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La liebre y el cazador

Todos estos años de revolución, en sus etapas del antes, el durante y después, han sido historias de cazadores y liebres. Y al mejor cazador se le va la liebre en algunas oportunidades. Así lo dice el refrán.

Hemos subestimado al régimen desde hace 22 años. Y creo que desde antes. Desde el 4F cuando apareció Hugo Chávez en el quinto piso del ministerio de la defensa de Fuerte Tiuna en el breve discurso de rendición del Por ahora. O creo que más atrás, desde los lejanos años de 1988 cuando los tanques Dragoon salieron desde sus emplazamientos en el batallón Ayala e hicieron su paseo vespertino y le tocaron la puerta en Carmelitas a Simón Alberto Consalvi, quien era presidente encargado. O incluso antes, en 1984, cuando el entonces capitán comandante del curso militar en la AMV fue puesto a la orden de la dirección de personal del Ejército, por inducir políticamente a los cadetes, ergo, por conspirador. No hubo, en ningún momento, actitud de caza.

Con esa misma intensidad nos hemos sobrevalorado quienes estamos en la acera opuesta. En 1984 no se le hizo un consejo de investigación – el pobrecito por delante – a Chávez y se le envió a Elorza sin hacerle, al menos, un llamado de atención. Igual esfuerzo de decisión se impuso con el tema de los tanques y con el descabezamiento de los segundos comandantes de unidades en noviembre de 1989. “Eso es un cuento chino” pensó el presidente Lusinchi cuando los mandos militares le presentaron los resultados de las investigaciones. “A mí no se me alza nadie” fue el manotazo verbal que dio el Presidente Pérez cuando le entregaron el dossier conspirativo. La liebre se les fue…

Hemos subestimado a los camaradas y nos hemos sobreestimado.

Tengo una casa en Las Mercedes de Tasajera desde hace mucho tiempo. Soy vecino recreacional de esos lados, distantes de la capital en casi 95 kilómetros. Durante casi dos años intercambié en eventualidades con un señor de tono educado, serio y cortés, lentes de aire pedagógico, y pelo bien cortado, cuyo acento colombiano lo ubicaba en sus orígenes. La bodega de Saúl y de Lucy, también colombianos y amigos comunes, nos ponía a coincidir en algunas ocasiones cuando estacionaba su Fiat en las inmediaciones para comprar el queso, las empanadas o cualquier provisión del momento. El tinto también fue una manera de compartir tiempo mientras esperábamos la compra. El restaurant del portugués Luis, al lado, también era encrucijada obligatoria para intercambiar cortesías pasajeras. La mañana del 31 de diciembre de 2004, una comisión de efectivos militares detuvo en las inmediaciones de la clínica Luis Razetti en Caracas al señor Ricardo González (el paisa modosito y cortés de Tasajera) mientras conversaba con un periodista de Le Monde Diplomatique. Con el mismo impulso, la comisión militar y policial entregó el preso a la policía colombiana y eso generó, después de los anuncios oficiales de la Casa Nariño, un incidente diplomático de gran calado, entre Venezuela y Colombia. Con retirada de embajadores y todo. Se trataba de Rodrigo Londoño, el número 2 de las FARC, sito en Venezuela bajo el alero protector del régimen de Hugo Chávez y mi vecino desde hacía dos años en esas estancias de rumba cañera en los predios aragüeños. Al mejor cazador… ya ustedes saben el resto.

 

Rodrigo Londoño Echeverri, conocido como ‘Timochenko’, habla durante una entrevista.

Hemos minimizado a los camaradas rojos rojitos y nos hemos abultado de manera inconveniente, nosotros.

La habilidad de los camaradas para asumir múltiples personalidades, para mimetizarse y encubrirse es proverbial. Todos los años de la Guerra Fría pulieron sus maquinarias de inteligencia y contrainteligencia. Desde la KGB soviética orbitaba todo un aparato de seguridad que le facilitó a las otras policías apéndices, su propia dinámica y una eficiente originalidad en sus diseños operativos que dejó pálido el vientre organizacional de referencia. La Stasi de Alemania oriental, la StB checa y sus estructurados esquemas de sus redes de inteligencia sirvieron de muro de contención en Europa, y más acá en el continente americano, el G-2 cubano hacía frente al norte, centro y sur del continente. Y en algunas ocasiones se extendía hasta el continente africano. Ese mismo aparato de inteligencia y contrainteligencia tiene los 62 años de la revolución cubana, enfrentado al aparato de inteligencia y contrainteligencia norteamericano. Esa liebre caribeña engordada en el régimen de La Habana y con comederos habilitados desde hace 22 años en Caracas, tiene ese tiempo escapándosele al cazador del norte. Esa es la liebre roja rojita que aún no ha cazado el cazador opositor venezolano, en una reedición política de Elmer Gruñón y Bugs Bunny. Ya ustedes saben quién es quién en esa comiquita en que se ha convertido el cambio político en Venezuela.

En diciembre de 1962, siete comunistas venezolanos quienes habían estado en Cuba recibiendo instrucción militar hacían su retorno a Venezuela vía Praga con una afinada operación revolucionaria de logística tercerizada llamada Manuel. El eje La Habana – Praga – Caracas iniciado en ese pasaje que se inauguró de manera encubierta, trasladó cualquier cantidad de revolucionarios criollos en ambos sentidos. Todos con pasaportes falsos, nuevas identidades y orígenes dobles, con una sola misión: promover la revolución.  Fue una manera original de eludir los estrictos controles de entrada y salida de la isla, después de la grave crisis de los misiles soviéticos dos meses atrás. A la fecha no conocemos los nombres y apellidos de los siete camaradas. La liebre corriendo delante y ya ustedes saben que el cazador, venía bien rezagado.

Con todo ese historial de experiencia aún seguimos subestimando al régimen. Cuando hablamos del régimen que usurpa el poder desde Miraflores estamos hablando del verdadero jefe, el régimen cubano desde La Habana. ¡Nicolás Maduro es un peorro chofer de Metrobús! Lo dice con toda la barba, un analista político consuetudinario de las redes sociales y medios de comunicación, multiborlado en la toga con créditos académicos de Harvard. Y uno piensa…seguimos subestimando al régimen y sobrestimándonos.

Por cierto, hablando de pasaportes falsos, nuevas identidades y orígenes dobles, operaciones encubiertas, y jugarretas de inteligencia y contrainteligencia de esos tiempos de la guerra fría a estos de la guerra de cuarta generación ¿Estamos completamente seguros que Nicolás Maduro es Nicolás Maduro?

Sigue adelante la liebre, y bien atrás el cazador.

Ámsterdam, 22 de marzo de 2021

 

 

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