«La poesía debe agitar» – Entrevista a Rafael Cadenas
Una de las voces más potentes de Hispanoamérica, protagoniza PoeMAD -el Festival de Poesía de Madrid-. Conoció la cárcel y el exilio. A sus 84 años ultima dos libros.
A Rafael Cadenas hay que escucharlo entre silencios. O mejor: dentro de ellos. Sus largos silencios de hombre que duda. Silencios donde la mano va a la cara y deja en suspenso una frase que no está del todo rematada.
Es uno de los grandes poetas latinoamericanos. Formó parte del grupo venezolano Tabla Redonda, donde se reunieron algunos escritores principales de su generación. Es autor de una obra donde la poesía y el pensamiento encuentran el sitio y se acompasan. También ensayista y traductor. A los 84 años manifiesta un cansancio de paso lento, pero qué calidad y abundancia de escritor.
Prepara dos libros de poemas mientras observa espantado la degeneración de Venezuela, donde vive alerta ante los atropellos del régimen de Nicolás Maduro. Se muestra acosado de desengaños, pero amarrado al folio como la única balsa posible en quien ya cumplió con todos los desencantos, menos el de la palabra.
Militó en el Partido Comunista. El dictador venezolano Pérez Jiménez lo envió a la cárcel. Conoció el exilio. Se apartó del comunismo cuando entendió que Cuba no era la arcadia ideal, sino una dictadura al completo. Y con ese equipaje se fue conformando como un solitario con buenos amigos. En España, la editorial Pre-Textos publicó casi toda su obra en verso.
Lleva algo más de un mes residiendo en la Fundación Marguerite Yourcenar de Lille y este sábado es el protagonista del Festival de Poesía de Madrid, PoeMAD (patrocinado por la Fundación Aquae), donde conversará con el periodista Juan Cruz, a las 17:30, en el Cuartel del Conde Duque. Reflexiona con entusiasmo sobre su escritura, aunque huye del halago (“a mí la palabra que más me retrae es éxito”, dice). De la situación política y social de su país escribe, y denuncia, y explica, y no exige complicidad sino que sólo reclama escucha.
Algunos de sus versos tienen ese cuño de lo memorable que sólo alcanzan algunos escritores poderosos: “Tal vez sólo para hacerte sitio/ me tiene en pie la vida”. O recuerda a otros, como a Rilke: “No debes comprender la vida; entonces ella se volverá una fiesta”. Y en eso estamos.
¿De qué modo vive hoy en usted la poesía?
No como antes, claro. Cuando era joven la poesía era para mí algo febril. Uno de mis libros, Cuadernos del destierro, lo hice en ese estado. Escribía a todas horas, en cualquier parte… Pero esa situación no se volvió a repetir. Todo se hizo más lento en mí. Ahora paso meses en blanco. Son periodos de sequedad para los que busco algún antídoto, como sucede con el libro que saldrá en breve en Caracas. Se titula Contestaciones y tomo poemas de otros autores, versos sueltos o declaraciones de políticos y les contesto. Algunos de esos textos son de carácter político. Y muchos de ellos, críticos.
La edad le ha hecho más escéptico?
Diría que sí… A partir de mi alejamiento del comunismo sentí un gran desengaño. Y creo que fue muy importante para mí. Me refiero al desengaño, porque detrás de cada desengaño hay una apertura a lo nuevo, a lo insólito. Aunque más que de escepticismo prefiero hablar de estado de vigilancia o de alerta, así es como me siento. Y siempre dudando.
Y para mantener esa atención despierta le sirve la poesía…
Claro. La poesía debe agitar. En un poema mío muy breve, titulado Despertar, digo: «Tal vez sólo para hacerte sitio/ me tiene en pie la vida». Ese despertar al que me refiero ha sido mal entendido por algunos porque creen que tiene que ver con un estado de iluminación excepcional. Pero en verdad tiene que ver con la vida corriente, con la valoración de la vida corriente y del presente, que es lo único que hay. El sólo futuro es una construcción mental.
¿Qué queda del espíritu de aquel grupo combativo que fue Tabla Redonda en el poeta que es hoy?
Primero, el sentido de la amistad. Y después queda algo de aquella certeza de saber que fue el último periodo en que creímos en la posibilidad de la Revolución cubana. Nos dimos cuenta de que aquel hecho histórico, como suele ocurrir, se convirtió en una dictadura total sostenida por la Unión Soviética, y actualmente por el Gobierno de Venezuela. Me quedó, pues, la imposibilidad de creer en ciertos ideales
Como los del marxismo…
Sí, pero no porque fuera traicionado sino por descubrir que el germen de lo que vino estaba ya en él. El gran escollo del marxismo sigue siendo la libertad. Es inconcebible un régimen democrático de cuño marxista. Pues ese ideario es lo más parecido a una monarquía absoluta. Y Venezuela se encamina en esa dirección. El régimen actual ha creado un ídolo con fines de permanecer en el poder y dominar totalmente al país… ¿Le puedo hacer una reflexión sobre algo de España?
Usted dirá.
El fenómeno de Podemos me parece muy grave. Lo digo por la experiencia que los venezolanos hemos tenido. Tengan cuidado y defiendan su democracia, aunque tenga fallas, aunque exija reformas. Eviten cualquier posibilidad de que un caudillo pueda llegar al poder y destruirla. No crean en el uso que hace el poder de la figura de Bolívar.
La idea del caudillo quizá es algo exagerada…
Bueno, pero hay que estar atento a las sociedades que caen en la antipolítica. Es lo que sucedió en Venezuela. La gente, decepcionada de la democracia, perdió el interés político. A todas horas se oía que son todos unos corruptos, que mienten, que roban… Y puede ser cierto, pero allá fue letal la convicción de tantos. Entonces empezaron a creer que lo que hacía falta era un militar en el poder, el gendarme necesario. Pues bien, ahí lo tenemos. Ya tenemos un régimen militar que ejerce la censura y la amenaza.
¿Tiene miedo?
En Venezuela hay miedo. Sobre todo a la delincuencia y a la represión que ejerce el poder. Personalmente no estoy exento de nada de eso. Pero hasta ahora no he tenido más problemas que los insultos de los partidarios del régimen.
¿La literatura es su fuerza y la poesía su cobijo?
Suscribo que la poesía es un cobijo contra la tormenta ante la degeneración del país. Y la literatura, en general, puede tener un sentido terapéutico. Me refiero a la buena literatura, por supuesto. Respecto a la fuerza, no sé si en mi caso la resistencia es cuestión de fuerza o de suerte. Soy un hombre sin carácter. Es como si la vida me llevara. Y eso, a veces, me produce temor. Es como si tuviera un yo débil. Y para cualquier empresa, sobre todo espiritual, se necesita un yo fuerte. Siento mucha admiración de esas multitudes que muestran unos egos tan firmes.
Su poesía, quizá en ese sentido, es cada vez más esencial…
Y hasta más breve. Estoy preparando un libro de poemas donde cada uno sólo tiene tres versos y que se titulará ‘En torno a Basho y otros asuntos’. La poesía, a cierta edad, también es un desaprendizaje.