La justa crítica también es solidaridad
La mayor parte de los internacionalistas que estuvieron activos durante el triunfo de la revolución saben que los dictadores merecen una justa crítica
La solidaridad sin criticar justamente a quienes la merecen, podría llegar a ser complicidad. En torno a la situación de nuestro país, se debate mucho entre los sectores de izquierda en el ámbito internacional, y en particular, se discute si el régimen orteguista merece la solidaridad o merece una justa crítica.
Algunos piensan que merece lo primero por estar bajo la mira de los Estados Unidos, y otros piensan que merece la crítica, porque detrás de su falso antiimperialismo oculta la represión de todas las libertades y derechos para proteger su dictadura familiar.
Por lo leído respecto a esta polémica, no hay dudas de que la mayor parte de los internacionalistas que estuvieron activos durante el triunfo de la revolución, sobre todo quienes después de su derrota electoral han seguido viniendo a Nicaragua, saben que los dictadores lo están tan mal, que no merecen más que una justa crítica.
II
Los nicaragüenses que combatieron a la dictadura de los tres Somoza –y quienes solo tuvieron que sufrirlas— no fueron los únicos que se alegraron por la victoria del 19 de julio-79, pues igual se alegraron muchos latinoamericanos y la gente progresista de todo el mundo.
La comunidad internacional esperó y deseó el buen resultado de la lucha del pueblo nicaragüense, más aún desde cuando la impactaron las acciones de diciembre de 1974 (toma de la casa de Chema Castillo) y de agosto de 1978 (toma del Palacio Nacional con todos los diputados) con las cuales lograron la libertad de muchos presos políticos –incluido Daniel Ortega— y que preludiaron el triunfo de una lucha de 45 años. Años que la mayoría de los nicaragüenses los vivió sufriendo, muriendo y nutriéndose de esperanzas en la victoria.
Y uno piensa… ¿cómo no les va a impactar ahora el inmoral encarcelamiento de los protagonistas de aquellas hazañas, tal es el caso de Dora María Téllez y de Hugo Torres, cuya muerte en prisión es responsable el mismo Daniel Ortega, por ellos liberado?
A esa innoble actitud, agrega su menosprecio por la vida de Dora María –en huelga de hambre reclamando el fin del inhumano aislamiento solitario en que la tiene desde hace más de un año. Tampoco le interesa la vida de Miguel Mora y Miguel Mendoza (periodistas) Irvin Larios y Jorge Reyes (abogados) también en huelga de hambre por el derecho de ver a sus hijos, a quienes inhumanamente les niegan una visita a sus progenitores.
III
Desde el principio las esperanzas del pueblo fueron compartidas por mujeres y hombres solidarios de todo el mundo –no de Gobiernos, sino de los pueblos— organizados en Comité de Solidaridad con la lucha de los nicaragüenses, muchos de los cuales se hicieron presentes en Nicaragua.
En nuestro país, el sentimiento internacionalista se materializó en expresiones de amor, ayuda y colaboración, mientras los adversarios históricos de los cambios comenzaron a trabajar en la sombra esgrimiendo sus conceptos políticos, antípodas de la ética de los pueblos solidarios.
En la ofensiva militar del Frente Sur hubo gestos de solidaridad de esos que cuestan la vida, y a los internacionalistas les costó muchas vidas. Por fortuna, esa demostración de solidaridad extrema no fue la única, y posterior al triunfo los amigos de los Comités solidarios de varios continentes se desbordaron con ayuda que –por venir de otros pobres— no era tan valiosa en lo material como lo fue en la ética demostrada por internacionalistas civiles.
Ellos no escogieron lugares que pudieran considerarse entonces relativamente cómodos y seguros, sino que se disgregaron por todo el territorio nacional creando pequeñas obras de progreso junto a la población, con algunos resultados –por desgracia— también mortales para varios de ellos, cuando comenzó activarse la contrarrevolución armada.
Muchas amigas y amigos internacionalistas participaron en la Campaña Nacional de Alfabetización, construyeron centros de salud, escuelas, hicieron mejoras en la urbanización de pueblos humildes y otras pequeñas obras. En medio de las limitaciones les dieron nueva vida a pequeñas comunidades, y enseñaron a sus habitantes lo bueno, humano y rentable del trabajo colectivo organizado, incluso para el desarrollo de una nueva conciencia social.
IV
Aquellas jornadas –por las cuales el pueblo demostró digno agradecimiento— nunca fueron valoradas por los distintos Gobiernos, pero fueron objeto de calumniosos ataques políticos desde sectores antirevolucionarios. Pero ahora, lo más indigno, es que burocratizados oportunistas y enterradores de la que fue una revolución popular, ni siquiera admiten señalamientos críticos de parte de aquellos internacionalistas que ayer no vacilaron en aportar su colaboración y hasta la vida, sin esperar ningún tipo de retribución material.
Lo menos que debían ofrecerles es un tratamiento respetuoso y tener humildad y calidad humana suficiente para siquiera discutir sin violencia sus sinceras críticas sobre el desastre político en el que han metido al pueblo nicaragüense. Vamos a referir al caso de uno de esos amigos internacionalistas, en reconocimiento a su colaboración anterior y a su permanente solidaridad con Nicaragua: Matthías Schindler.
