La realidad atropella a Pedro Sánchez
Fue bonito mientras duró. El encargo del Rey. La investidura. El sueño de encabezar un Gobierno con 90 escaños y el peor resultado de la historia del PSOE. La fantasía de llegar a La Moncloa de la mano de los dos nuevos partidos. Las fotos. Los paseos. Las reuniones. Todos unidos. El mestizaje ideológico. La maravilla de un Gobierno del cambio transversal. Sánchez, Iglesias y Rivera. Tres jóvenes deponiendo a Mariano Rajoy. La quimera -alimentada por los medios- de que Podemos le diera los votos de sus diputados a cambio de alguna menudencia programática. El milagro de que Podemos y Ciudadanos compartieran lecho gracias a la fuerza de voluntad del hábil superviviente Pedro Sánchez. Pablo Iglesias a su izquierda y Albert Rivera a su derecha. La cuadratura del círculo. Cómo querer a dos mujeres a la vez y no estar loco. Lástima de sueño truncado. En la política, como en la vida, la realidad te acaba atrapando, por mucho que intentes esquivarla. Puedes correr y correr, pero la realidad te alcanza.
Pablo Iglesias y Albert Rivera no han engañado a nadie sobre sus intenciones, su voluntad y su proyecto político. Se han declarado incompatibles. Los dos. Por tanto, la idea de que compartieran Moncloa con Pedro Sánchez estaba abocada al fracaso desde la primera hora del primer día. La única razón por la que se ha mantenido con vida artificial tanto tiempo es porque el PSOE la ha alimentado. Sánchez cerró la puerta a ser presidente con los votos de Podemos al pactar con Albert Rivera. Hizo su apuesta. Y el líder de Ciudadanos aprovechó el acuerdo con Sánchez para sacar pecho de sus 40 diputados, que eran irrelevantes porque no completaban mayoría con nadie. El líder socialista creyó que podía presionar a Podemos para que le hiciera presidente con el fin de aplicar el proyecto pactado con Rivera porque Pablo Iglesias iba a tener miedo a unas nuevas elecciones. Una de dos. O cometió una clamorosa equivocación, o sólo alimentó la ficción para sobrevivir como líder del PSOE.
El fin del sueño ha indignado al PSOE. El tono y el rostro de su portavoz parlamentario indica que aún pensaban estirar la ficción. «Todo ha sido una artimaña«, dice Antonio Hernando. Puede tener razón. Lo que no está claro es que la artimaña haya sido sólo de Podemos.