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La muerte en directo

Creo que no hay dos hashtags que me horroricen más que #sevienencositas y #estápasando. El primero, el de las cositas, me produce urticaria: no me gusta nada el uso indiscriminado de los diminutivos («un besito», «bebita», «amorcito», «cosita») y veo una amenaza apenas velada en el «se vienen». Es como si oliera un espanto que se avecina. El «está pasando» me produce literalmente pavor.

Normalmente veo que la gente lo utiliza para hablar de cosas estupendas que pasan: inauguraciones, fiestas, estrenos,  bodas, bautizos, celebraciones,  presentaciones… en fin, los mil y un actos sociales que pueblan Instagram y que muestran la vida formidable que mucha gente que no se pierde la apertura de un sobre tiene y publicita para probarse a sí misma y a los demás su propia y fundamental importancia. Lo que ocurre es que vivimos en un mundo en el que el horror también se retransmite en directo. Un mundo en el que un chaval de 18 años entra en un supermercado con una escopeta comprada en una tienda de antigüedades y retransmite en directo por el canal Twitch, la plataforma teóricamente de juegos, la matanza de 13 personas, 11 de color y 2 blancas. Twitch pertenece a Amazon, y la plataforma tardó dos minutos en parar la retransmisión de los crímenes, pero para entonces ese vídeo, ese criminal #estápasando, ya se había compartido por todas partes, por mucho que Angela Hession, la presidenta de Twitch, alegara que «habían reaccionado con mucha celeridad teniendo en cuenta las circunstancias». Lo que quiere decir que Twitch tardó dos minutos en distinguir la muerte real de 13 personas en directo con un juego más de los que los millones de seguidores de Twitch comparten cada día.

 

No me creo que Amazon o Twitch o Twitter o Facebook o Instagram censuren sistemáticamente los pezones de una mujer y no puedan localizar el origen de esta basura

 

El asesino había previamente manifestado en la plataforma de chat Discord (que no se ha pronunciado sobre el tema) la lista de las cosas que necesitaba para culminar sus abyectas intenciones: ninguno de los seguidores del tipo, conociendo su plan, hizo nada por detenerlo o alertar a las autoridades. Todos, sin embargo, compartieron el vídeo de la matanza en directo.

El odio en la Red (a los negros, a las mujeres, a los gordos, a los trans, etc, etc, etc) es una realidad que las plataformas no saben cómo contener y que sólo se pone sobre la mesa cuando ocurren hechos como los de Buffalo. El atacante de Buffalo había previamente publicado un manifiesto de 180 páginas en las que reproducía una vieja teoría racista que lleva años circulando en Estados Unidos: que los blancos están siendo reemplazados por orientales, negros y latinos y que nada mejor que masacrarlos a todos para impedirlo. Basta poner en el buscador los términos ‘replacement theory’ para encontrar millones de entradas, a cual más delirante, para justificarla. Muchos leeremos esto y cerraremos la página pensando que se necesita ser muy bobo y muy cabrón en el mundo para creerse esta imbecilidad. Pero, de repente, alguien lo cree a pies juntillas, porque es bobo y cabrón y porque nadie impide que esta mierda circule libremente y decide armarse y matar a la mayor cantidad de gente posible.

No me creo que Amazon o Twitch o Twitter o Facebook o Instagram  censuren sistemáticamente los pezones de una mujer y no puedan localizar el origen de esta basura y, al menos, impedir que se propague. Por desgracia no #estápasando.

 

 

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