La ‘izquierditud’ europea, según Finkielkraut
El filósofo y ensayista francés, profesor de Historia de las ideas en la Escuela Politécnica de París, se revuelve contra este nuevo orden moral, social y político
Carmen mata a don José. La bella durmiente no puede ser despertada por el príncipe sin su «Sí es sí». En ‘El lago de los cisnes’, el ave negra que representa el mal cambia de color. En la Universidad de Cambridge, los estudiantes rechazan la celebración del bicentenario de Beethoven por ser demasiado «pálido, masculino y rancio». Sus compañeros de Columbia piden derogar el programa de estudios cuya «blanquitud» justifica los asesinatos racistas. Bajo la vigilancia constante de estudiantes-chivatos, los profesores activan avisos de peligro entre ellos: no herir la sensibilidad femenina ni homosexual, la de los afro-americanos, nativos o musulmanes. A los ‘White heteronormativos’ solo les queda portarse bien. Alain Finkielkraut se refiere, fundamentalmente, a las universidades norteamericanas pero hoy en día todo esto se ha ido ya generalizando por el occidente.
Una nueva censura, una nueva intolerancia además en las artes plásticas, la literatura, el teatro, la danza, la ópera, el cine, la filosofía, las ideas. Prohibido aquello que siempre fue un espacio de libertad para criticar al poder. Una censura inquisitorial que, en la mayoría de los casos, intenta instituir una minoría fanatizada, analfabeta y que odia las grandes obras y los grandes avances llevados a cabo por la humanidad.
En Hollywood, los cineastas ya no son libres de imaginar a sus personajes y, los propios personajes, ya no son libres de serlo: caen en la categoría de especímenes.
El filósofo y ensayista francés, profesor de Historia de las ideas en la Escuela Politécnica de París, se revuelve contra este nuevo orden moral, social y político. No lo hace de una manera compulsiva sino, por lo general, con un sabio humor e ironía. Dedica bastante espacio a dos de sus principales referentes literarios: Philip Roth y Milan Kundera. Ambos acusados reiteradamente de sexistas, de ahí el supuesto motivo para «robarles» el Nobel.
Culpa, sobre todo, a la izquierda por abandonar el liderazgo intelectual
El primero disfruta de otros insultos: traidor a su pueblo (judío), cómplice de los antisemitas, judío antiidentitario, misógino. También lo acusaron de vicioso por defender la galantería. Finkielkraut califica estos ensañamientos como «hora de la venganza» contra la inteligencia: «¡Tiembla Otelo! Desdémona se prepara en la sombra para asestarte un golpe fatal». Para el autor de ‘La posliteratura’, el neofeminismo vandaliza lo masculino y desertifica los sentimientos, además de destruir el lenguaje con todas esas nuevas acepciones de género. «El bovarismo vive en un mundo imaginario y se concibe a sí mismo como algo distinto de lo que son». ¿Son lo mismo las mujeres en Europa que en el islam? ¿Esta definición de Froidevaux-Metterie sobre el amor podría valernos para el mundo cristiano y musulmán? «Un acuerdo consensuado entre dos personas libres, que puede romperse en cuanto una de esas personas lo desee». Evidentemente no. ¿Por qué las feministas occidentales no denuncian con más fuerza esta desigualdad de las orientales?
La no cultura
Los ataques contra la cultura establecida por cuestiones de género (’Lolita’ de Nabokov, o los cuadros de Balthus), reflejan el camino hacia la no cultura, la pasión por limpiar nuestra civilización de todo cuanto le daba valor y sumirla en un «nihilismo compasivo». Ya Polibio lo explicaba muy bien, «Ninguna civilización cede a una agresión exterior, sino ha desarrollado antes un mal que lo corroía desde dentro». Todo está ya en un camino avanzado hacia el no arte, la no literatura e, incluso, la no educación.
¿Para derribar la dominación masculina, hay que derribarlo todo? Finkielkraut, comenta que ni Francia se resiste a este terremoto. Incluso en Francia, la gran cultura y la educación de élite está cediendo. Y pone este muy significativo ejemplo. En el cincuentenario de la batalla de Verdún (1966) se interpretó ‘Un réquiem alemán’ de Brahms. Cincuenta años después, ya en el centenario, iba a ser conmemorado por el rapero Black M.
¿Para derribar la dominación masculina, hay que derribarlo todo?
También estuvo previsto que en Auschwitz, interviniera Booba o 50 cent. Es decir, las nuevas generaciones se han olvidado del dolor de sus más inmediatos antepasados. Cuando murió Johnny Hallyday, un ciudadano a veces poco ejemplar, se le comparó con Víctor Hugo. El antiintelectualismo, el antielitismo (incluso en las propias élites), el rechazo de la excelencia académica, está dando paso a la mediocridad como un derecho democrático.
¿Quién es eurófobo? Se pregunta el autor de este libro: «¿Aquel que no soporta ver desaparecer la civilización europea, o aquel que ni siquiera la ve desvanecerse, preocupado como está por la defensa de los derechos humanos?». Todo se inunda de fealdad, la fealdad nunca deja de expandir su imperio. «¡Caiga la vergüenza sobre quienes se ponen al servicio de la fealdad!». Para Finkielkraut, Notre-Dame se suicidó, precisamente, por no poder soportar tanto desatino a su alrededor. Agotada por el exceso de turismo, los millones de ‘selfies’, rodeada de basura, «quiso poner fin a sus días». A todos nos dolió porque la vida se encarna en las cosas. ¿Por qué entonces tanta violencia contra la cultura? ¿Por qué entonces tanto odio y violencia contra nuestra civilización? ¿Multiculturalismo excepto con nuestra propia cultura?
Finkielkraut culpa, sobre todo, a la izquierda por abandonar el liderazgo intelectual y su entrega a la mediocridad. Utiliza el término que Genette inventó en su libro Epílogo, «izquierditud». Algo semejante a lo que Diderot definió como «profesionales de la idiotez». Una especie de fe en la nada. Aquel honor del saber, de las ideas, aquellas certezas arrogantes de liderar la marcha del mundo, han desaparecido.