Democracia y PolíticaElecciones

La performance al poder

La política transformada en espectáculo no puede sino perder toda eficacia. La actual pobreza de la carrera electoral ante los magnos desafíos que enfrenta Chile podría ser al menos otra advertencia.

 

En su reciente libro Los inocentes al poder, Daniel Mansuy reconstruye paso a paso la historia del Frente Amplio y de su llegada a La Moneda, el éxito meteórico de los estudiantes que sólo una década antes marchaban por la Alameda vociferando sus demandas, y también su estrepitoso fracaso al poco andar de su gobierno. No es difícil criticar a la nueva izquierda el tono impostado y el infantilismo de pretender comprenderlo y transformarlo todo, pero otra cosa es reconstituir una historia en sus mil detalles y ofrecer un perfil psicológico-político de esta generación, que de paso bosqueja en el trasfondo un nudo crítico de la escena política chilena, que es lo que intenta Mansuy.

Para el autor, el hecho de haber nacido ligado a los movimientos sociales lleva al Frente Amplio a entenderse a sí mismo como un intérprete privilegiado de la sociedad. El movimiento estudiantil del 2011 había sido de élite, con demandas de élite -a diferencia de los estudiantes secundarios del 2006-, pero aun así sus protagonistas han pretendido tener un acceso directo a la ciudadanía, una capacidad única de conocer y descifrar su malestar. Desde su perspectiva, la clase política de la transición habría dejado de captar el pulso de la sociedad chilena y se habría encapsulado en sus propios intereses, mientras que ellos, los nuevos, los puros, los no contaminados por pactos de ningún tipo, podían conectar inmediatamente con ese sentir subterráneo, tan esquivo a los partidos tradicionales.

Ahora bien, como sugiere Mansuy, sostener ese discurso una vez que se ha alcanzado el poder no es tan sencillo como era hacerlo desde las movilizaciones. Y aquí se encuentra el núcleo del libro: una vez dentro de la institucionalidad, la nueva generación se obsesiona con proyectar su autopercepción de pureza, con hacer lo que está a su alcance para no dejar dudas de su inocencia, con enormes consecuencias políticas. La obra de Mansuy arranca con la eterna conferencia de prensa de Gabriel Boric en el contexto del caso Monsalve, que ilustra gráficamente ese intento frenteamplista de mostrar sus manos limpias, de mantenerse espontáneos y puros. Ellos deben ser, a ojos del público, los inmaculados de siempre, los que siguen en la calle, los que nunca se han alejado de ella y continúan impugnando al sistema. Necesitan mostrarse sin máscaras, inocentes, cercanos, y en ese ansioso intento representan un nuevo papel que busca ser convincente. Para Mansuy, en todo esto hay mucho de performance, de espectáculo: la inocencia debe ser continuamente representada, “performada”, públicamente sostenida. Se rechazan las limitaciones de la representación política, el ejercicio de un papel que trasciende al que lo ejerce y que implica necesariamente mediación. En su reemplazo, se busca la inmediatez, la pureza, quitar las máscaras, sin percibir el enmascaramiento de la nueva performance.

En cualquier caso, la irónica aproximación a la idea de inocencia que atraviesa el libro es más que una crítica ácida a una generación enamorada de sí misma. La performance de pureza en la coalición que gobierna es para Mansuy un “sustituto de la política”, una simulación que le permite estar en el poder sin asumir la consiguiente responsabilidad. La ansiedad por la inocencia supone muchas palabras sobre una multitud de cosas, pero poca palabra política, escasa capacidad efectiva de interpretar y conducir. En el espectáculo autorreferido parece que acontece algo, pero en realidad nada cambia: las palabras se vuelven vanas, pierden capacidad transformadora, dejan sencillamente de decir. De ser así, el fracaso político de la generación gobernante tendría entonces una raíz psicológica y no sólo ideológica, moral o técnica: la obsesión por la autenticidad que termina en mascarada e impide la tarea de pensar en términos políticos.

Al decir de Mansuy, la historia del Frente Amplio no es sólo la historia del Frente Amplio, sino que revela también la historia de la última etapa de la transición, de un vacío que vino a llenar casi sin encontrar resistencia. Si la performance ha podido campear en nuestra escena pública durante más de una década en lugar de una auténtica palabra, es sólo porque ésta ha estado ausente durante demasiado tiempo. Y esa ausencia, quizás, ha estado ligada a otras formas de esta psicología de individualidades que impide abrirse hasta el fondo a la tarea encomendada, un énfasis en cómo se aparece que impide realmente aparecer. La política transformada en espectáculo no puede sino perder toda eficacia. La actual pobreza de la carrera electoral ante los magnos desafíos que enfrenta Chile podría ser al menos otra advertencia.

 

 

FRANCISCA ECHEVARRÍA: Investigadora de Signos, Universidad de los Andes.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba