrero dejando a Macron en segundo puesto
La extrema derecha se consolida como el primer partido de los obreros de Francia, confirmando una evolución de gran calado en la historia política nacional, tras el hundimiento histórico de la derecha y las izquierdas tradicionales. Todos los estudios publicados tras las elecciones europeas del 26 de mayo pasado confirman la misma tendencia avanzada por el Ifop, referencia canónica en el campo de los análisis sociológicos: el 47 % de los electores obreros y el 32 % de los empleados votaron al partido de Marine Le Pen, Agrupación Nacional (AN, ex Frente Nacional, FN), que consiguió el 23,31 % de los votos nacionales.
Esa evolución de fondo coincide con el hundimiento histórico de las izquierdas socialistas (6,19%) y comunistas (2,49%), el estancamiento y retroceso de la extrema izquierda populista (6,31%), la escasa representación obrera del voto ecologista (13,47%), consagrando a Emmanuel Macron como el líder más estimado por los electores de centro y derecha actuales, cuando su partido quedó en segundo puesto con el 22,41% de los votos. Con un 8,48%, la derecha tradicional quedó muy alejada del voto popular.
La implantación muy mayoritaria de la extrema derecha se manifestó por vez primera en la primera vuelta de la elección presidencial de 1995, cuando Jean-Marie Le Pen eliminó al candidato socialista, Lionel Jospin. Por vez primera en la historia política de Francia, el electorado popular se alejaba de los candidatos de izquierda para votar de manera significativa al candidato de la extrema derecha, derrotado en la segunda vuelta por Jacques Chirac, conservador.
Desde entonces, todas las elecciones han confirmando siempre una lenta pero firme ascensión de la extrema derecha. Los modelos electorales franceses, mayoritarios, a dos vueltas, han frenado e impedido la entrada masiva de la extrema derecha en los municipios, gobiernos regionales y Asamblea Nacional. Pero ese funcionamiento del modelo electoral contribuyó a favorecer el nacimiento de la franquicia de los chalecos amarillos, donde se confunden los electorados de extrema izquierda y de extrema derecha.
Evolución del voto
En las presidenciales de 1988, el 59,2% de los obreros votaban a las izquierdas; y la extrema derecha solo contaba con un 17,6% de voto obrero. En 1995, el 48,5% de los obreros seguían votando a las izquierdas; pero la extrema derecha comenzó a contar con el 21,1% del voto obrero. El 2002, el voto obrero de izquierdas cayó al 38,7% mientras que el voto obrero de extrema derecha creció al 25,6%. El 2007 el voto obrero de izquierda fue del 40 %, cuando los obreros dudaron entre el voto de derechas tradicional (Sarkozy, que consiguió el 27,9 % del voto obrero) y el voto de extrema derecha, que consiguió el 15,6%. El 2012 (hundimiento de Sarkozy, triunfo de Hollande) se inició la ascensión final (¿?) de la extrema derecha, que consiguió aquel año el 30,9% de los votos, cuando el voto obrero de izquierdas se estancó en el 40,1% y el voto obrero de derecha retrocedió al 24,3. Derecha y extrema derecha ya eran votadas por el 65,2 % de los obreros franceses.
Las elecciones europeas del 2014 convirtieron a la extrema derecha de la familia Le Pen en el primer partido obrero de Francia, con el 35% del voto obrero. Tendencia confirmada en las presenciales del 2017, cuando Marine Le Pen consiguió el 40% de los votos obreros frente a Emmanuel Macron.
Las elecciones europeas del mes de mayo pasado han confirmado y ampliado la tendencia y marea de mucho fondo que viene de muy lejos, de las postrimerías de los dos mandatos presidenciales de François Mitterrand (1981 – 1995), el fracaso de los mandatos de Jacques Chirac (1995 – 2002), el fin desafortunado de la presidencia Sarkozy (2002 – 2007), el hundimiento faústico de la presidencia Hollande (2007 – 2012) y la incomprensión muy profunda de la presidencia Macron, elegido el 2017.
Pascal Perrineau, uno de los mejores especialistas en la historia de la extrema derecha francesa resume ese proceso histórico de este modo: «Los obreros y los empleados siguen representando el 20 y 27% de la población francesa, aproximadamente. Con los años, la desindustrialización, la mundialización, el hundimiento de los sindicatos y las izquierdas, han creado un vacío de representación… los obreros con menos formación y peor pagados, las clases medias que temen la precariedad, los funcionarios de las categorías más modestas, se sienten olvidados y mal representados por las elites políticas, muy alejadas de una Francia obrera, periférica, que también es víctima de peores servicios públicos. Quizá el voto obrero no sea siempre un voto de adhesión, pero siempre es un voto de protesta…».