La judeofobia de Boric
El izquierdista es el primer presidente de Chile claramente antijudío en la historia del país
No existe una buena respuesta acerca de los orígenes del odio hacia los judíos, tampoco de su persistencia. Solo sabemos que es la fobia más antigua del mundo, y que ha ido mutando con características a veces religiosas, otras raciales, otras es tan solo la presencia de judíos lo que molesta a quienes los odian. Hoy, toma un claro disfraz de antisionismo y rechazo a la propia existencia del Estado de Israel, para intentar ocultar que es la versión actualizada de algo muy, pero muy antiguo.
El nombre que ha adquirido, en el más amplio sentido del término, es antisemitismo, es decir, la hostilidad basada en una combinación de prejuicios que incluyen lo religioso, lo racial, lo cultural, lo étnico, y en un sentido más restringido, es una forma específica de estereotipo racista. Se manifiesta de diversas formas que va desde el odio o discriminación individual hasta lo colectivo.
La Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés) cuenta con 31 países, y además de la definición de antisemitismo, utiliza-entre otros ejemplos- “denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que el Estado de Israel (es) racista”, “aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país “y “establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los Nazis”.
Si hago esta aclaración es para referirme al presidente de Chile y al uso de la palabra “judeofobia” y no la comúnmente aceptada de “antisemitismo”, ya que, aunque como ataque solo se refiere a los judíos, lo cierto, es que quienes odian a los judíos, muchas veces usan como excusa que los judíos no son los únicos semitas, lo cual es cierto.
Gabriel Boric tiene el dudoso honor de ser quizás el primer presidente de Chile claramente antijudío en la historia del país y quizás por ello estuvo detrás de un escándalo internacional, ya que contradiciendo toda practica diplomática, se negó a recibir al Embajador de Israel, después que fuera citado por el propio gobierno para la ceremonia de entrega de las cartas credenciales, en protesta por acciones del Ejercito israelí en la Franja de Gaza.
El carácter discriminatorio quedo muy de manifiesto toda vez que eran varios los embajadores citados, incluyendo países como Arabia Saudita, que no merecieron ningún reproche de un gobierno que como el chileno se autodefine como “feminista”.
La prensa internacional rápidamente hizo ver que había un error de hecho, toda vez que no había existido ningún enfrentamiento en ese lugar como tampoco algún “niño inocente”, sino que había tenido lugar en la Cisjordania y como fruto de un enfrentamiento con el grupo terrorista conocido como Brigada de los Mártires de al-Aqsa, en la última ofensiva de estos grupos contra los ciudadanos de Israel, fueran judíos o árabes.
Más allá de la violación de todo código diplomático y de la legislación internacional, en el caso de Boric hay una actitud reiterada y repetitiva, en contra de los chilenos de origen judío. Sin ir más lejos, cuando era diputado, el igual que a otras autoridades, la comunidad judía de Chile le envió el 2019 un tarrito de miel para Rosh Hashana, el año 5780 del calendario judío. Demostrando toda su intolerancia, se burló pidiendo además la devolución de territorios supuestamente ocupados. Este tipo de actitudes hacia la comunidad judía chilena e Israel se ha repetido sistemáticamente desde su época de dirigente estudiantil, llegando a calificar a Israel de “estado asesino” y viajar a Israel y Palestina, a brindar apoyo a quienes desean la desaparición del Estado.
Las esperanzas de un cambio de actitud una vez llegado a La Moneda se han enfrentado a un muro de desprecio, lo cual es doblemente grave ya que perjudica una relación que data de 1949 entre ambos gobiernos, y por el hecho de que en Chile el presidente de la república es el único responsable de las relaciones internacionales del país. Boric ni siquiera se moderó con su viaje a la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, ya que, en entrevista con un canal de TV en español, nuevamente se usó a Israel para argumentar que USA debió haber invitado a Cuba, toda vez que sería responsable de la situación de los palestinos por su apoyo a Israel.
