La revolución del papa Francisco: dentro del colapso catastrófico de la derecha católica
Cardinal Raymond Leo Burke, Pope Francis, Bill Donohue (Credit: AP/Gregorio Borgia/Andrew Medichini/Fox News/Photo montage by Salon)
A continuación, una nota, en español primero, y luego en inglés, titulada «La revolución del Papa Francisco: En las entrañas del colapso catastrófico de la derecha católica.»
Seguimos publicando visiones diversas sobre los debates actuales en la Iglesia Católica y el mensaje del Papa Francisco, que tanta controversia está generando. En esta nota, se hace mención de las posturas conservadoras y progresistas en el seno de la Iglesia Católica norteamericana de hoy.
Marcos Villasmil/América 2.1
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La revolución del Papa Francisco: En las entrañas del colapso catastrófico de la derecha católica
Patricia Miller
Una vez una fuerza política con el poder de descarrilar campañas presidenciales, el catolicismo de derecha está en declive.
Por años infundían miedo en los corazones de los candidatos católicos progresistas. Podían, y lo hacían, destruir campañas presidenciales. Los medios de prensa los tomaban en serio, reportando sus pronunciamientos como representantes de un bloque significativo de católicos conservadores. No eran legión; pero eran poderosos. Constituían la contraparte más pequeña, más misteriosa, de la derecha católica: su ala más radicalmente de derecha.
Pero hoy, muchos de sus voceros más destacados -casi todos hombres- se han desacreditado en un periodo de tiempo sorprendentemente corto. Antiguas luces de la derecha católica como Bill Donohue y el cardenal Raymond Burke han visto su influencia disiparse de forma repentina. ¿Cómo sucedió, y qué significa para los candidatos católicos progresistas en las elecciones de 2016?
Muchos fueron víctimas de los estragos de su propia retórica. Bill Donohue, presidente de la Liga Católica, está siendo censurado por afirmar, luego del ataque a Charlie Hebdo en Francia, que “los musulmanes tienen derecho a estar disgustados”, y que el editor de Charlie Hebdo, Stéphane Charbonnier, desempeñó un papel en su propia muerte. “Si no hubiera sido tan narcisista, podría estar vivo”, señaló Donohue, en una declaración que horrorizó a sus propios colegas conservadores. Donohue, el defensor principal de la “guerra a las navidades” y otras controversias inventadas, especialmente diseñadas para el noticiero Fox, sobre supuestas persecuciones anti-católicas, encabezó un intento de desacreditar a John Kerry con los fieles durante la elección presidencial de 2004. Lo hizo mediante el ataque a Mara Vanderslice, la primera directora de la campaña de Kerry para la sensibilización y contacto con las religiones, calificándola como “una ultraizquierdista que se reúne con fanáticos anti-católicos”, debido a su trabajo con organizaciones como ACT UP, y grupos de apoyo a la lucha contra el Sida, que criticaban la prohibición de la iglesia católica del uso de condones. Las acusaciones asustaron de tal forma a la campaña de Kerry que la destituyeron, al mismo tiempo que Kerry, que es un católico comprometido, comenzaba a declinar en el apoyo electoral de personas de fe.
El reemplazo de Vanderslice, la ministro Brenda Peterson, duró sólo ocho días antes de que Donohue lograra que la despidieran, por firmar un comunicado de apoyo a la remoción de las palabras “bajo Dios”, del juramento a la bandera. La campaña de Kerry, como muchos miembros de los medios, pensaban que Donohue hablaba en nombre de un amplio segmento de católicos conservadores, que se doblegaban a sus demandas. Visto en retrospectiva, señaló Peterson, ellos no entendían que Donohue tenía “una postura partidista, era un miembro de la derecha religiosa decidido a desacreditar a las personas de fe que apoyaran a Kerry.”
El cardenal Burke fue otro actor fundamental en la campaña de desprestigio de Kerry con los católicos. Poco después de que fuera obvio que Kerry sería el candidato demócrata, Burke inició un ataque frenético y nacional contra los católicos que apoyaban el aborto, al afirmar que él no le daría la comunión a Kerry por su apoyo al derecho al aborto. Kerry nunca se recuperó de la publicidad negativa de paparazzis arremolinados alrededor de su iglesia, en lo que se llamó la “vigilia de la hostia”; y candidatos católicos a favor del aborto desde Colorado hasta New Jersey se vieron atacados por obispos embarcados en un guerra cultural bajo el liderazgo de Burke.
Pero Burke fue recientemente destituido por el Papa Francisco de su cargo en el Vaticano, y básicamente enviado a la reserva como patrón de una organización de caridad. Y es que él se convirtió en el hazmerreír de todos a comienzos del pasado mes, cuando afirmó que una iglesia “excesivamente feminizada” era la responsable de todo, desde la escasez de monaguillos, hasta el abuso sexual infantil por parte de algunos sacerdotes.
