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La teoría cubana de la sociedad perfecta

El título del más reciente documental de Ricardo Figueredo, La teoría cubana de la sociedad perfecta, parece sugerir un compendio de las decenas de eufemismos con los que la dictadura ha intentado dilucidar sus pretensiones y fracasos.

El “libro negro de la revolución” tiene numerosos capítulos y suelen ser injuriosos, para los que la han padecido: “el hombre nuevo”, “el período especial”, “diversionismo ideológico”, “parametración”, “la marcha del pueblo combatiente”, “la batalla de ideas”, sin entrar a considerar todos los términos peyorativos con los que han clasificado a quienes no comulgan con el castrismo.

La importancia de un documental de esta índole viene dada por la trascendencia y permanencia futura de su impronta.

El periodismo independiente, los influencers y otros medios alternativos online, arremeten diariamente contra los males cotidianos de la dictadura, proyecto añorado por otros opositores y ahora hecho realidad, cortesía de las nuevas tecnologías.

Como todos los ciclos informativos, sin embargo, estos también tienen vida limitada. La noticia de las niñas que fallecieron, lamentablemente, en el derrumbe habanero, se disipa y es sustituida por la de una población que suele sufrir por partida doble, en el presente caso, la pandemia devastadora y la habitual ideologización de sus vidas menesterosas.

La necesidad de un documental como el de Figueredo resulta impostergable, para periodizar la devastación, tanto entre los cubanos de a pie, que no suelen intelectualizar sus padecimientos, como entre aquellos del campo cultural, no muy consultados, por cierto, que ofrecen sus reflexiones sobre la debacle social, de un modo llano.

En su irreverente filmografía, realizada en tiempos tan turbulentos como el presente, Nicolás Guillén Landrián anunció el mal que sobrevendría, la desintegración paulatina de la individualidad, las tradiciones y los valores idiosincráticos, tanto en lugares remotos de la isla como en su emblemática capital.

La prensa épica castrista de aquella época no sobrevivió, es olvidada por la grave urgencia de futuro que padece el país, pero la imaginería de Landrián, irreprochablemente fabulada, nos ayuda a entender, cómo el castrismo usurpó y mancilló la manera tradicional de la cubanidad en aras de un experimento importado, condenado al fracaso desde su inicio.

En el documental Fiel Fidel, de Ricardo Vega, al cual siempre habrá que regresar, están las raíces del disparate y la represión, asumidas como forma de vida, desentrañadas temprano por Landrián y luego expuestas en toda su crudeza, casi seis décadas después, por Figueredo.

En La teoría cubana de la sociedad perfecta, la falta de futuro devino el leit motiv de la contemporaneidad cubana. Las especulaciones del gran dictador desde su inclemente tribuna, donde parecía “jugar a las casitas”, desorganizando, a su antojo, los logros de la República han dado como resultado un país asfixiado, de donde las nuevas generaciones quieren huir a como dé lugar.

El castrismo no solo parametró a la clase artística que diezmó en los comienzos de su laboratorio surreal, sino a los maestros, como afirma Juan Pin Vilar en el documental de Figueredo, lo cual dio como resultado un daño al parecer irremediable a la fibra nacional.

Es de celebrar la integridad de un cineasta como Figueredo, quien ha continuado su obra, aunque haya estado permanentemente expuesto a la censura.

Allí donde los jóvenes expresan, sin cortapisas, que no tienen futuro, artistas de su categoría son el porvenir.

Los invito, cordialmente a disfrutar La teoría cubana de la sociedad perfecta, en el programa que presento en TV Martí, Pantalla Indiscreta, o en mi muro de Facebook. Desentrañar la desdicha en la voz de sus víctimas nos hace pensar que la esperanza del cambio que merecen los cubanos de la isla existe.

Twitter: @alejandroriostv. Correo: alejandrorios1952@gmail.com.

 

 

 

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