El tema ni siquiera existe como tema de fondo, toda vez que Chile es el hogar de la más grande inmigración palestina fuera del medio oriente, las relaciones entre ambas comunidades son buenas, y la política exterior de Chile reconoce la solución de los dos estados y al gobierno de la Autoridad Palestina, hace más de una década.
Por cierto, que hay molestia en Israel y esta actitud agresiva e inconsulta va a perjudicar innecesariamente a Chile, ya que en las décadas de relaciones diplomáticas hay mucha cooperación entre ambos países en una diversidad de áreas que incluyen tecnología y emprendimiento, como también Chile se ha beneficiado de los adelantos israelíes en medicina, conservación de agua, agricultura, educación y otros, donde existe un provechoso intercambio.
No solo la actitud de Boric despertó a muchos odiadores profesionales en Twitter y otras redes sociales; también hubo preocupación en chilenos de origen judío en el sentido de sentirse discriminados en su propio país. Además, no pudo haber elegido peor momento, ya que coincide con un viaje para debutar en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y participar en reuniones programadas, nada menos que en Nueva York, para buscar inversiones para Chile, dado el mal momento que pasa el país en lo económico y otras áreas.
Boric en lo personal y Chile como país, recibieron las felicitaciones de Hamas, que, como grupo terrorista, difícilmente es una estrategia ganadora de buena conducta hacia el resto del mundo.
Lo de Boric coincide también con una serie de fracasos en temas como la economía, la seguridad, el delito y las relaciones internacionales, que dejan de manifiesto cuan mal preparados estaban para conducir un país, lo que explica el muy rápido deterioro en las encuestas, y la gran derrota en el plebiscito donde la nueva constitución fue rechazada.
Dentro de este panorama, la Ministra de Relaciones Exteriores, que no parecía tener la trayectoria como para el cargo, ha demostrado que no contaba con los merecimientos para tan importante distinción, a lo que se agrega la coincidencia de la renuncia de alguien con tanto poder como la jefa de su equipo de asesores, lo que no tendría mayor importancia, si no fuera por las denuncias periodísticas que habría sido citada a declarar por el FBI por su cercanía con un ex Zar antidrogas mexicano, información que ha sido desmentida por ella y por el gobierno, pero que habrá que esperar para comprobar si esa fue la razón de su dimisión.
¿Aparecerá una actitud más decidida por parte de la comunidad judía de Chile? La pregunta es válida toda vez que la comunidad se ve a sí misma como pequeña, no más de 18000 personas, y no todas activas. Su rol es más bien pasivo que activo, de reacción que de acción.
Existe un grupo parlamentario Israel-Chile, como también presencia en los medios de comunicación, pero muchos de ellos tratan de ocultar su vinculación con Israel. También existe a nivel de empresas y en profesiones y universidades, pero rara vez ha habido una respuesta colectiva, y usualmente se limita a actos dentro de los edificios comunitarios, y frente a la Embajada de Israel.
En lo personal, soy testigo de esta actitud de indiferencia cuando una denuncia al Estado de Chile fue presentada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, por la discriminación presente en situaciones al interior de la Universidad de Chile, la más antigua del país, donde, a pesar de que no se logró llegar a la Corte, si se dieron por acreditadas las situaciones de discriminación antisemita.
Ojalá no hubiese ocurrido, pero ocurrió, y no es el único caso en un país que tiene casi normalizadas muchas actitudes discriminatorias contra los judíos.
Ojalá sirva para reaccionar, no solo con una declaración más, sino exigiendo el respeto básico a la diversidad, y ello incluye a los judíos chilenos e Israel, partiendo por la principal autoridad del país y La Moneda, como símbolo.
Por ahora, solo compartir la desazón y dolor que causa, la reaparición de la fobia más antigua del mundo y la forma como nubla la cabeza de quienes odian.
Nada bueno puede salir del traslado del medio oriente a Santiago de Chile, salvo la pasión desbocada. Por ahora, la constatación del daño que genera ser testigos de la judeofobia en La Moneda de Chile.