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La muerte de Podemos

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Lo que distingue a la especie humana de las demás es el culto a los muertos. Todas las civilizaciones conocidas se fundan en la diferenciación de humanos y animales y en la elaboración ritual de la despedida del que deja este mundo por causas naturales o violentas, guerra incluida. Ayer, a propósito del alarde de inhumanidad de Podemos, explotando zafiamente la muerte de dos ancianas (una, representante de la soberanía nacional en las Cortes, que incluyen Congreso y Senado; otra, muerta accidentalmente por el incendio de su casa al caer una vela), Gabriel Albiac, profesor sin éxito de uno de esos bárbaros necrófagos, recordaba uno de los momentos más conmovedores y civilizadores de Occidente: el pasaje de la Ilíada en el que Príamo abandona Troya de noche y va a al campamento de Aquiles para implorarle que le deje llevarse el cadáver de su hijo, que ha muerto ante sus ojos, para enterrarlo. Y «la cólera de Aquiles», con la que arranca el propio libro de Homero, se aplaca y cede, porque en eso se distingue el guerrero del asesino: en que entierra o deja enterrar a los muertos. El hombre puede y, a veces, debe hacer la guerra, mata y muere, pero debe respetar a los muertos para que, llegado el blanco día quevediano, le respeten a él.

Cuando el chequista vocacional Pablo Iglesias arreó a su rebaño y lo sacó del Congreso durante el minuto de silencio por Rita Barberá mostró sobre todo un perfil de sociópata, ovejunamente obedecido, eso sí, por el corderito Errejín y esa ovejita lucera cuya aportación a la teoría política -casi media cuartilla- tanto ilumina a EL MUNDO. Claro que el Dherzinsky vallecano se negó a callar un minuto para balar horas y horas en el aprisco de Ferreras, la paridera de Wyoming y otras acogedoras masías sorayinas, pero ese brutal gesto suyo, por venir de lo más profundo de la humanidad o de su inhumana negación, lo retrató más que mil horas de logorrea en Atresmedia/La Cheka.

Me permito sugerir a la filósofa Montero que añada a ese minuto de silencio que pide para cualquier muerto que no esté de cuerpo presente a las puertas de las Cortes, 100 millones de minutos por los 100 millones de muertos víctimas del comunismo, que en 100 días cumple 100 años. Desde Homero -lo verá si lo lee-, el silencio respetuoso ante un cadáver es el primer signo de civilización.

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