La pandemia sanchista
Éste es ahora su objetivo principal: acabar con la independencia judicial para subvertir el principio de legalidad
Las cepas más virulentas de la covid-19 son capaces de provocar en algunos pacientes fallos multiorgánicos que, en el mejor de los escenarios, les dejan graves secuelas en órganos vitales y, en el peor, ocasionan su fallecimiento. Los paralelismos con la manera de proceder del sanchismo en el sistema democrático español son inevitables.
Desde el 78, todos los gobiernos de nuestro país han infectado en mayor o menor medida las instituciones democráticas. En el año 1985, el PSOE reformó la Ley Orgánica del Poder Judicial para convertir la designación de los miembros del órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, en moneda de cambio política. En el año 1996 se selló el pacto del Majestic, en virtud de cual Aznar consiguió el apoyo de los independentistas catalanes para su investidura como presidente a cambio de ceder competencias a Cataluña. En 2007, el socialista Zapatero aprobó la ley de Memoria Histórica sembrando de nuevo la semilla del odio guerracivilista entre los españoles. En esa misma legislatura, cerró con ETA un mal llamado ‘proceso de paz’, en el que se realizaron cesiones inconfesables a la banda terrorista. De estos y otros envites la democracia española salió muy debilitada, pero no se rindió a pesar de que nadie le suministró el necesario tratamiento, más allá de esa suerte de pulmón artificial que suponen la Unión Europea y sus fondos. Cuarenta años después, las instituciones que nuestros padres y abuelos nos han dado con la Constitución siguen aún siendo reconocibles para la sociedad.
Qué gran paradoja que el mayor virus político que ha sufrido la democracia española haya venido de la mano de una pandemia sanitaria. Porque, de igual manera que la enfermedad epidémica del coronavirus ha afectado a todos lo países del mundo, la pandemia sanchista está infectando todas nuestras instituciones. Se trata de un virus que instala en nuestras administraciones una concepción utilitarista de la democracia, en la que todo está permitido siempre que redunde en beneficio de Pedro Sánchez.
Esta simbiosis del PSOE con los especímenes patrios más totalitarios del panorama político persigue infectar todos los organismos vitales de nuestra democracia
El virus ha ido mutando en función de las necesidades de Su Persona y ahora nos muestra su cepa más dañina: la que se mimetiza con los cachorros del chavismo, con los herederos políticos de ETA y con los condenados por intentar subvertir nuestro régimen constitucional en Cataluña. Esta simbiosis del PSOE con los especímenes patrios más totalitarios del panorama político persigue infectar todos los organismos vitales de nuestra democracia que podrían generar respuesta inmune: el poder judicial y la Jefatura del Estado. Porque la oposición ni está ni se le espera.
En la actualidad, la enfermedad se encuentra en una fase de transición, aunque hay evidencias de que la polémica en torno a la ausencia del Rey en la entrega de despachos a los jueces les ha resultado mejor de lo esperado: ha servido al Gobierno no sólo para contentar al independentismo, sino también como canalizador en su campaña contra el régimen constitucional. Las declaraciones de Lesmes, presidente del CGPJ, desvelando el pesar del monarca por no poder asistir al acto en Barcelona sirvieron para que los españoles recordásemos que estamos pagando a un ministro comunista que pasará a la historia no por su gestión, prácticamente inédita, sino por acusar al Rey de golpista. Sí, señores: los mismos que rechazan la trascendencia penal del referéndum secesionista del 1-O y lo minimizan refiriéndose a él como un suceso democrático, hablan de golpe de Estado contra el Gobierno por una llamada telefónica a título personal del monarca en la que lamenta no poder asistir a un evento. Dan ganas de reírse si no fuera para llorar.
Han recordado que imparten justicia en nombre del Rey y que esto no va de monarquía o república sino de Estado de derecho
Pero la revelación de Lesmes también les ha venido muy bien para poner a la Justicia en el centro de la diana, acusando de injerencia en las labores del Ejecutivo a todos los jueces que, a raíz del suceso, han recordado que imparten justicia en nombre del Rey y que esto no va de monarquía o república sino de Estado de Derecho. Hay que admitir que de injerencias saben lo suyo. Basta si no recordar cómo pretenden dejar en papel mojado la sentencia del Supremo que condenó a prisión a los líderes independentistas. Ya están trabajando en una reforma del Código Penal para crear un delito de sedición que permita poner en libertad a Junqueras y demás presos independentistas.
De todas formas, la propagación del virus sanchista en la Justicia empezó con el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General y, desde entonces, sigue expandiéndose con el objetivo de conseguir modificar el sistema de acceso de jueces y fiscales, basado en el mérito, por uno en el que prime la ideología. Éste es el objetivo principal ahora: acabar con la independencia judicial para subvertir el principio de legalidad, que es el que somete a todos los ciudadanos al imperio de la ley, y así conseguir la ansiada impunidad. O dicho de forma más coloquial: no tener que responder ante nadie por sus desmanes. Ya nos hemos tomado un aperitivo con la postura de la fiscalía ante las querellas contra el Gobierno por la gestión del coronavirus.
Pero la Jefatura del Estado y el Poder Judicial no son los únicos órganos infectados: la economía, que es el estómago de la democracia, está moribunda. Cientos de miles de ciudadanos esperan a que el Gobierno les abone unas prestaciones anunciadas a bombo y platillo que nunca llegan, con un mercado laboral sostenido en miles de ERTEs zombis. Millones de personas cuya economía familiar y personal ha pasado a depender del Estado. Y es que cuando el socialismo afirma que no hay libertad sin un plato de comida en la mesa, lo que quiere decir es que si quieres comer, tendrás que tragar, porque convierten al Estado en el único sustento del ciudadano: libertad a cambio de pan.
Reescribir la Historia
Por ultimo, la infección se está extendiendo también al que yo considero el órgano institucional más importante de todos y que, no por ser intangible, es menos trascendente: la memoria democrática de nuestra sociedad. Están reescribiendo la Historia para que olvidemos las bases sobre la que se construye nuestra convivencia. La idealización de la contienda entre españoles y la visión romántica de los principios y actuaciones del Frente Popular durante la guerra civil, tan alejados de la democracia liberal como los franquistas, son buena muestra de ello. Pero claro, si olvidamos de dónde venimos, seremos menos conscientes de hacia dónde nos llevan. No existen paraísos en la tierra, mucho menos socialistas.
En cualquier caso, hay que reconocer que es un virus bastante polifacético, porque la cara que mostraba en periodo electoral no era la de una enfermedad, sino la de un tratamiento contra todas esas patologías que he relatado, algunas nuevas y otras previas. Llegaba la cura de los ‘evidence based’, qué suerte la nuestra.
Entre tanto, hay todavía muchos periodistas, politólogos y ciudadanos de a pie que niegan la pandemia sanchista. Algunos, porque son meros agentes transmisores del virus que se hacen pasar por asintomáticos mientras embaucan al público con llamadas a la unidad y al consenso. Sólo espero que decidamos actuar contra esta pandemia política antes de que entremos en la UCI y se produzca el fallo multiorgánico democrático. Entonces será demasiado tarde.