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La sombra de la influencia de Moscú oscurece el arranque de la campaña electoral italiana

El líder de La Liga, Matteo Salvini, con la imagen de Vladímir Putin de fondo, durante un programa de la cadena Rai Uno el pasado 24 de mayo.

El líder de La Liga, Matteo Salvini, con la imagen de Vladímir Putin de fondo, durante un programa de la cadena Rai Uno el pasado 24 de mayo. Riccardo Antimiani (EFE)

 

La sombra de Rusia ha irrumpido en la política italiana, azuzando aún más la ya de por sí agitada campaña electoral. Una conversación entre un diplomático ruso y un dirigente de La Liga ha avivado la idea de que Moscú podría haber influido en la caída del Gobierno de unidad nacional encabezado por Mario Draghi. Esta sospecha se ve reforzada por el hecho de que los tres partidos que acabaron con el primer ministro —La Liga de Matteo Salvini, Forza Italia de Silvio Berlusconi y Movimiento 5 Estrellas (M5S)— tienen, cada uno a su manera, vínculos con el Kremlin.

Partidos como Italia Viva, de Matteo Renzi, exigen un informe urgente sobre la relación entre La Liga y Rusia. El ministro de Exteriores, Luigi Di Maio, reclama a Salvini que explique “estas relaciones suyas” con Moscú. “Debemos tener cuidado con las influencias rusas en esta campaña electoral”, añadió. “Queremos saber si fue Putin quien derribó el Gobierno de Draghi. La campaña inicia de la peor manera, con una mancha sobre esta cuestión”, dijo Enrico Letta, líder del Partido Democrático (PD).

Todo empezó el pasado jueves, cuando el diario La Stampa desveló que un diplomático de la Embajada de Moscú en Roma se había comunicado con un dirigente de la ultraderechista La Liga. Según este periódico, un alto funcionario ruso contactó con Antonio Capuano, consejero para las relaciones internacionales del partido, muy próximo a Salvini, para preguntarle si su formación tenía la intención de retirar a sus ministros. La conversación, que fuentes del partido enmarcan en las normales labores diplomáticas, se produjo un mes antes de la voladura del Ejecutivo.

Esta comunicación —monitoreada, según el diario, por los servicios nacionales de inteligencia— es vista por algunos políticos y analistas como una jugada del Kremlin para tumbar el Gobierno o al menos desestabilizar el país. Cuando Draghi formalizó su dimisión el pasado 21 de julio, el ministro de Exteriores aseguró que no era “casual” que el Ejecutivo cayera por el abandono de partidos que “guiñan un ojo” a Putin.

Las revelaciones llegan en un momento de especial crispación política. Salvini considera que las acusaciones son “tonterías”. “He trabajado y trabajo por la paz y para tratar de detener esta maldita guerra. Me parece la fantasía habitual sobre Putin, el fascismo, el racismo, el nazismo, el soberanismo…”, añadió.

Pero hay más nubarrones sobre la influencia del Kremlin en Italia. Estos afectan a la inmigración, otro eje de campaña con un alto potencial de instrumentalización y de desestabilización. Según publicó el viernes La Repubblica, hace meses que aumenta el número de migrantes que salen de las costas de Libia bajo control de las milicias del general Jalifa Hafter, apoyadas por mercenarios del Grupo Wagner, una organización paramilitar de extrema derecha de origen ruso. “Libia es un cañón dirigido a la campaña electoral: la inmigración es quizás el arma más poderosa para quienes tienen interés en desestabilizar y, por tanto, interferir en el voto de septiembre”, señala al diario una fuente anónima de los cuerpos de seguridad. “Los beneficiados serán los que busquen el consenso agitando el coco de la invasión migratoria frente a los votantes: en primer lugar, Matteo Salvini”, apunta La Repubblica.

Financiación del Kremlin

La presunta financiación rusa de La Liga en las últimas elecciones europeas aún persigue a Salvini. La Fiscalía de Milán, que abrió una investigación en 2019, continúa indagando. Salvini niega haber recibido un euro, pero no ha sido capaz de rechazar los encuentros entre uno de sus hombres fuertes, Gianluca Savoini, y una delegación de empresarios cercanos al Kremlin en Moscú, con el posible objetivo de buscar una fórmula para hacer llegar al partido decenas de millones de euros. “Aún se espera una resolución judicial para el caso, pero es objeto de debates parlamentarios y afecta a la reputación de La Liga”, apunta Eleonora Tafuro Ambrosetti, investigadora del Instituto para los Estudios de Política Internacional.

