La masacre de Bucha
Lo que muestran las fotos de la agencia France Press es un cuento de horror. Después de eso, no hay manera de negar que las calles de la localidad de Bucha, al noroeste de Kyiv, están regadas de cadáveres de civiles. Ni siquiera con una mentira tan dantesca de que es un “montaje”, como dice Rusia en un comunicado.
Desde finales de febrero hay suficientes evidencias gráficas de que el ejército ruso ataca sin ningún pudor zonas residenciales, escuelas y hospitales. Esa es una de las mayores desventajas que tiene Vladimir Putin en su afán loco de aniquilar Ucrania, que todo se transmite de manera inmediata y además queda rodando en las redes sociales. Después de tantas semanas siendo testigo de estas atrocidades, ¿quién puede creer el argumento de que los cadáveres de civiles maniatados fueron puestos a propósito?
¿Y qué hay de la fosa común con decenas de bolsas negras? Los que sobrevivieron a la masacre han atestiguado que fueron dejados allí desde los primeros días de la invasión. No hay manera de explicar esto de forma favorable para los rusos porque son ellos los agresores, los que están haciendo una guerra que ya pinta de genocida, como lo afirma el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
El gobierno de Vladimir Putin tiene la desfachatez de decir que lo que hacían ellos en Bucha era repartir bolsas de comida y artículos de primera necesidad. Un hecho que sin duda alguna recuerda los procedimientos nazis. El mandatario ruso tampoco puede esconder su “costumbre” de aniquilar civiles para cumplir sus objetivos, como pasó en Chechenia cuando era primer ministro y en Crimea en 2014.
La fiscal general de Ucrania, Irina Venediktova, informó de cientos de cadáveres recogidos en las calles de Bucha.
La Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos solicita que se preserven todas las pruebas y se determine la causa de muerte de los civiles. El propio presidente de Ucrania pide la visita de la Corte Penal Internacional. Estados Unidos asegura que colaborará con la sustanciación de estos casos. Se trata de una masacre. Los ucranianos están soportando la peor de las guerras, la saña, la maldad y la sed de poder de un hombre como Putin, y lo están haciendo para defender al mundo libre. Desgraciadamente les tocó ser la última frontera entre el presidente ruso y sus ansias de dominación.
Esto lo está advirtiendo Zelenski desde el primer bombardeo, y es verdad que la línea que separa este conflicto de convertirse en una guerra atómica es muy delgada. Los valientes ucranianos resisten pero está claro que no se puede dejar en manos de un pueblo ya diezmado y cansado (nunca desmoralizado) la defensa de todos. No se puede permitir que Putin arrase Ucrania, porque después el problema será aún mayor.