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La sucesión dinástica en Nicaragua: Ni pueden ni podrán

Murillo intenta barrer con todo, sin importarle el precio. Sabe que ni rusos ni chinos la rescatarán. A la hora del colapso, estará sola ante el pueblo

Rosario Murillo y Daniel Ortega a su llegada al acto principal por el 46 aniversario de la Revolución Sandinista, el 19 de julio de 2025. // Foto | CCC

 

Si algo útil tuvo la reciente celebración del 19 de julio fue que oficialmente nos “cantaron el volado”, como decían en el barrio. Después de mí —personificó Ortega— viene la sucesión dinástica. Y pueden estar tranquilos, porque todos somos Daniel. Así que nadie se llame a engaño. No fue la crisis del régimen la que fue anunciada, sino la arrogante y vana pretensión del perpetuo establecimiento de los Ortega-Murillo.

Con su relato, Ortega pretendió que olvidáramos que tal proclamación la hizo el día que la memoria política de una parte significativa del pueblo nicaragüense y de la región, recuerdan que hace 46 años fue derrocada la dictadura dinástica de los Somoza. Por eso se dice hoy, con sobrada razón, que “Ortega y Somoza son la misma cosa”. Ortega quiere repetir, pero con más control, mesianismo, represión y disciplina, la historia de permanencia del somocismo, pero no puede ni podrá. Se nos vendría una etapa sangrienta si no resolvemos a tiempo la crisis anunciada.

No todo fue sangre y terror con los Somoza. Ellos fueron pragmáticos y elaboraron una ficción de relativa independencia de los poderes del Estado y la libertad de prensa. Parte de su manual fue pactar alianzas políticas durables y combinar garrote y zanahoria con el empresariado y opositores políticos. Recurrieron a elecciones cada vez que fue necesario y, aunque no soltaron el control de la Guardia Nacional, pusieron sustitutos en el Ejecutivo que no eran de su familia. Y si las cosas no salían bien, contaban los votos, y los contaron hasta el final con el poderoso soporte del norte.

La guardia era pretoriana y sumisa, como hoy lo son el alto mando del Ejército y la Policía, y aun así no pudieron evitar sublevaciones, tentativas de golpe y atentados de militares patrióticos. Nada sería más torpe que afirmar que en este Ejército y Policía no hay militares honrados y de talante patriótico. Podemos estar seguros que no todos se pondrán de rodillas ante Rosario. Y los veremos en acción llegado el momento.

Poca o ninguna relevancia tiene intentar constatar si Ortega está gravemente enfermo o si morirá en los próximos días o meses. Lo que debemos preguntarnos es si desde el exilio y sobre todo al interior del país estamos haciendo la resistencia necesaria para enfrentar sus pretensiones dinásticas. No se trata de fantasías y anhelos sino de reafirmar una verdad elemental: Nicaragua no es Corea del Norte. Nada tenemos en común. El pueblo de Nicaragua no dobla la cerviz. Prefiere —por último—, burlarse a sotto voce de la pretensión de los tiranos.

Humberto Ortega, curioso lector de nuestra historia, advirtió que es en la propia naturaleza política del régimen donde estriba la imposibilidad de su continuidad y, a costa de su vida, afirmó: “Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de éste, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”. Para Humberto toda pretensión dinástica de la Chayo y sus hijos es insostenible, precisamente por las características de estos mismos y de las bases que la sustentan, por ello está condenada al fracaso. A los días hicieron todo lo necesario para que Humberto muriera. Pero con su muerte solo hicieron visible su lectura política.

 

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