La publicidad, símbolo del capitalismo, regresa a Cuba
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Se escucha el pitido característico de una máquina de monitoreo de signos vitales. La cámara toma desde abajo a cuatro cirujanos que intentan salvar a un paciente. “Destornillador”, “pinzas” y finalmente “creo que lo salvamos”, susurran. Otra operación con final feliz, pero el paciente … es un celular.
La publicidad, ese símbolo del capitalismo, ha regresado a Cuba.
Tras décadas en la que los negocios privados eran perseguidos y con ellos, cualquier anuncio comercial, el actual impulso al pequeño empresariado en la isla ha estimulado el resurgimiento de la publicidad.
En 1959, el gobierno de Fidel Castro intentó usar la publicidad para promover la industria y el mercado nacional, con eslogans como “Consumir productos cubanos es hacer patria” y “Conozca a Cuba primero y al extranjero después”. Pero con las nacionalizaciones de empresas y las confiscaciones de propiedades, la publicidad comenzó a languidecer y las grandes vallas de anuncios fueron sustituidas por mensajes propagandísticos. Aunque los pequeños negocios se mantuvieron hasta fines de los años 60, sus dueños no querían llamar la atención con promociones para no destacarse como “burgueses”.
De ser una fuente principal de trabajo –100,000 cubanos trabajaban en la publicidad en Cuba, según el periódico Revolución del 23 de septiembre de 1959–, quedó limitada a la promoción de marcas nacionales en publicaciones y medios que miraban hacia el extranjero.
Con el racionamiento del consumo implantado por el Estado, la publicidad dentro de la isla se hizo innecesaria.
Medio siglo después, y tras los cambios económicos introducidos por Raúl Castro para permitir un limitado número de negocios privados, tímidamente comenzaron a reaparecer en Cuba, carteles que promocionaban paladares y cafeterías y “sueltos” promocionales.
Ahora, “el paquete”, ese invento cubano de internet para los desconectados, ha permitido el resurgimiento de los videos comerciales.
Desde talleres de reparación de teléfonos móviles, o “clínicas del celular” como las del anuncio del inicio, hasta peluquerías, paladares y casas en renta, se promocionan en videos cortos que luego son inteligentemente insertados en las películas y series que ofrece “el paquete”.
Los cubanos bautizaron así a los “paquetes” de información y entretenimiento que circulan de mano en mano a través de discos duros y memorias flash y que, en la práctica, funcionan como una internet offline, en un país donde solo el cinco por ciento está conectado a la internet real.
Lo que comenzó siendo un ejercicio de “consumo colaborativo” entre los pocos que tenían acceso a internet en Cuba (descargar información y compartirla), se convirtió en un modelo de negocios tan popular que las autoridades cubanas han intentado crear su propia versión, “la mochila”, por temor a “perder la guerra cultural”, escribe un periodista en el periódico local El Artemiseño.
“Lo que le gusta a la mayoría en Cuba está en El Paquete. Nadie se atrevería a negarlo. Pero esa no es una buena noticia. Si el gran público prefiere ver Caso Cerrado, videos de reguetón peores que los transmitidos por la televisión cubana, estamos perdiendo la guerra cultural… y hemos de recuperar terreno, con inteligencia, sin prohibir”, explica el periodista antes de anunciar el lanzamiento de “la mochila”, una versión con el visto bueno estatal que se puede “copiar” en los llamados “Joven Clubs de Computación”.
Pero “la mochila” no ha podido contra “el paquete”.
“Tenemos un amigo en la escuela, tan obsesionado con conseguir la última actualización que le pusimos así, “El Paquete”, comenta una adolescente cubana de visita en Miami.
¿QUÉ TRAE EL PAQUETE?
De todo: aplicaciones para teléfonos, noticias, juegos para computadoras, deportes, documentales, música, shows cristianos, series de televisión y películas, todo a lo que el público en otros países puede acceder a través de la internet y la televisión por cable.
Por un precio que oscila entre los 2 y 3 CUC a la semana –unos tres dólares e incluso menos fuera de la capital– el cliente puede recibir los últimos capítulos de Games of Thrones y Veep (HBO), The Mindy Project (Fox) y Vikingos (History Channel), de una lista que abarca 432 series.
En el paquete, se incluyen, además, muchos anuncios promocionales de nuevos servicios como el sistema “WebToMail”, que permite hacer búsquedas en internet enviando la pregunta a una dirección de correo. Alguien, con acceso a internet, “googleará” la pregunta y le enviará al cliente la respuesta. ¿El costo del “Google” a la cubana? Cinco CUC anuales.
Mientras el paquete constituye la red de distribución de la publicidad con más alcance dentro de Cuba, los nuevos negocios que se están abriendo son los principales clientes de las casas productoras de audiovisuales y las pequeñas agencias de promoción y publicidad que han surgido a partir de la demanda.
“Hay una serie de servicios que acompañan a la empresa privada, como los servicios de entrega a domicilio, por ejemplo. Ese es el efecto dominó de estas empresas que crean demanda de otros servicios como la publicidad y el transporte”, señala Tomás Bilbao, director ejecutivo del Cuba Study Group, una organización que ha estado apoyando al “cuentapropismo” o el pequeño negocio privado en la isla.
La diseñadora cubana Vanessa Pino tiene junto a su hermano, Ángel, uno de estas pequeñas empresas de promoción, ToDoDesign. Sus clientes son dueños de negocios que “se están dando cuenta de la importancia de tener un buen diseño, a la hora de tener una identidad de marca”, explica.