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La hora de Hillary

imagesLe reprochan haber ganado mucho dinero dictando conferencias en las pocas interinidades que le dejó el servicio público, esto en el país emblemático del capitalismo, donde los ricos son venerados.

También le reprochan haber perdonado las infidelidades de su marido, es decir, haber sido una mujer débil. En el sentido contrario, le reprochan que sea dura, mandona y que no se amolde al estereotipo de la mujer americana. Palo porque bogas, palo porque no bogas. Cometió, sí, un error casi infantil cuando era secretaria de Estado y decidió usar un servidor privado para sus correos electrónicos personales, aunque no se han comprobado filtraciones de seguridad importantes. Hillary Clinton no es, en síntesis, una buena candidata y resulta difícil confiar en ella o identificarse con su laberíntica personalidad.

Pero hoy tiene todas las de ganar en la elección presidencial de noviembre o, dicho de otro modo, tan solo las perderá si hace una pésima campaña, comete una seguidilla de errores garrafales, surge un escándalo tan mayúsculo como improbable o si la economía se desploma. De resto, ya encontró el tono para atacar a Donald Trump y también encontró en las propias palabras y actitudes de su rival, un mitómano al que odian los jerarcas del Partido Republicano, la munición necesaria para no darle tregua. El señor del peluquín de seguro no ha visto nunca una representación del Ricardo III de Shakespeare, en la que el futuro rey se dedica a seducir a Anne Neville, tras asesinar a su marido. Anne cae en brazos del verdugo en un tour de force narrativo casi increíble. Pues bien, la tarea de Trump es análoga a la de Ricardo: tiene que persuadir a amplias capas del electorado de que voten por quien ha dejado en claro, tiro por tiro, que los odia y los desprecia.

A veces el misterio de la política consiste en estar en el lugar adecuado. Aunque Bernie Sanders ha demostrado ser carismático, su posición de socialdemócrata de izquierda quizá sería viable en Suecia, no en California. Trump, por su parte, encarna las ilusiones racistoides e insolentes del hombre blanco poco educado, un grupo maltratado por la deriva de Estados Unidos en los últimos 20 años. Estos hombres creen que el éxito, y hasta el país, se los robaron los negros, los latinos y las mujeres, cuando en realidad los responsables de sus penurias son dos villanos más pedestres: el propio Partido Republicano, alérgico a todo tipo de asistencia pública que, por ejemplo, volviera a hacer accesible la educación universitaria de calidad, y el desarrollo tecnológico, que exige conocimientos de parte de cualquier trabajador. Pero estas son nociones abstractas. Es más fácil echarles la culpa a quienes son diferentes por sexo, color u origen.

Hillary ha planteado salidas viables para los problemas locales. Menos confiables son sus recetas de política internacional como, dicha sea de paso, lo son las de cualquier político americano. El mundo convulsiona y las medicinas que medio funcionaban antaño hoy tienen la fecha de vigencia vencida.

La gran aliada de la ex primera dama es la sociología de los electores, tanto o más poderosa que valores como el carisma. Hillary ha sido perseverante. Por eso hay una probabilidad alta de que, pocos días después de cumplir 69 años, se convierta en la primera mujer en alcanzar la Presidencia de Estados Unidos. Nadie podrá decir que no hizo todo lo humanamente posible para obtener el codiciado y azaroso puesto.

andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes

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