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La plataforma de los inocentes

El pasado 28 de diciembre el joven periodista Norge Rodríguez gastó una inocentada en Facebook en la que alimentó los deseos de reformas políticas y económicas de los cubanos

El último jueves del año pasado el joven periodista Norge Rodríguez publicó en su muro de Facebook las nuevas medidas que supuestamente tomaría el Gobierno cubano a partir de febrero de este año para «salir de una vez y por todas de la crisis económica que afecta al país hace casi tres décadas».

Quienes leyeron hasta la última línea encontraron un aviso de obtener más detalles a través de un enlace que llevaba a la ficha de Wikipedia sobre el Día de los Santos Inocentes, una fecha en la que, en casi toda Hispanoamérica, se hacen bromas de todo tipo, incluso en los medios a través de la emisión de noticias falsas.

Quienes no hicieron la lectura hasta el final se aventuraron a reproducir la inocentada en las redes sociales, blogs y sitios informativos. No faltaron tampoco los «analistas» que dedicaron su tiempo a especular sobre la viabilidad de unas flexibilizaciones que se conocieron dentro de la Isla a través de los correos electrónicos, las hojas impresas y las memorias USB.

El dueño de un restaurante recibió uno de eso papeles, de manos de un cliente, presillado junto a la Letra del Año con las predicciones de los babalaos. Un militante del Partido Comunista no pudo resistir la tentación de preguntar a su vecino, periodista independiente, si tenía noticias de las nuevas medidas; mientras que un plomero acompañó a su hijo adolescente a conectarse a internet para tener más detalles del «paquete de reformas».

En pocos días, la broma se viralizó por todo el país como si fuera una información auténtica, alimentó ilusiones, entusiasmó a los emprendedores y fue el centro de las conversaciones

En pocos días, la broma se viralizó por todo el país como si fuera una información auténtica, alimentó ilusiones, entusiasmó a los emprendedores y fue el centro de las conversaciones en parques, peñas deportivas y mesas familiares.

En un inusual intercambio de llamadas telefónicas todo el que se sintió beneficiado se lanzó a consultar sobre la veracidad del anuncio a sus fuentes «frecuentemente bien informadas«. Estas, a su vez, acudieron a sus habituales informantes ubicados en las altas esferas del poder, en busca de una señal de los cambios que venían.

Las supuestas medidas abarcaban cuatro áreas de interés público: el cuentapropismo, la política migratoria, la propiedad de la tierra y el acceso a Internet. El documento advertía que se esperaban otras en materia de prensa, participación ciudadana, transparencia y gobernabilidad democrática,

Los emprendedores acogieron con entusiasmo la eliminación del concepto de «actividades permitidas» y vitorearon en voz baja el otorgamiento de personalidad jurídica para «asociarse con empresas y capital extranjero«. Los ojos les brillaban al leer que podrían importar productos con carácter comercial y exportar sus productos o servicios.

El sector privado, con más de medio millón de trabajadores, se estremeció de optimismo al leer que se iba a crear un fondo para el desarrollo del cuentapropismo e incentivos fiscales para las cooperativas. Las oficinas de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) empezaron a recibir numerosas llamadas para conocer detalles sobre la apertura.

Lo más llamativo de esta «inocentada» es que despertó entusiasmo porque navegaba entre dos aguas: las de una oposición de perfil moderado y aquellas donde flota lo más audaz del reformismo

Los cubanos radicados fuera del país compartieron su alegría al «enterarse» de que se iba a eliminar el trámite de prórroga del pasaporte y que el documento tendría vigencia de 10 años, un costo de 120 dólares en el extranjero y 60 CUC en el territorio nacional. Los emigrados tomaron también con agrado la desaparición del concepto de «repatriación».

Las medidas, que circularon de mano en mano, incluían una nueva Reforma Agraria para que los campesinos pasarán a ser dueños legítimos de las tierras y quedara abolido el concepto de usufructo. Al mismo tiempo se les iba a permitir importar insumos, maquinarias, herramientas y además exportar sus productos.

Los apetitos de informatización eran saciados en las novedosas flexibilizaciones porque a partir de marzo el servicio de internet se extendía a todos los hogares, sin restricción de tiempo y a precios razonables. En esta misma línea también se afirmaba que los operadores extranjeros de telecomunicaciones pudieran establecerse en el país.

Desde el punto de vista sociológico, lo más llamativo de esta «inocentada» es el entusiasmo que despertó y que pudo ser así porque el ficticio paquete de medidas nadaba entre dos aguas: las de una oposición de perfil moderado y aquellas donde flota lo más audaz que pudiera esperarse del reformismo desde las esferas oficiales.

Algunos disidentes que leyeron el documento lamentaron que no se incluyera la despenalización de la discrepancia, la apertura a la libre asociación ni la libertad de expresión. Mientras que los más radicales comenzaban a tacharla como otro intento de la nomenclatura de perpetuarse en el poder, un paso para comprar la conciencia de la emergente clase media.

Dentro de los seguidores más ortodoxos del oficialismo, pocos creyeron en la veracidad de las medidas de las que todo el mundo hablaba en la calle. Bastaba revisar los últimos acuerdos partidistas y gubernamentales para darse cuenta de que todo tendría que ser falso, a menos que se estuviera gestando una «inaceptable traición a los principios».

La plataforma de los inocentes saldría vencedora en unas elecciones, sin duda, entre quienes leyeron la broma ilusionados y creyeron que era cierta

El corretaje llegó hasta los medios de prensa y entre los periodistas del oficialismo trascendió que quizás sería necesario publicar un desmentido calificando el hecho como «una nueva campaña contra Cuba», pero al final optaron por el silencio para no agregar más leña al fuego de los rumores.

Los más escépticos detectaron el bulo desde el inicio al recordar la máxima gubernamental de que toda reforma debe conducir al «perfeccionamiento» del socialismo y comprobar que las medidas eran como ácido corrosivo sobre un sistema que privilegia la ventaja del Estado sobre la iniciativa privada. Implementarlas no traería el «derrocamiento» del régimen, pero le asestaba golpes demoledores.

Durante dos semanas, aquel pliego de flexibilizaciones puso a prueba la credulidad de una sociedad ansiosa por escuchar buenas noticias y lanzó también una advertencia: Si en Cuba se aprueba una nueva ley electoral, que permita divulgar programas políticos, quien enarbole unas propuestas de este tipo puede arrasar en las urnas.

La plataforma de los inocentes saldría vencedora, sin duda, entre quienes leyeron la broma ilusionados y creyeron que era cierta

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