Él trabajó varios años en León, adonde llegó la primera vez en 1983, con otros compañeros del Comité de Solidaridad de Hamburgo –entonces Alemania Federal— lograron el hermanamiento de León con Hamburgo, y Matthías periódicamente siguió yendo y viniendo para mantener la solidaridad. Pero, en su último viaje que hizo recientemente, después de los muchos viajes que hizo durante 42 años, Matthías estaba claro del retroceso político experimentado bajo el régimen de Ortega y Murillo, y no quiso encontrarse con quienes aún atienden en la Alcaldía de León el proyecto de hermanamiento con la ciudad alemana de Hamburgo.
Antes de venir a nuestro país, Matthías había publicado –en español y alemán— su libro Del triunfo sandinista a la insurrección democrática (2020) un análisis crítico a la represión del orteguismo y un enfoque fiel a la realidad actual de Nicaragua. Conociendo la fidelidad de esos funcionarios al Gobierno, evitó un encuentro con ellos, aunque él mantiene su amistad con otros compañeros con quienes colaboró durante su estadía en León. Pero Matthías no pudo evitar que en Migración fuera tratado como un agente enemigo –quizás por lo de su libro— por lo cual decidió no volver al país.
Pero Matthías no abandona su solidaridad con el pueblo nicaragüense, ni ha dejado de escribir y polemizar sobre los problemas de nuestro país, con otros internacionalistas que congelaron en su mente la imagen de una revolución que ya no existe.
V
Matthías, vive en Lisboa con su esposa portuguesa, y a su experiencia de dirigente sindical metalúrgico en Hamburgo y de politólogo, está agregando un doctorado en una Universidad de Portugal. En la semana anterior recibimos copia de su ensayo ¿Podemos aprender de la experiencia? publicado en Lisboa el 1 de septiembre de este año.
En este ensayo hace un estudio sobre similitudes y diferencias entre la guerra estadounidense contra Nicaragua en los años ochenta y la actual guerra rusa contra Ucrania, partiendo de la defensa del derecho internacional y haciendo las “valoraciones político-morales” de ambas guerras.
Matthías no es imparcial, desde luego está en contra de las agresiones armadas de cualquier país contra otro, no solo por lo injusto de las agresiones de los poderosos contra los débiles, sino por el carácter inmoral de toda guerra, lo que ofende a su concepción ética de la vida, de la política de paz y como defensor del derecho internacional.
Aparte de su crítica a la guerra contra Ucrania, también señala críticamente a la OTAN y las potencias “occidentales”, porque en vez de alimentar la guerra mandando armas a Ucrania, podrían haber estimulado a los líderes de este país, para que acudieran a la Corte Internacional de Justicia contra la agresión, pero no lo hicieron ni han demostrado interés en hacerlo. Y menos que acudieran a la Corte Penal Internacional, porque las potencias involucradas en esta guerra no la han reconocido, por obvias razones.
Para demostrar que acudir a la CIJ no solo es un derecho sino una demostración de que se quiere la paz, cosa que no se evidencia en la política de las potencias que alimentan la guerra, Matthías recuerda que Nicaragua acudió a la CIJ en su propia defensa y en defensa del derecho internacional –y obtuvo un fallo favorable— lo que bien pudo hacer y puede hacer todavía Ucrania, con la seguridad de que obtendría un fallo favorable, igual que lo obtuvo Nicaragua.
Matthías tiene un argumento incuestionable sobre el porqué la negativa de EE. UU. y la OTAN de invitar a Ucrania a demandar a Rusia ante la CIJ en demanda de justicia, como hizo Nicaragua: porque EE. UU. y la OTAN temen que este máximo órgano de justicia en el mundo, les saque las cuentas de sus agresiones contra Vietnam, Afganistán, Irak, Siria (y Libia, agregamos nosotros)
Otras de las conclusiones de Matthías, en torno a la guerra, son que: a) “La condena de la agresión a Ucrania solo sería creíble si se condenara a los otros [que provocaron esos] conflictos armados; b) una solución de paz duradera solo puede establecerse en condiciones en las que sea posible crear una humanidad justa y libre, aunque este es un objetivo [que] lamentablemente ha quedado relegado a un futuro bastante lejano”.
Un poco de más argumentaciones de Matthías sobre las similitudes y diferencias entre las agresiones militares contra Nicaragua y contra Ucrania…
Al margen de estas cuartillas
*En Nicaragua el pueblo luchó en apoyo de su país, y ante sus dirigentes las masas populares al escuchar la consigna: “Dirección Nacional”…respondían ¡”ordene”!
*Matthías dice que él nunca gritó “ordene” después de esa consigna, pese a su “solidaridad, entusiasmo y compromiso”, porque la revolución era del pueblo nicaragüense y el Frente era la dirección de Nicaragua, pero “no era la mía”…
*Eso lo expresa, como recordando aquello como los indicios del culto a la personalidad y una expresión del “verticalismo autoritario” y la “voluntad casi mesiánica del FSLN”…
*Ucrania no le concede autonomía ni respeta a las etnias no ucranianas, con lo cual “las ha empujado hacia los brazos de Putin y al gran nacionalismo ruso”….
*En cambio –recuerda— cuando en Nicaragua había igual situación de violencia contra las etnias del Caribe, se resolvió el conflicto armado con el Estatuto de Autonomía de 1986…
Aunque, en estos tiempos –lo conocemos todos aquí— pues todavía no se les han resuelto los problemas a las etnias del Caribe; sufren marginación social, económica y no se las defiende de las violentas invasiones de sus tierras por “colonos” del Pacífico…