La gran epopeya de un desconocido Bob Dylan
No es la historia de un huracán ni de una piedra rodante. Tampoco la de un hombre que vio cambiar los tiempos, sino más bien la del hombre que los cambió. El viento que sopló. La armónica que sonó. El toc toc en las puertas del cielo… Es Bob Dylan y su historia es la de un pequeño hombre, interpretado en ‘A complete unknown’ por Timothée Chalamet, al que se le quedaron minúsculas las etiquetas de su tiempo. Canción protesta, sí, pero solo porque las causas marginales riman bien; contracultura, hasta un punto… De parte de las minorías, sí, la suya y única. Por el camino le llamaron traidor y pesetero, pero simplemente jugaba en otra liga.
La película, que se estrena este viernes y está nominada a ocho Oscar, rebusca en los inicios de uno de los más grandes genios de la música, en los primeros pasos en Nueva York de un cantante que terminaría ganando el Premio Nobel, en el macuto de un autor que se cambió de nombre y se mudó a la Gran Manzana con una guitarra, unos cuantos dólares y muchos sueños. «Es una especie de fábula sobre un joven de 19 años que llega a la ciudad, deja atrás su pasado y, con solo su instrumento y un cuaderno, localiza a su héroe, Woody Guthrie (Scott McNairy), para enfrentarse a él. Es la forma en la que empiezan muchas grandes historias y es el verdadero comienzo de Bob Dylan. Hasta ese día era Robert Zimmerman y llega a Nueva York y se convierte en este tipo de hombre con un nuevo nombre en lugar de alguien sin nombre», cuenta en una entrevista con ABC James Mangold, director de ‘A complete unknown’.
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Para deconstruir los orígenes del mito, Chalamet anchea su nariz y alborota, aún más, su pelo; canta y hasta habla como Dylan. El andar desgarbado ya lo traía de casa. El actor, candidato a la estatuilla, dedicó cinco años de su vida a preparar el papel del también compositor, «un héroe americano», con un entusiasmo que nunca había puesto en otro personaje. Porque era, por el momento en el que está de su carrera y su proyección, quien mejor podía comprender e interpretar esos inicios del cantante. «La idea de fusionar la propia experiencia vital y la personalidad con el personaje al que das vida es muy importante para mí y creo que el propio estrellato de Timothée le ayudó a comprender muchos de los sentimientos de Dylan», alabó Mangold sobre un intérprete que confesó, tras recibir el premio SAG, aspirar a la grandeza y querer convertirse en «uno de los grandes».
Mangold tampoco se queda pequeño. Capaz de darle el Oscar a Angelina Jolie y Reese Witherspoon, de reimaginar el crepúsculo de un mutante como un wéstern y de actuar en la comedia de culto ‘La cosa más dulce’, vuelve a unir su pasión por la música y el cine veinte años después de hacer caminar por la línea al Johnny Cash de Joaquin Phoenix. «He hecho películas del Oeste, de terror, de superhéroes, de Indiana Jones, de coches de carreras. ¿Por qué no volver a un terreno conocido con un nuevo personaje y una nueva estrategia? Surgió la oportunidad de contar esta parte de la historia de uno de los artistas más importantes del siglo XX. No creo que haya habido una película realmente sobre la época y el tema y el mundo de la música folk y Bob Dylan como la que hemos hecho nosotros. Los hermanos Coen hicieron una película [‘Inside Llewyn Davis’] que trataba tangencialmente sobre Bob Dylan en un pequeño papel, o casi, un símbolo, y que tenía lugar en el mundo del folk. Y la película de Todd Haynes [‘I’m not there’] es maravillosa, pero es más bien una meditación intelectual sobre Bob Dylan», justifica el realizador.
El sueño de un genio
Esto, insiste, es «solo una historia sobre la gente, sus sueños, la música y un genio». «La película es sobre algo más grande que Bob Dylan, es sobre la idea del talento y cómo nos afecta, cómo le afecta al propio Dylan tener esa capacidad que le da éxito y renombre pero también le hace sentirse solo. Es tal prodigio de la música que los demás lo ven como una fuente de la que brotan canciones. Lo adoran, lo envidian, quieren poseerlo y controlarlo; convertirlo en una mercancía, utilizarlo según sus propios intereses. Es un talento único y extraordinario, pero todas sus relaciones se convierten en transaccionales. Y eso le llevó a tener una banda, a encontrar amigos de nuevo, a tener camaradería con gente que no quería nada más que saber los acordes y tocar el ritmo», indica el director sobre uno de los momentos más criticados de su trayectoria, punto de inflexión a su vez de lo que terminaría siendo.
Cash, por cierto, hace también un ‘cameo’ en esta película en la piel de Boyd Holbrook. No es el único. Por la pantalla desfilan grandes nombres de la canción como el propio Guthrie, en los estertores de su enfermedad de Huntington, Pete Seeger (Edward Norton), emblema del folk estadounidense que llegó a ser perseguido por el Comité de Asuntos Antiamericanos o Joan Baez (Monica Barbaro), activista que cantó, se peleó… y más cosas con Bob Dylan. Especial importancia cobra el escenario del festival de Newport, donde Dylan pasó de gran promesa de la música norteamericana a ser acusado de traidor por coquetear con instrumentos eléctricos. «A Bob Dylan siempre le gustó todo tipo de música. Empezó tocando la guitarra eléctrica y soñando con ser Buddy Holly o Little Richard, por lo que es absurdo pensar que se había comprometido con la música folk cuando llegó a Nueva York. Él disfrutaba escribiendo canciones y cantándolas. ¿Cómo puede estar traicionándote alguien que, con 23 años, solo quiere crecer? Es difícil de concebir porque ahora conocemos la gran figura de Bob Dylan, pero mi película le sigue principalmente desde los 19 años hasta los 23, cuando ese joven está empezando a descubrir su talento», abunda James Mangold.
Su primer gran amor
‘A complete unknown’, puro biopic de orígenes de un mito, no se queda solo en las hazañas históricas del bardo norteamericano. Urga en la intimidad del estudio que compartía con Suze Rotolo, el primer amor de Dylan y una de sus grandes influencias en los primeros años del cantautor. Portada del disco ‘A Freewheelin’ Time’ e interpretada por Elle Fanning, es el único personaje de la película para el que no se usa el nombre real. «Bob me lo pidió. Joan era una estrella, Seeger era una estrella, igual que lo era el propio Bob, pero ella no era famosa y él sentía que era incorrecto llamarla por su nombre real porque era alguien que nunca buscó ese tipo de atención», explica el cineasta. Solo quizás, también, forme todavía parte de aquella persona que llegó a Nueva York y terminó engullida por su propia leyenda.