Democracia y PolíticaPolítica

La seducción del poder, o su latente posibilidad para la transformación de la realidad que agobia.

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El Poder. Dimensión de plena posibilidad para el hacer, para la acción valorativa, tanto en el universo personal como en el ámbito relacional humano de familia, de comunidad y de su necesario desenvolvimiento político. El poder como oportunidad de imposición y no de creación sobre las demás personas, se caracteriza por un deseo desmedido de dominación y de disfrute de las delicias que de él provienen, los apetecibles privilegios.

Privilegios que distinguen y producen una gran satisfacción fáctica y sicológica en el regocijado beneficiario, colocándole a su vez en una categoría muy especial que lo separa del resto de los mortales y por tanto, le coloca en distancia estamentaria de todos aquellos que no tienen acceso a tales complacencias.

Esta relación perversa que distorsiona el desarrollo del poder como servicio y lo convierte en espacio exclusivo para sus habitantes y correligionarios, destruye toda opción humanizada de ciudadanía, camino superior del obrar que se logra en su seno. La persona humana siempre será el fin y no el medio del poder. El poder es instrumento para el servicio de la humanidad desde su humanidad, como proyecto personal y compartido, con el rostro de cada uno de sus integrantes, sin difuminarse en la muchedumbre, pues cada sujeto es tan importante como la mayoría o la totalidad de quienes le constituyen. El valor radica en cada persona por esa trascendente cualidad de ser persona, cuya característica fundamental es la dignidad que se abre al otro como semejante y no la individualidad que lo excluye y aparta.

El deseo de Poder utilitario es inculcado desde los primeros respiros humanos, proponiéndose como la forma extasiante del éxito y en definitiva del engaño de ser feliz.  Es un deseo social y personal. Quienes no lo disfrutan, lo anhelan y persiguen de manera furibunda, rechazándole fictísiamente en el discurso falaz y en sus ocultas obras porque no lo poseen, cuando llegan a él, le defienden y mantienen contra todos en cada estructura como modo de existencia vital, pues de allí derivan los frutos que se tornan en insaciables.

El apetito por el Poder se hace entonces cada vez más voraz, no hay satisfacción posible, todo alcance parece poco, la mirada se posa sobre la desmedida de la abundancia, embriagándose, sin importar la carencia de los otros, quienes son simples peldaños que no pueden ser tratados como iguales, pues su restringida sensibilidad los considera competencia y súbditos de la soberbia.

 El poder íntimo que yace en cada persona, es la versión trascendente de la multiplicidad del hacer, de la acción a partir de nuestras propias capacidades.  Es una actitud que se manifiesta en obras tangibles fundadas en valores hidratantes de una sociedad más justa y más humana que supera el espacio institucional, cultural o transcultural que artificiosamente ha creado como poder único y excluyente para sus adeptos.

El poder de Uno se eleva sobre la manifestación primaria de dominio y se complementa con el poder inmanente del otro, para crear una experiencia elevada del nosotros en comunión que se vuelve indetenible en la formación de una realidad renovada y transformadora.

Fermento consciente para lograr el bien y la paz de quienes creen y deciden sobre su voluntad por la convivencia fraterna y democrática a partir de la dignidad humana que nos reúne y habla de esperanza actuante desbordada de amor, solidaridad, respeto, convicciones, entrega capaz y responsabilidad en nuestras obras, cualidades imprescindibles para alcanzar una vida plena en permanente revisión y desarrollo.

Humberto Da Silva Trindade. Ciudadano venezolano propenso a la palabra.

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