La hora de los socialistas
«Es Sánchez quien ha traído al PSOE hasta aquí, quien lo conduce a la derrota el 23 de julio y quien lo llevará después a su desaparición, si alguien no lo impide antes»
Quedan aún 40 días para las elecciones y, por tanto, tiempo suficiente para contradecir la tendencia que hoy marcan las encuestas. No sería la primera vez que la última semana de campaña, incluso los últimos días, deciden el nombre del ganador. Más aun en una oportunidad como esta, en la que no se trata de ser el partido más votado, sino de ser capaz de conseguir los apoyos suficientes para ganar una votación de investidura en el Congreso.
Sin embargo, se ha instalado un sentimiento derrotista en el PSOE que, no sólo da ya por perdida esta competencia, sino que augura un largo periodo de ese partido en la oposición. Como es lógico, hace muy bien el PP de no fiarse de esta impresión y de pelear el partido hasta el último minuto. Pero son muchas las circunstancias que explican e invitan al pesimismo entre las filas socialistas.
«La división entre sus compañeros a la izquierda dificulta la obtención de la suma de escaños deseada»
La reciente y dramática pérdida de poder autonómico y municipal, con los consiguientes efectos desmoralizadores y desmovilizadores. La división entre sus compañeros a la izquierda, que dificulta la obtención de la suma de escaños deseada. La desunión dentro del propio partido, como se ha comprobado en la elaboración de las listas electorales. La falta de sintonía con el electorado, que desestima los éxitos económicos de los que presume el Gobierno e ignora la presunta amenaza ultraderechista de la que permanentemente advierten los portavoces del PSOE.
Son muchas, como digo,las circunstancias que justifican el derrotismo del PSOE y el agotamiento del modelo dominante en el último lustro. Pero todas esas circunstancias se resumen en un sólo nombre: Pedro Sánchez. Es Sánchez quien ha traído al PSOE hasta aquí, es Sánchez quien lo conduce a la derrota el 23 de julio y es Sánchez quien lo llevará después a su desaparición, si alguien no lo impide antes. Los socialistas lo saben mejor que nadie, aunque aún le aplaudan por inercia o escondan la cabeza en el barro a la espera de una oportunidad para volver a asomarla.
Los socialistas fueron los primeros que sufrieron a Sánchez. Fueron los primeros que padecieron el abuso de poder de su líder al alcanzar la secretaría general. No disolvió el partido, pero silenció el debate, se apoderó de los órganos de discusión y condenó a galeras a los disidentes.
Algo similar le ocurrió después a todo el país. Sin disponer siquiera de una mayoría parlamentaria, trató de controlar todas las instituciones creadas para nuestro equilibrio democrático, intentó dominar o desautorizar a los medios de comunicación, eliminó sin parar rivales políticos y creó la división en la sociedad española con el afán de presentarse como su único salvador. Su abuso del poder ha sido perfectamente detectado por el olfato popular en el uso desproporcionado de los Falcon. No ha llegado a crear un régimen a su capricho, como dice exageradamente la derecha, pero no porque eso no esté en su naturaleza, sino porque nuestra democracia es más sólida de lo que Sánchez y sus aliados creen.
Ahora, cuando pierda el poder de la nación, es muy probable que vuelva a refugiarse en el poder del PSOE. Los socialistas lo intuyen, de ahí su derrotismo. Los socialistas habían perdido elecciones antes, pero nunca habían visto su futuro tan comprometido. Saben que, esta vez, una derrota en las urnas no equivale al primer día para preparar el regreso al poder. Los socialistas saben que una derrota en julio es sólo el aperitivo de una pelea aún más dramática y encarnizada por el destino del PSOE.
Los socialistas saben que Feijóo es apenas un rival ocasional, pero que su enemigo es Sánchez. ¡Cómo afrontar una batalla electoral en estas condiciones! ¡Quién va a dar la cara por Sánchez si muchos sueñan silenciosamente con su derrota para que esta pesadilla acabe! «Tontos útiles de la derecha», les llamaba estos días Milagros Tolón, la alcaldesa derrotada en Toledo. No señora, socialistas consecuentes, que solían ser la mayoría.
Comprendo que algunos electores alejados de las interioridades de la política encontrarán sorprendentes estas afirmaciones después de haber presenciado, hace poco, cómo los parlamentarios socialistas se rompían las manos para aplaudir a Sánchez. No hagan caso. El culto a la personalidad es el último recurso de los miedosos. Sólo los pusilánimes buscan la adulación. Quienes creen en sus razones, prefieren un contrapunto.
Nadie sabe en qué acabará el PSOE ni si queda alguien capaz de recoger sus cenizas. Qué duda cabe de que esta sociedad española, construida en buena medida gracias a las políticas del PSOE en el pasado, necesita una izquierda que sirva de alternancia en el poder y garantice la gobernabilidad del país. Pero eso no ocurrirá con Sánchez. Incluso si volviera a gobernar, los males conocidos se agudizarían y las incertidumbres se prolongarían. En todo caso, algún día, muy probablemente el 24 de julio próximo, los socialistas tendrán que regresar a los aciagos días de septiembre de 2016 porque, cuando despierten esa mañana, Sánchez seguirá ahí.