¿La unidad a punto de morir?
Roberto Enríquez, presidente de COPEI, presentó una moción para que la MUD se reúna de urgencia y trate los delicados problemas internos que aquejan a la alianza opositora. Enríquez tiene razón: hay que en curar las heridas y reparar los huesos rotos que las recientes confrontaciones y diferencias han dejado, de lo contrario la oposición verá la crisis económica del país como quien ve una película: sin poder intervenir en el guion, ni modificar el curso de los acontecimientos que suceden en la pantalla. Este ambiente de confrontación ha tornado más dramática el descalabro actual. Al atolondramiento del gobierno rojo se suma la crispación dentro del campo opositor. La falta de una opción creíble y fuerte ha hundido a mucha gente de la clase media y de los sectores populares en la desolación.
Henrique Capriles y Leopoldo López están obligados a llegar a acuerdos unitarios, incluso por el bien de ambos A Capriles le podrían salir canas verdes esperando que se despeje el “Camino”; Leopoldo podría echar raíces en Ramo Verde. En este este esfuerzo tienen que participar María Corina, Antonio Ledezma y todos los demás dirigentes y organizaciones políticas que se agrupan en la MUD.
Los jóvenes de Voluntad Popular que tomaron el testigo dejado por Leopoldo deberían entender que la política es un escenario donde se confronta al enemigo y se establecen acuerdos con los aliados. La situación nacional compromete a dialogar y negociar con los compañeros de ruta. La arrogancia es muy mala consejera. Hasta el cansancio se les ha demostrado que el llamado a la Constituyente es inconveniente porque no desata ninguno de los nudos que pretende zafar y sí crea torniquetes que luego será difícil aflojar. La nación no saldrá más unida, sino más fracturada. Numerosas voces autorizadas han tratado de convencerlos de su grave error, sin embargo, persisten en la equivocación.
Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, AD y Copei insisten en mantener la estrategia electoral. Es lo correcto, pero no hacen ni el menor esfuerzo serio por definir un método para elegir los candidatos a la Asamblea Nacional, ni definir la plataforma programática que esos candidatos les presentarán a los electores. Se han dejado maniatar por la inercia.
El gobierno comete toda clase de excesos contra los presos políticos, los medios de comunicación, los presos comunes y los ciudadanos indefensos, y la oposición se dedica a atacarse internamente. La división entre caprilistas y leopoldistas causa fatiga y hastío. Las carencias que padecen los venezolanos son demasiado punzantes para que el tiempo trascurra entre las costuras que va dejando esa batalla sin cuartel.
Nicolás Maduro y la camarilla que lo rodea, incluidos especialmente los cubanos, no merecen gobernar. Carecen de las credenciales para dirigir el país. Pero, en la acera de enfrente no se percibe una alternativa con opción de triunfo.
Las encuestas nos hablan de la caída perpendicular del gobierno. Sus enemigos son la escasez, el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad personal y la corrupción generalizada. La oposición tendría que capitalizar ese descontento mediante una fórmula que la convierta en una alternativa de triunfo. Las elecciones de los diputados de la Asamblea Nacional forman una estación en esa ruta.
Las coyunturas electorales permiten el debate y la confrontación entre el Gobierno y los opositores. Permiten comparar rostros e iniciativas. Sacarles el máximo provecho a esos episodios, exige prepararse. Tomar las decisiones oportunas. No es esa la actitud de las fuerzas y líderes opositores. Sabemos que el Gobierno los ha invisibilizado. Constituye un objetivo clave de la hegemonía comunicacional. Para contrarrestar esta estrategia hay recurrir a las viejas fórmulas que hacen posible que las condiciones objetivas coincidan con las condiciones subjetivas: el contacto permanente con la gente, las asambleas de ciudadanos, el volanteo, las visitas a las fábricas y casa por casa, la organización popular, la inserción en sindicatos, gremios y federaciones estudiantiles representan algunos de los mecanismos que conviene ensayar.
Esencial es entender que los problemas existen y que deben encararse con el ánimo de resolverlos. Con todo y la crisis, el madurismo podría eternizarse en el poder. ¡Máximo peligro!