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La MUD y su flaco ejercicio de la narrativa

Estudiantes de distintas universidades y de distintas corrientes políticas que militan en la oposición venezolana, marchan en contra del gobierno de Nicolás Maduro y exigen la liberación de sus compañeros detenidos durante las pasadas manifestaciones en el los estados Táchira y Mérida. La marcha inició en Plaza Venezuela y culminó en la sede de la Fiscalía General de la República.  CARACAS, 12/02/14. (Gabriel Osorio / Orinoquiaphoto)

[© Fotografía de Gabriel Osorio / Orinoquiaphoto]

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Según Aristóteles, la retórica debe verse como el arte de descubrir los medios y las estrategias necesarias para poder persuadir al otro. Y para eso es imprescindible contar con su confianza. O al menos con algo de credibilidad.

En política, para la opinión pública resulta completamente prescindible la verdad: siempre se impondrá lo-que-parece-que-pasó por encima de lo-que-pasó-en-verdad.

A la verdad le toma demasiado tiempo aparecer. Así que, mientras aparece, todo el peso recae en la capacidad de persuadir y de ganar confianza.

Por eso es que siempre tendrá mayores probabilidades de éxito político quien controle qué-se-cuenta de lo-que-pasó.

Y la MUD se ha extraviado en el control de su narrativa, incluso ahora cuando ha logrado convencer a propios y extraños de ser absoluta mayoría.

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Horas antes de la manifestación del #1S se publicó una carta de Manuel Rosales cuyos objetivos se siguen leyendo, por usar un término sensato, difusos. Sin embargo, el eje era exhortar a que no hubiera violencia durante la manifestación, una violencia que sólo había aparecido referenciada en el discurso oficial. Luego de eso, el presidente del partido Un Nuevo Tiempo, Enrique Márquez, dejó colar en una entrevista al diario Panorama que había unos diálogos de los cuales habían salido “cosas interesantes”, aunque consideraba que éste no es momento para hablar de eso.

Es curioso: en apenas dos movidas, desde UNT la opinión pública se entera de que hay unos diálogos que llevan rato, pero aún no-estamos-preparados para saber de que van ni quiénes están en eso. En paralelo, el vicepresidente Aristóbulo Istúriz le dice a José Vicente Rangel que si el #1S no pasó nada fue porque hubo conversaciones entre ambos bandos políticos. Al rato, desde su vocería como Presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup afirma que hay conversaciones con el gobierno que asegurarán las condiciones para que el Referendo Revocatorio sea en 2016, aunque al poco tiempo Diosdado Cabello lo desmintiera.

Ya es conocido aquel tuit de María Corina Machado: “Conmigo no cuenten si se acuerda el Referendo Revocatorio para el 2017”. Pues bien: en literatura existe una figura retórica llamada “percontatio” y sirve para generar un diálogo ficticio. Se utiliza cuando el autor quiere hablarle a un interlocutor determinado, pero juega a mostrarlo ausente, sin cuerpo… aunque da los elementos necesarios para que las indirectas lo describan. Es inevitable preguntarse, a estas alturas, quiénes son los destinatarios del percontatio de Machado, cuenten o no con ella en un futuro.

Es así como llegamos a Jorge Rodríguez y a esa estrategia retórica que se conoce comoargumento ad ignorantiam (que muchos resumen como “la ausencia de pruebas no es prueba de ninguna ausencia”).

Cuando desde la oposición se admite que hubo reuniones, puede intuirse que alguno de los involucrados ha transgredido posibles acuerdos de confidencialidad. Es cuando Rodríguez se encarga de posicionar lo que le conviene a su partido en cuanto a lo-que-parece-que-pasó, pues sabe que (al reaccionar tan tarde y torpemente) la MUD estará demasiado ocupada justificándose y no tendrá ocasión de narrar lo-que-pasó-en-verdad.

De ahí en adelante, olviden cualquier cosa que dijera Nicolás Maduro en medio del frenesí de las masas, porque fue apenas un colofón innecesario. El daño estaba hecho mucho antes.

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Cuando una alianza opositora se mete en conversaciones con un gobierno como el venezolano, que tiene el control de las instituciones y puede declarar lo que desee cuando lo desee, antes de poner un pie camino a cualquier reunión debe tener medidos varios asuntos. El impacto político del hecho de reunirse. El daño que podría ocasionar la posible traición a la confidencialidad, tanto de la otra parte como de las propias filas. El estudio de cada escenario posible. Las reacciones y vocerías inmediatas ante esos escenarios. Las estrategias de control de daños en caso de que se revelen las conversaciones. Incluso de las maneras de filtrar esa información por canales que aseguren que aquello que se posicione en la opinión pública juegue a favor de la causa política.

Ninguna estrategia política de diálogo con el contrario está completa si falta alguno de estos elementos. Y la reacción de la MUD ante la polémica de los diálogos pone en evidencia que nada de eso se hizo, pero además pone en evidencia que subestiman el poder comunicacional del contrincante. Cuando la realidad ha apaciguado a la militancia, cuando se depende del 2.0 y de Internet para declarar en un país con la conexión más lenta del mundo, cuando se depende de los periodistas que deseen entrevistar a los voceros, equivocarse en la narrativa puede ser demasiado costoso.

