DictaduraPolíticaViolencia

La toma de La Prensa: el último asalto a la libertad

Una amenaza que está destinada al fracaso, porque al periodismo independiente no lo pueden confiscar

El presidente Daniel Ortega, que también es el candidato a la reelección del Frente Sandinista y jefe supremo de la Policía, ordenó un asalto policial en contra del diario La Prensa al mediodía del pasado viernes 13 de agosto.

Ortega justificó el allanamiento esa misma noche en un discurso ante los oficiales de la Fuerza Naval del Ejército alegando, sin ninguna prueba, que La Prensa ha incurrido en los presuntos delitos de defraudación aduanera y lavado de dinero y, arrogándose las facultades de un juez, emitió una condena anticipada. “Cuando se calumnia al Estado, es delito”, amenazó el gobernante que se ha convertido en el carcelero de todos los nicaragüenses.

Pero la verdad está a la vista pública y no puede ser tergiversada por la mentira oficial. Desde 2018, durante más de 500 días el régimen impuso un bloqueo aduanero contra La Prensa que paralizó sus importaciones, efectuando un acto de censura administrativa. El bloqueo se suspendió temporalmente en febrero de este año, gracias a la mediación del nuncio apostólico Waldemar Sommertag, pero en las últimas semanas se restableció, impidiéndole a La Prensa acceder a sus importaciones de papel periódico. Al agotarse las existencias de papel este viernes, el Gobierno prácticamente impuso el cierre del único diario de Nicaragua y anunció una investigación policial y del Ministerio Público, tras la captura del gerente de La Prensa Juan Lorenzo Holmann en la madrugada del sábado.

El objetivo ha sido cerrar un medio de comunicación independiente e imponer la censura, y de hecho durante algunas horas lo lograron, al desconectar los servidores del sitio web de La Prensa. Sin embargo, desde la noche del mismo viernes La Prensa ha seguido informando en su plataforma digital, como lo hemos hecho en Confidencial y 100% Noticias, desde que la Policía ocupó ilegalmente nuestras redacciones en diciembre de 2018 y el Gobierno consumó la confiscación en febrero de este año, de forma inconstitucional. Esa es la amenaza que hoy se cierne contra el diario La Prensa. Una amenaza que está destinada al fracaso, porque nunca podrán confiscar el periodismo independiente, y las redacciones de los medios no están en las cuatro paredes de una oficina, sino en las convicciones y el compromiso de los periodistas independientes con la verdad.

La resiliencia de La Prensa descansa en valores democráticos que le han permitido sobrevivir los más feroces ataques del poder autoritario. El 10 de enero de 1978, los sicarios de la dictadura de Somoza asesinaron a mi padre Pedro Joaquín Chamorro, el director de La Prensa que modernizó el periodismo nacional y edificó la República de Papel, pero nunca pudieron matar sus ideas. Un año y medio después, durante la insurrección final en junio de 1979, en un acto de venganza Somoza ordenó a la Guardia Nacional atacar a La Prensa con aviones y tanquetas, hasta lograr su destrucción total. El poeta Pablo Antonio Cuadra entonces director de La Prensa, describió así este ataque brutal al diario El País: “se trata del complemento de la muerte de Pedro Joaquín. Primero, la muerte; luego, la destrucción. Es como un símbolo de la dictadura, de su horror por las ideas, por los hombres que piensan, por la libertad de expresión”.

Ahora, cuarenta y dos años después, el miedo de la nueva dictadura a la libertad de prensa y a elecciones libres ha provocado la toma de La Prensa, bajo otro pretexto, pero con el mismo objetivo de intentar callar a un medio independiente.

Al asaltar La Prensa, Ortega y Murillo intentan aplastar el ideario democrático de Pedro Joaquín Chamorro, como la última reserva de las libertades, para despejar el camino de obstáculos en su proyecto de imponer un régimen totalitario en Nicaragua. Como Somoza, quieren acabar con la República de Papel que hoy también es una República Digital, como advirtió el año pasado al celebrar el 94 aniversario de La Prensa, su exdirector mi tío Jaime Chamorro Cardenal, recientemente fallecido.

Por ello, aún ocupada por la Policía, La Prensa seguirá haciendo periodismo, simbolizando la libertad, mientras que Ortega y Murillo ya forman parte del pasado, de la dictadura y la corrupción.

La dictadura de Somoza cayó derrocada por la insurrección popular en julio de 1979 y La Prensa resurgió de las cenizas. En 2022, después de la reelección de Ortega y Murillo sin competencia política ni legitimidad, la dictadura familiar del siglo XXI puede prolongar su agonía por algún tiempo, pero siempre al costo de agravar su propia crisis, como lo saben todas las fuerzas vivas del país, y en particular los servidores públicos, civiles y militares, que tampoco tienen futuro con el régimen.

Mientras tanto, la prensa independiente prevalecerá para contar la historia de la salida de Ortega y Murillo del poder. Y el anhelo de mi padre, Pedro Joaquín Chamorro, de que “Nicaragua volverá a ser República”, tiene ahora más vigencia que nunca, y será la bandera de la reconstrucción de la nueva Nicaragua, en democracia y con justicia sin impunidad.

 

 

Botón volver arriba