Cultura y Artes

LA PUNTA DE LA LENGUA: Qué pesadez, señorías

vocativo-uso-virgulaEl espectador que viera entero el debate de investidura habrá soportado cerca de 650 vocativos en total

Los vocativos sirven para reclamar la atención de un interlocutor. Por ejemplo, en esta oración: “Y eso te lo diré, Gertrudis, si no se lo cotilleas a tu hermano” (“Gertrudis” es ahí el vocativo). A veces se usan sin ninguna esperanza de que alguien responda, por ejemplo si escribimos “óyeme, tristeza, las penas que te cuento”. Pero, por lo general, constituyen un detalle de proximidad hacia quien conversa con uno.

También son vocativos los continuos usos de “señorías”, “señor Rajoy” o “señor Sánchez” oídos en el debate de investidura.

Muchos parlamentarios españoles ya venían cargando sus discursos con la duplicación de géneros, cosa que se comprende por su connotación más que por su denotación. Es decir: por el sentido que se le quiere dar, más que por el significado exacto que las palabras tienen. Una repetición de géneros que –perdón por el juego de palabras– resulta ser una generosa reiteración.

A tales duplicaciones se ha unido en los últimos años esa insistencia enfermiza en los vocativos. Casi no hay frase que no incluya un “señorías” o un apelativo con apellido, cuando no un inacabable “señores y señoras diputados y diputadas”. Y seguramente todo eso produce un desapego inconsciente en los espectadores, que quizás tiendan a sentirse excluidos del debate (porque a ellos no parece dirigirse nadie).

Pedro Sánchez dijo 160 veces “señorías” en su primera intervención (salen a unas dos por minuto) y 10 “señor Rajoy”. En la segunda tanda, 16 y 21. Y en la tercera, 15 “señorías” y 10 “señor Rajoy”. Por su parte, el presidente en funciones pronunció en 26 ocasiones “señorías” durante su breve primera réplica, y en 15 más durante la segunda, de mayor brevedad aún; además de usar “señor Sánchez” 20 veces en esta última.

El Diario de Sesiones del debate completo recoge 218 menciones de “señor Sánchez”; 145 de “señor Rajoy” y 299 de “señorías” o “señoría”. Por tanto, un espectador que lo viera entero habrá soportado cerca de 650 vocativos en total. Más de uno por minuto.

Los expertos en comunicación recomiendan mentar de vez en cuando el nombre del interlocutor. Según los manuales para hacer amigos y los consejos para vender algo, la mera escucha del apellido propio o del nombre de pila produce efectos empáticos nada desdeñables. Quizás con eso se consigue que un cliente compre lo que se le intenta colocar o que nuestra vecina nos preste el taladro. Puede ser.

Sin embargo, los vocativos del Parlamento se intercalan entre denuncias y descalificaciones. Desde aquel “váyase, señor González”, el discurso político se ha impregnado de apelativos poco amistosos. Así que, con el debido respeto, señorías, sugiero a los espectadores que griten unidos ante el televisor: “Váyase, señor vocativo”.

 

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