El que los tres partidos que dinamitaron el Ejecutivo de Draghi (La Liga, M5S y Forza Italia) mantengan posiciones ambiguas sobre Rusia y sean los que más simpatizan con el Kremlin es otro elemento desestabilizador. Salvini, además de los escándalos económicos, ha visitado varias veces Moscú, se ha declarado fan del presidente Putin y hace no mucho se paseaba con camisetas con su cara. El ex primer ministro Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, es amigo personal del presidente ruso. Y el Movimiento 5 Estrellas ha sido el partido más contrario en los últimos tiempos al envío de armas a Ucrania. El anterior primer ministro y líder de la formación, Giuseppe Conte, siempre ha mantenido relaciones fluidas con Moscú y ha cuestionado las sanciones impuestas por la Unión Europea. De hecho, empezó a fraguar su ruptura con Draghi por sus dudas sobre si seguir armando a Ucrania.

“El auge de los partidos políticos prorrusos en Italia está íntimamente ligado a la oleada populista y antisistema que, en los últimos años, sobre todo desde la crisis de 2011, ha transformado fundamentalmente el sistema político italiano”, asegura el centro de pensamiento estadounidense Atlantic Council en su informe Los caballos de Troya del Kremlin, en el que analiza la influencia rusa en Grecia, Italia y España.

En medio de las aguas revueltas, Giorgia Meloni, líder del partido ultra Hermanos de Italia, nacido de los rescoldos del posfascismo y en cabeza en las encuestas, trata de sacar rédito político. Ha tomado distancia respecto a sus compañeros de la coalición de derechas —Forza Italia y La Liga— y ha cambiado radicalmente su posición respecto a Rusia, mostrando un firme apoyo a Ucrania tras la invasión. Tafuro Ambrosetti recuerda cómo hace no tanto, en 2021, Meloni presentaba en su biografía, Io sono Giorgia (Yo soy Giorgia) a la Rusia de Putin como “parte de nuestro sistema de valores europeos” y como “defensora de la identidad cristiana”. “Ahora hay un cambio de rumbo en su narrativa hacia Rusia por la invasión, un hecho sin precedentes. Es normal tener una posición más dura hacia un país agresor, pero también está utilizando la cuestión de Rusia contra Salvini. Ambos están en la misma coalición, pero Meloni ve esta situación como un arma muy importante contra un adversario”, apunta la experta.

El país con el partido comunista más influyente al otro lado del telón de acero mantiene desde hace décadas una histórica relación de promiscuidad con Moscú. Además, en Italia el influjo cultural ruso es elevado. “Rusia no se ha ido, sigue bastante presente en el debate nacional”, valora Tafuro Ambrosetti. Y agrega: “Es un elemento más de la política italiana y de la campaña. Hasta hace no muchos años, Italia tenía buenas relaciones con Rusia, pero estas no eran parte del debate nacional, sino de la política exterior. Ahora esto ha cambiado, por las relaciones y escándalos de Moscú con los partidos políticos italianos”. Y lanza una pregunta: “¿Qué pasaría en una crisis energética con un Gobierno liderado por un partido contrario a las sanciones al gas?”.

Luigi Sergio Germani, director del Instituto Gino Germani de Ciencias Sociales y Estudios Estratégicos, considera que el Kremlin se ha mantenido muy activo en los últimos años para tratar de influir en la política italiana, con campañas de desinformación o a través de figuras filorrusas infiltradas. “Ahora tienen aún más necesidad de influencia. Putin era hace años una figura popular en Italia, pero ahora ha perdido popularidad”, añade.

Una opinión distinta tiene Aldo Ferrari. Este profesor de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia considera excesivo hablar de injerencias rusas. “Es un hecho que hemos tenido al menos un jefe de Gobierno [Silvio Berlusconi] con relaciones políticas y personales con Putin y un líder como Salvini con simpatías hacia Rusia y Putin. Esto ha creado evidentes problemas, encuentros extraños, pero hablar de injerencias me parece exagerado. No hay vínculos reales fuertes. Cuando Salvini estuvo en el Gobierno pudo hacer mucho más a favor de Rusia, como intentar eliminar las sanciones impuestas en 2014 [tras la anexión ilegal de Crimea], pero no hizo nada”. Y continúa: “El partido de Salvini votó a favor del envío de armas a Ucrania, aunque después él dijera lo contrario”. “El Gobierno cayó por otras razones, no veo el modo en el que Rusia ha podido intervenir realmente en la vida política italiana”, concluye.

 

 

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