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La izquierda bolivariana sufre su mayor debacle en Honduras

El oficialismo fue arrasado en una jornada caótica y llena de tensión, marcada por fallos técnicos, choques en centros de votación y proclamaciones prematuras de victoria

Soldados escoltan convoyes que transportan papeletas electorales a su llegada a un centro logístico electoral tras la jornada de votación en Honduras reuters

 

Una jornada electoral marcada por el caos, la tensión y las proclamaciones de victoria anticipadas desde el poder terminó con un desenlace que pocos en Honduras habían imaginado al amanecer: los votantes hondureños castigaron con claridad al Gobierno y al entramado político conocido como ‘el familión’, que quedó relegado a la irrelevancia. Tras horas de fallos técnicos, denuncias de cierre anticipado de urnas y choques en centros clave, los últimos votos que se contaban en la capital y en varios departamentos correspondían, sobre todo, a bastiones de la derecha, inclinando el escrutinio hacia un resultado adverso para el oficialismo.

Ya este lunes, con el 56% de las mesas escrutadas, los datos oficiales del Consejo Nacional Electoral reflejaban un vuelco inesperado. El candidato del Partido Nacional, Nasry Asfura, alcanzaba el 40% de los votos, unos 735.703 sufragios, después de haber pasado del tercer lugar en las encuestas al primero impulsado por el respaldo explícito del presidente estadounidense Donald Trump. Muy cerca quedaba el candidato de centroderecha Salvador Nasralla, con 39.78% y 731.527 votos. En contraste, la candidata oficialista, Rixi Moncada, se desplomaba hasta el 19.18%, con 352.836 votos.

En el llamado búnker de la candidata del Gobierno, la escena era de desolación e incredulidad. Rixi Moncada no compareció durante toda la noche electoral. Su discurso de resistencia, de enfrentamiento con las élites y de denuncias contra una supuesta injerencia estadounidense no logró calar. Tampoco ayudó que, a lo largo de la jornada, se proclamara ganadora en varias ocasiones antes de que cerraran las urnas, insistiendo en que la oposición no tenía ninguna posibilidad. El resultado la desmintió con una enorme contundencia.

Honduras, donde un presidente sólo puede servir un único mandato, se suma al giro a la derecha que en los últimos años ya habían marcado Ecuador, Argentina y Bolivia. Para muchos votantes, este resultado es una corrección directa al rumbo que tomó el país bajo el oficialismo de Xiomara Castro y Manuel Zelaya, marcado por su acercamiento político a Nicolás Maduro en Venezuela y al castrismo en Cuba.

En Honduras se conoce como el ‘familión’ al círculo de poder que rodea al expresidente Zelaya, depuesto en un golpe en 2009, y a la actual mandataria, su mujer. El término se popularizó porque varias posiciones estratégicas del partido Libre y del Gobierno quedaron en manos de familiares directos o figuras muy próximas al núcleo Zelaya-Castro. Su hijo Héctor Manuel Zelaya ocupó puestos de dirección y estrategia; y otros parientes y allegados de variado pelaje alcanzaron responsabilidades de peso en el aparato estatal. Para la oposición, el ‘familión’ resume un proyecto político basado en la concentración familiar del poder bajo la apariencia de políticas de progreso.

 

Honduras se suma al giro a la derecha que en los últimos años ya habían marcado Ecuador, Argentina y Bolivia

También se puso a prueba en Honduras el llamado ‘efecto Trump’. En las calles, tanto en la izquierda como en la derecha existía el temor de que el apoyo tan explícito del presidente de Estados Unidos al candidato del Partido Nacional terminara perjudicándolo. Trump intervino de manera frontal apenas tres días antes de la votación y lo hizo indultando al expresidente Juan Orlando Hernández, que gobernó entre 2014 y 2022 y que fue detenido, imputado, extraditado y condenado por narcotráfico en Estados Unidos durante la Administración Biden. Trump sostiene que Hernández fue víctima de una trampa y decidió perdonarlo, un gesto que marcó la recta final de la campaña y reconfiguró por completo el tablero político hondureño.

Nasralla recorta distancias

Al final, como pasó recientemente en Argentina, con el apoyo a Milei en las legislativas, Asfura pasó a liderar el recuento inicial, aunque su victoria aún está en entredicho. El motivo es que su principal competidor, Salvador Nasralla, fue recortando distancias a medida que avanzó el escrutinio. Entre el primer corte y las actualizaciones de la mañana del lunes, la brecha pasó de más de 20.000 votos a menos de 5.000, según el sistema de resultados del Consejo Nacional Electoral.

En cualquier caso, los dos candidatos que se disputan la presidencia representan un rechazo frontal al oficialismo. Ambos han prometido tomar distancia del Gobierno de Nicolás Maduro en un momento de tensión creciente con Estados Unidos y se reivindican como aliados de Trump, dispuestos a cooperar con Washington en materia migratoria y comercial.

Ese alineamiento tiene una explicación clara y contundente: en un país de poco más de 10 millones de habitantes, alrededor del 26% del PIB hondureño procede de las remesas enviadas desde el exterior y más de 1,2 millones de hondureños residen en Estados Unidos. Esa dependencia convierte cualquier cambio en la política estadounidense en un asunto decisivo para la economía y la estabilidad social de Honduras, y obliga a los candidatos a presentarse como interlocutores fiables ante la Casa Blanca.

Relaciones con EE.UU.

El voto hondureño en Estados Unidos ha sido hasta ahora favorable a Asfura, alimentado por la expectativa de una mejora en las relaciones bilaterales y en la situación de los propios emigrantes. Pero muchos de ellos denunciaron que no pudieron votar: informaron de papeletas insuficientes, centros mal asignados y listados incompletos. El congresista estadounidense Carlos Giménez acusó al Consejo Nacional Electoral de haber dificultado el proceso sobre todo en Miami. Para miles de hondureños en el exterior, la jornada terminó con frustración y sin la posibilidad de hacer valer su voto. En España no se pudo votar por decisión de ese mismo organismo.

La jornada estuvo marcada por atrasos, fallos de los dispositivos biométricos en centros de votación, retrasos en la apertura de mesas y errores en los listados. En varios puntos de Tegucigalpa y San Pedro Sula, grupos afines al oficialismo intentaron bloquear a observadores y presionar a miembros de las Juntas Receptoras, lo que elevó la tensión en las horas críticas del escrutinio. Hubo denuncias de papeletas insuficientes, cambios de último minuto en la ubicación de centros y problemas en el voto en el exterior, donde miles de hondureños informaron de centros erróneos y listados incompletos.

Pese a ese clima, el cierre de la noche dejó claro que el proceso estaba bajo una vigilancia amplia, sobre todo de Washington. La Organización de Estados Americanos (OEA) desplegó una misión completa. A ella se sumaron observadores independientes enviados por organizaciones cívicas regionales, así como una delegación de congresistas demócratas y republicanos de Estados Unidos, que recorrieron centros de votación en Tegucigalpa. Esa combinación de misiones internacionales y supervisión externa añadió una capa de control adicional sobre un proceso ya tenso y decisivo, y finalmente sin sospechas de irregularidades en ese recuento.

 

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