La geología nos da sorpresas
Para Gustavo Coronel, geólogo venezolano
Que Islandia no es una isla sino un fragmento de la cuasi-mítica estructura de Pangea, afirma la profesora Gillian Foulger, de la Universidad de Durham, Inglaterra.
El ABC madrileño reseña su libro, editado por la Sociedad Geológica Americana, que ratifica el concepto tradicional de que Islandia se halla en la intersección de dos placas tectónicas que se separan lentamente y por cuyas ranuras escapa el magma hirviente desde la entrañas del globo, hasta enfriarse y enriquecer la corteza terrestre con una masa que alcanza los 40 kilómetros de grosor.
La isla que atrajo la atención de Julio Verne formaría parte en realidad de la corteza continental, no oceánica, con una superficie superior al millón de kilómetros cuadrados si se incluye una región al noroeste de Escocia; una reliquia de la época remotísima en que todos los continentes formaban uno solo, la Pangea, antes de separarse por el movimiento de las placas.
Así se dispone a probarlo un equipo científico mediante la recolección de circones, una variedad de cristales muy resistentes que superarían la limitada antigüedad del fondo oceánico para devenir parte de la corteza continental.
Que algo similar pudiera estar sucediendo en un lugar tan distante como las islas de Nueva Zelanda es una de las noticias que reseñan en estos días las publicaciones especializadas; tan sorprendente como el descubrimiento de un fragmento del Océano Pacífico debajo de la China continental.
La revista Nature Geoscience ha revelado que el antiguo lecho se sumerge con arduo esfuerzo a profundidades que van de los 400 a 600 kilómetros por un fenómeno conocido como subducción, registrado por la Universidad de Rice, en los Estados Unidos y la Academia de Ciencias de China en trescientas estaciones sísmicas diseminadas a lo ancho de aquel vasto país.
En suma, una losa descomunal que se adentra en las profundidades con una inclinación de 25 grados, conservando parte del agua oceánica.
Mientras tanto, al sur de Europa han sido descubiertos impresionantes detalles del Greater Adria, un continente perdido del tamaño de Groenlandia que existió hace 140 millones de años, a partir de sedimentos marinos emergidos por la colisión de placas hasta formar una entidad separada de Gondwana, el super-continente que entonces comprendía Africa, Sudamérica, Australia, la Antártida, el sub-continente indio y la Península Arábica.
El impacto, que tuvo lugar a un ritmo no mayor de tres a cuatro centímetros anuales en el curso de varios millones de años, esparció rocas en la superficie, difíciles de recoger porque se hallan dispersas en más de treinta países de la Cuenca Mediterránea, desde España hasta Irán.
Es la tarea que asumió un equipo de estudiosos de la Universidad de Utrech, Holanda, para verificar además la dirección de cualquier campo magnético atrapado en ellas, complementando otros trabajos a base de ondas sísmicas que a manera de una tomografía han elaborado una especie de mapa de ese mundo subterráneo que, en ocasiones, se incrusta incluso a 1.500 kilómetros bajo la superficie del planeta.
Son hallazgos que se suman al que PLANETA VITAL registró hace pocos meses, de un manglar más propio de una playa tropical a miles de kilómetros de la costa, como una de las prueba de que el Mar Caribe inundó la Amazonia occidental durante el periodo miocénico, entre diez y veinte millones de años atrás, retirándose cuando la jungla reclamó aquel espacio.
El estudio aparecido en los Proceedings de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos revelaba la existencia de un vasto territorio árido, dos veces el tamaño de Texas, atestado de selvas húmedas y moteada de lagos y ríos tributarios, donde irrumpió el Caribe, según demuestran los cambios en sedimentos en territorios de Brasil y Colombia y los restos fosilizados de camarones y un colmillo de tiburón y la presencia de delfines, rayas y manatíes en el caudaloso Amazonas.
La razón, según nuevos modelos geofísicos, residiría en el ascenso del nivel del mar, la elevación de la cordillera Andina y cambios en las placas tectónicas y la dinámica del manto que, al combinarse, hundieron la superficie terrestre y crearon una depresión inundada en Sudamérica donde, hace 20 millones de años, hubiéramos podido navegar desde Venezuela al Paraguay.
Quedan todavía numerosas incógnitas por desvelar y por eso la investigación proseguirá en pos de muestras más confiables con el ambicioso Trans-Amazon Drilling Project, financiado por un grupo de instituciones estadounidenses y brasileras, permitiendo a un equipo de cincuenta profesionales establecer un cuadro preciso de la Cuenca del Amazonas, desde la era Cenozoica hace 66 millones de años hasta el presente.
Varsovia, agosto 2021