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Durante años el PSUV ha sembrado la falsa idea de que la democracia se trata de hacer lo que diga la mayoría, cuando la democracia en realidad consiste en un constante esfuerzo por dirimir el disenso. Cometer errores estratégicos y pretender justificarlos con el argumento de la mayoría es una estrategia que sólo tiene sentido en el ámbito electoral.

¿Tienen razón aquellos que dicen que la MUD sólo sabe operar en circunstancias electorales? Porque, de ser así, entonces corremos el riesgo de terminar atrapados entre dos demagogias mutantes, incapaces de tomar medidas impopulares aunque acertadas, por el miedo a asumir sus riesgos y comunicarle a la militancia su pertinencia con argumentos.

En política es necesario ser cuidadoso con aquello que le exige al contrario: puede resultar catastrófico darse cuenta (por las malas) de que no es tan sencillo estar a la altura de lo que se ha exigido. Por eso es que (al menos desde la retórica) se considera que uno de los errores más corrosivos con las carreras políticas es creerse imprescindible… eso y hablar como si jamás se hubieran cometido errores.

Ningún político resiste la presión que pone sobre sí mismo la idea de venderse como una figura inmaculada.

Si no tiene baches en el pasado, entonces el futuro se encargará de obligarlo a negociar y su soberbia lo habrá vuelto vulnerable.

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¿A nadie de la MUD le importa controlar la narrativa? ¿Han confiado demasiado en su capacidad para volverse noticia? ¿Tanto como para que ya no les interese ser influyentes, porque hasta los accidentes les aseguran cobertura y derechos a réplica?

¿Y si se hubiera atendido esta crisis desde la estrategia política y no desde el letargo comunicacional? Es probable que el tema del momento fuera el PSUV estuvo negociando su salida, en lugar de la MUD pudo haber estado negociando el revocatorio. Ambas ideas tienen la misma composición fáctica. Ambas permiten el uso del tramposo argumento ad ignorantiam: no sabemos nada de esas reuniones y sólo pueden dar testimonio de ellas quienes allí estuvieron.

Sin embargo, la reacción de la MUD es un comunicado acéfalo, tardío y sin nombres, donde toda esta maraña se mezcla con un cambio de fecha en la convocatoria del 14 de septiembre, como si hubieran aprovechado el espacio vacío que quedaba en un documento para calzar una excusa.

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Uno de los argumentos esgrimidos por la MUD para lo sucedido es que 90% de los venezolanos quiere diálogo, pero en la historia de la política las estadísticas jamás han servido como excusa de los errores estratégicos.

No se trata sólo de complacer a la gente, sino de hacer lo que la política demanda hacer. Si vamos a dejarnos llevar por un liderazgo que le hace más caso a los porcentajes de aprobación de un escenario que a las acciones políticas concretas que demanda el contexto, entonces demos gracias por no vivir en la Alemania de 1938.

Cuando lo único que puede catalogarse “verdadero” es que hubo reuniones, negarlas es una torpeza política. Pero no tener en cuenta alguna acción estratégica para posicionar las razones de esas reuniones y así capitalizar los signos de debilidad evidentes en el PSUV es todavía peor.

¿Alguien dudaría que si los del gobierno se sentaron a dialogar es porque algo ocupa sus angustias? Espero me permitan la licencia futbolística: la MUD luce como Venezuela contra Argentina, teniendo una ventaja histórica de dos goles contra quienes ya no cuentan con su figura estelar pero sin saber cómo es que se debe jugar cuando se va ganando.

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Es cierto: la MUD pudo habernos puesto a decir que “el PSUV está negociando su salida” y no lo hizo. ¿Pero era eso lo que debía haber hecho?

Sólo si fuera verdad.

Construir una narrativa política cuya base sean mentiras (o verdades contadas a medias) carcome cualquier posibilidad de gobernabilidad.

Para narrar resulta fundamental ser los dueños de lo que sucede en el cuento. Es irresponsable dejarlo en manos de los testigos, como si las narrativas políticas fueran evangelios que ya registrarán rigurosos apóstoles.

Es necesario que la gente sepa cuál es el país que viene y que quienes van a hacerse cargo sabrán qué hacer al respecto. Es necesario que la gente vuelva a confiar en una dirigencia capaz de darle sentido a todo esto.

El PSUV todavía consigue en su narrativa argumentos y capital simbólico para mantener el control sobre el poder, las excusas y el dinero. Construir esa estrategia comunicacional para un órgano plural como la MUD es complejo, más en un contexto tan adverso, pero eso tampoco funciona como excusa.

Si en la MUD siguen creyendo en la candidez de las comunicaciones no habrá sino más retrasos y extravíos. Al menos hasta que se crean el cuento de que toca hacer política con todo lo que eso implica. Incluyendo hablar con el otro sin poner en la guillotina el cuello propio.

Al menos mientras la verdad aparece.

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