Austin Ruse, jefe del Instituto de la Familia Católica & los Derechos Humanos (C-FAM), también se ha desacreditado. Ruse ha sido el promotor de los esfuerzos para que se bloqueen los fondos en las Naciones Unidas a los programas de planificación familiar y derechos de las mujeres. Organizó un grupo de de ONGs conservadoras, junto a varios países, para paralizar las iniciativas de salud reproductiva, con el fin de frustrar a las “feministas radicales.” Como Donohue, Ruse se especializa en una retórica agresiva que sirve de apoyo a republicanos “pro-familia.” En 2001, él se jactó de haber compartido chanzas con un sacerdote en las Naciones Unidas, acerca de cómo él “sacaría” a Hillary Clinton “pero no para una cita.” (Nota del traductor: el verbo usado por Ruse es “take out”, que puede significar tanto la invitación a salir, como la extirpación, así como la eliminación física, el asesinato.)
Pero su organización, recientemente considerada como un “movimiento promotor del odio”, por el Southern Poverty Law Center por su retórica anti LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales), no comenzó a perder apoyo considerable hasta que a comienzos de este año Ruse afirmara que “los izquierdistas radicales, aquellos que odian a los humanos, que dirigen las universidades modernas, deberían todos ser extirpados y asesinados.”
Traducción: Marcos Villasmil
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LA VERSIÓN INGLESA:
The Pope Francis revolution: Inside the catastrophic collapse of the Catholic right
Once a major political force with the power to derail presidential campaigns, right-wing Catholicism is in decline
For years they struck fear in the hearts of progressive Catholic candidates. They could, and did, help destroy presidential campaigns. The media took them seriously, reporting on their pronouncements as representative of a significant bloc of conservative Catholics. They were not legion; but they were powerful. They were the Christian right’s smaller, more shadowy counterpart: the Catholic right wing.
Many on the right were the victims of their own rhetoric run amok. Catholic League President Bill Donohue is being widely pilloried for asserting in the wake of the Charlie Hebdo attack that “Muslims are right to be angry,” and that Hebdo editor Stéphane Charbonnier played a role in his own death. “Had he not been so narcissistic, he may still be alive,” Donohue said in a statement that horrified even fellow conservatives.
Donohue, the leading proponent of the “war on Christmas” and other ginned-up made-for-Fox-News controversies over supposedly anti-Catholic persecution, was the ringleader behind efforts to discredit John Kerry with people of faith during the 2004 presidential election. He attacked Mara Vanderslice, Kerry’s first director of religious outreach, as an “ultra-leftist who consorts with anti-Catholic bigots” because of her work with organizations like ACT UP, an AIDS advocacy group that criticized the Catholic Church’s ban on condoms. The accusations spooked the Kerry campaign enough that they removed Vanderslice as head of outreach, even as Kerry, who is a committed Catholic, faltered in the polls with people of faith.
Her replacement, minister Brenda Peterson, lasted all of eight days before Donohue got her fired for signing an amicus brief in support of removing “under God” from the Pledge of Allegiance. The Kerry campaign, like many in the media, believed that Donohue spoke for a wide segment of conservative Catholics and kowtowed to his demands. In hindsight, Peterson said, they didn’t understand that he was “a partisan, a member of the religious right intent on discrediting people of faith who signed on with Kerry.”
Cardinal Burke was another key player in smearing Kerry with Catholics. Shortly after it became apparent that Kerry would be the Democratic nominee, Burke began a national frenzy over pro-choice Catholics and the sacrament of communion when he asserted that he wouldn’t give Kerry communion because of his support of abortion rights. Kerry never overcame the negative publicity of paparazzi clustered around his church on “wafer watch,” and pro-choice Catholic candidates from Colorado to New Jersey found themselves under attack by culture warrior bishops following Burke’s lead.
But Burke was recently demoted by Pope Francis from his choice spot on the Vatican’s high court, basically put out to pasture as patron of a Vatican charity. And he became a laughingstock earlier this month when he claimed that an overly “feminized” church was responsible for everything from the shortage of alter boys to priests sexually abusing children.
Austin Ruse, head of the Catholic Family & Human Rights Institute (C-FAM), has similarly been discredited. Ruse is the ringleader of efforts at the UN block funding and support for family planning and women’s rights programs. He organized a bloc of conservative NGOs and countries to stall reproductive health initiatives in the name of thwarting “radical feminists.” Like Donohue, Ruse specialized in over-the-top rhetoric that backed “pro-family” Republicans. In 2001, he bragged about joking with a priest on the floor of the UN about taking out Hillary Clinton, “and not on a date.”
But his organization, which was recently declared a hate group by the Southern Poverty Law Center for its anti-LGBT rhetoric, didn’t begin to lose widespread support until he asserted earlier this year that “the hard left, human-hating people that run modern universities” should “all be taken out and shot.”