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La gran batalla por la hegemonía de las derechas

El votante de derechas está desconcertado. En este momento es difícil calibrar con precisión cuánto hay de espuma en la ola naranja que crece imparable en las encuestas y parece amenazar incluso la hegemonía del PP en la derecha del arco parlamentario, de la que es dueño y señor desde 1982 (Alianza Popular, 107 escaños y 26,26% de los votos). La madre de todas las batallas será en las elecciones andaluzas, las primeras de un ciclo electoral que continuará en mayo del 19 con autonómicas en trece comunidades, municipales en toda España y Europeas; y finalizará en 2020 con las elecciones generales y las autonómicas vascas y gallegas. Será entonces, y sólo entonces, cuando descubramos quién manda en la derecha española.

Eso sí, esta disputa –si es que realmente la hay- tiene una segunda derivada: la derecha está dividida, pero no débil. Nunca tuvo tanto apoyo popular: Según el CIS de enero, PP + Cs suman el 47% de los votos, frente 46,07% de las generales de junio de 2016, el 42,65% de diciembre de 2015 o el 44,63% del PP en diciembre de 2011 (186 escaños). Por tanto, solo dos cosas se pueden dar por ciertas: La derecha se ha partido, pero las derechas están más fuertes que nunca.

Las victorias, en el centro

Es difícil calibrar la magnitud de la ola naranja, entre otras cosas porque es el propio Ciudadanos quien se niega a definirse a sí mismo como partido de derechas a pesar de que la percepción ciudadana es clara al respecto (en enero de este año, un 6,76 siendo 1 extrema izquierda y 10 extrema derecha). A los líderes de Ciudadanos les hemos escuchado definirse como «de centro», «liberales», «liberal progresistas», etc… un baile ideológico que desconcierta al votante de centro-derecha, su principal sustento electoral. Es cierto que Albert Rivera puede pescar también en el centro izquierda, pero cuando entre las elecciones generales de 2015 y las de 2016 coqueteó abiertamente con Sánchez y firmó un el pacto de «El abrazo», la consecuencia fue perder 8 escaños (de 40 a 32) y la pérdida de casi 400.000 votos. José Manuel Villegas, la cabeza serena de Cs, se lo reconoce a ABC: de cada 3 votos que llegan a Ciudadanos, dos lo hacen desde el PP.

En el Partido Popular saben que sus éxitos electorales siempre han estado en el crecimiento por el centro, hoy copado por Ciudadanos:«El PP siempre ha ganado cuando ha conquistado el centro. Los españoles nos ven en un 8 (8,13, siendo 10 extrema derecha), que es una barbaridad», lamenta una destacada dirigente popular.

La agenda mediática

También es difícil medir la altura de la ola naranja porque Ciudadanos adquiere su máxima expresión cuando el debate político gira en torno a dos asuntos, exactamente los que copan nuestras portadas en los últimos meses: El desafío independentista catalán y la lucha contra la corrupción. Nada beneficia más electoralmente a Ciudadanos que el Interrail delictivo de Puigdemont y las notas falsificadas de la Universidad Juan Carlos I (suma y sigue de los verdaderos escándalos del PP de Madrid: Gürtel, Púnica y Lezo). Cuando todo esto vuelva a su cauce y baje la espuma, ¿hará pie Rajoy apoyado con en el PIB y en el empleo? ¿se redimensionará Ciudadanos?

Nadie desea tanto como el Gobierno que el 155 pase a a la historia. En Moncloa y en Génova todavía se preguntan cómo es posible que haya sido Ciudadanos quien más lo haya rentabilizado: En Cataluña, con su magnífica victoria electoral frente a las fuerzas independentistas; y en España, con el crecimiento exponencial en las encuestas. Algo mal ha hecho el PP, o algo bien ha hecho Cs.

Nada de «ucedización»

El votante de derechas también está desconcertado porque la fuerza política hegemónica en la derecha desde 1982, el PP, ofrece síntomas de agotamiento y transmite un estado anímico depresivo. Algún analista se apresura a certificar el cambio de ciclo e incluso hn bautizado un nuevo término: la ucedización del PP. Lo que le sucedió a la UCD (en 1982 pasó de 157 a 11 escaños) no tiene nada que ver con lo que le está pasando al PP en la actualidad, pero sí es cierto que el estado de ánimo que se transmite desde Génova es de acoso y derribo.El PP no está en vías de ucedizarse, pero ya es evidente que por primera vez parte de su electorado cuenta con una alternativa viable: Los motivos de los votantes que abandonan el PP son variados, pero la inmensa mayoría de ellos encuentran acomodo en el mismo sitio: Ciudadanos. Ese es el drama en la calle Génova.

Andalucía, la primera parada

Todo el mundo en Andalucía da por hecho que las elecciones autonómicas, previstas para marzo del 19, se van a adelantar a noviembre. Todo el mundo, menos una persona: Susana Díaz. Los argumentos se pueden resumir a dos: adelantando los comicios –solo cuatro meses- se asegura ir a las urnas antes de que se haya dictado sentencia del caso ERE; y además se desmarca de Pedro Sánchez, que a pesar del actual armisticio sigue siendo su rival en el PSOE. Esta hipótesis sitúa las primeras elecciones del ciclo electoral en otoño, un momento clave en la lucha por la hegemonía de la derecha.

Sorpasso

El «CIS andaluz» (Egopa) publicó una encuesta en febrero que encendió las alarmas en Génova: Ciudadanos sería segunda fuerza con el 19,8% de los votos, frente al 18,3% del PP. De confirmarse este resultado, el Partido Popular tendría un serio problema. En Andalucía hay una particularidad importante: Juan Marín ha sido el apoyo de Susana Díaz, y no sólo no se ha desgastado, sino que mejora enormemente en las encuestas. Su estrategia ha sido un éxito: Ha dado estabilidad a la región y ha arrancado algunas de la reivindicaciones clásicas de la derecha andaluza: rebaja del impuesto de sucesiones, por ejemplo. ¿Dónde queda el PP en esta ecuación?

La batalla electoral andaluza es fundamental en la guerra que PP y Cs van a mantener en este largo ciclo electoral de veinte meses. Nadie en Andalucía discute que esas elecciones las va a ganar Susana Díaz. Lo que está en juego son dos cuestiones: Quién es la segunda fuerza y si PP y Cs (o Cs y PP) consiguen sumar la mayoría absoluta y derribar así el régimen socialista de Andalucía.

Si en las elecciones andaluzas Ciudadanos gana al PP, el partido de Albert Rivera será primera fuerza en el centro derecha en Cataluña y en Andalucía, o lo que es lo mismo, sobre un cuerpo electoral de 16 millones de españoles (7,5 catalanes, 8,5 andaluces): Un tercio del electorado en España. Esa es la importancia de las elecciones andaluzas para la derecha española, el efecto contagio en las municipales y autonómicas de mayo del 19: El que se imponga afrontará fortalecido el resto de citas electorales.

El candidato del PP, Juanma Moreno, -que no sabe si contar con el apoyo en campaña de los ministros andaluces suma o resta- se tendrá que enfrentar a Juan Marín, que en ningún caso duda del beneficio que le puede reportar la ayuda de Albert Rivera y de Inés Arrimadas.

La ansiedad, mala consejera

El PP apela a la calma cuando se les pregunta por la batalla en la derecha. Rajoy lo dice habitualmente en el Comité de Dirección: La ansiedad es mala consejera en política. Unos dirigentes advierten de la «volatilidad en las encuestas» y recuerdan que en 2015 Podemos también era primera fuerza política y luego ni siquiera logró el sorpasso al PSOE. Otros recuerdan que Ciudadanos también ha cosechado sonoros fracasos, como las elecciones vascas y gallegas. Y todos coinciden en denunciar las deslealtades de Rivera en cuestiones como Cataluña y los Presupuestos. Incluso hay quien cree que la beligerancia del presidente de Ciudadanos con el PP puede perjudicarle a la hora de presentarse como presidenciable.

Fenómeno de sustitución

En Ciudadanos el discurso es otro: sostienen que el centro no solo se está ampliando por la derecha, sino que también por la izquierda. «Si en Andalucía conseguimos quedar muy cerca del PP o superarle se habrá certificado el fenómeno de sustitución»,asegura un importante dirigente. Sus cálculos van más allá: en las autonómicas de 2019 quieren entrar en Canarias, Castilla-La Mancha y Navarra y en 2020 hacerlo en el País Vasco y Galicia. Su proyecto para este ciclo electoral pasa por empezar a asumir responsabilidades de Gobierno y obtener representación en toda España. Ese es precisamente su talón de Aquiles: tal día como hoy Ciudadanos tiene un creciente tirón en grades ciudades, pero carece de estructura territorial.

La palabra sorpasso vuelve a estar de moda. El tiempo dirá si Albert Rivera consigue armar un partido nacional sólido o si le pasa como a Pablo Iglesias, que cuando iba a deglutir a Pedro Sánchez sin necesidad de masticar se encontró con la tozuda realidad. Enfrente, Mariano Rajoy mantiene impertérrito su estrategia, avalada por los resultados económicos. Aunque él no pierde los nervios, hay quien en la calle Génova piensa que hay que hacer algo más: «Hay que ponerse las pilas».

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